El buen trato en casa y una vida sin violencia son algunos mensajes incluidos en las letras de las ‘Chiquicoplas’, una versión de las tradicionales coplas...
- 28/11/2012 01:00
- 28/11/2012 01:00
Cuando José Raúl Mulino fue dirigente de la Cruzada Civilista, a finales de la década de los 80, nadie podía siquiera imaginar que ese hombre pasaría a la historia, no por esa lucha, sino por lo opuesto: es el primer ministro de Seguridad de la democracia panameña que defiende a capa y espada el uso de la fuerza para reprimir manifestaciones civiles. Los muertos dejan constancia del uso de munición letal. Mulino, a pesar de las evidencias, lo sigue negando.
En los círculos políticos nadie duda que Mulino ha logrado lo que ninguno de sus antecesores ha podido: convertirse en el único interlocutor entre la Fuerza Pública y el Presidente. Ni Arnulfo Escalona ni el ex militar Daniel Delgado Diamante habían podido lograr lo que el civilista Mulino. Barés hablaba sólo con Mireya y Mirones tenía acceso directo a Torrijos. Mulino quebró la norma y ganó poder cuándo, al borde del ko, logró sacar a Gustavo Pérez. Entonces se convirtió en el hombre fuerte de la Seguridad Pública, el mayor defensor de la Policía Nacional.
Hasta el Servicio Nacional de Fronteras (Senafront), que está bajo las órdenes del comisionado Frank Ábrego, sufre su influjo. El Senafront tiene a los hombres mejor armados del país. Ábrego y Mulino han compaginado a la perfección. El ministro promueve el fortalecimiento de esas tropas y Ábrego devuelve gentilezas colaborando en la represión social.
Las parábolas de la historia pusieron a un defensor de los Derechos Humanos al frente de las represiones más sangrientas que ha vivido la democracia panameña. Un civilista con botas que niega todo y se regodea en su poder: Mulino dice que en Panamá no hay ejército sino una policía con disciplina, aunque manda a sus hombres a estudiar a escuelas militares extranjeras. Mulino dice que no se usan armas letales en protestas a pesar de las fotos publicadas por los medios y los siete cadáveres. Mulino dice que el Senafront no reprime, pero hay víctimas en San Félix que fueron baleadas con munición de plomo desde helicópteros de los fronterizos. Mulino dice que no hay corrupción en la compra de armas y equipo aunque lo desmientan desde Italia. Es el ministro más polémico del gabinete de Martinelli y, a contrapelo de su propia historia, apuesta fuerte por aumentar el pie de fuerza en un país que, luego de 1989, pensaba que había aprendido de su historia.