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Desde el balcón: rasgo y esencia de nuestra arquitectura
- 24/04/2020 00:00
- 24/04/2020 00:00
Los apartamentos panameños han tenido tradicionalmente balcones, lugares desde donde es posible mirar la vida pasar, sin necesariamente involucrarse en ella.
En el balcón se puede mirar hacia dentro. Esa mirada se puede tornar profunda como el sueño de una siesta, o ligera como la vista periférica alrededor de un libro, periódico o cuaderno que nos tapa la cara.
El balcón es un lugar para disfrutar de las vistas, la brisa, el olor de las plantas y flores. Al mirarlos se puede saber algo sobre los dueños de cada apartamento.
Algunos no los usan y los tienen vacíos. Hay quienes hacen de ellos su patio delantero, o su gimnasio. Los hay con mesas familiares, algunas de mimbre, otras de aluminio, madera o plástico. Algunas mesas no parecen estar hechas para exteriores. Sin mayor diferencia de cómo son, unas se usan y otras no. Los más expertos tienen hamacas y las usan.
Los hay también minimalistas que tienen apenas un taburete, pero lo usan todos los días. Envidio la paz interior de quien se sienta allí a dejar pasar la mañana, a veces lo veo, no sé si es con un libro o cuaderno entre las manos, a veces nada.
Pero no solo es pasivo el estar en el balcón. También hacen ejercicio allí las parejas, él sin camisa, ella con lycras ajustadas. En nuestros tiempos, hay quienes ven sus series o películas de Netflix en la mesa del balcón hasta el amanecer. Si mucho se quiere, también allí se puede trabajar y será más grato que adentro.
En el balcón los códigos de vestimenta se flexibilizan, hay señoras que salen en camisón a regar sus plantas, cuando no saldrían así al pasillo, y señores que se asoman en sus pantalones deportivos, con los que no los verán ir a la tienda.
En un escrito reciente, Manuel Castells ejemplifica la solidaridad que debemos tener en nuestra sociedad del futuro diciendo que unas tapas en una terraza entre amigas, no necesitan mucho más y esa terraza, para mí, es un balcón.
El amor del panameño por su balcón es tal, que recientemente un tuit de Marixa Lasso sobre el tema, llegó a los mil likes. Pero en los edificios más recientes no se ven ya tantos balcones.
El balcón hace, como los que están en él, muchas cosas, sin que lo parezca. Al alejar a la pared del sol, refresca la casa con ventilación cruzada que entra por sus puertas y ventanas que suelen ser más anchas que las que se puede tener en una pared exterior. Es decir, un balcón implica, al menos, un alero y una puerta que se convierte en una ventana grande.
Tenemos centenares de balcones en Panamá. En el Casco Viejo, el más antiguo es de la casa Góngora, de 1760, y desde la colonia hasta el inicio de la República, pasando por el período departamental los siguieron teniendo las casas.
En la avenida Central en Santa Ana, destacan los balcones con estilo art decó y streamline, entre los mejores ejemplos: el edificio La Pollera, de Villanueva y Tejeira (1928) en la avenida Central y Salsipuedes, y el antiguo edificio de la Kodak Panamá, en la Central y calle 17, que data de 1946 y es diseño de Wright, Schay y Sander.
Luego, al migrar 'los de adentro' hacia Bella Vista, se hicieron balcones también, neovernáculos estos. En calle Colombia, entre calles 43 y 44, los edificios Sousa e Hispania (1935) diseño de Wright y Schay, son ejemplos notables.
En 1958, Calvin Stempel, discípulo de Frank Lloyd Wright, diseña el edificio de apartamentos Gloria Altamirano de Méndez en la avenida José Duque, en La Cresta, y no se puede dejar de mencionar aunque no aparece en estas fotografías. Cerca de allí está el edificio María Teresa o Tarraco (1961), en la avenida Cuba y calle 39, diseño de Schay y Holzer.
Algunos de los puntos altos de la integración del balcón a la arquitectura en Panamá están en El Cangrejo: el edificio Esses (1961), en calle G El Cangrejo, por Schay y Holzer; y el edificio Grimaldo (1972), frente a la plazoleta Einstein, diseño del arquitecto René Brenes.
El balcón ha continuado en la arquitectura panameña, pero parece haber dejado atrás su época dorada y estarse produciendo menos.
Por mucho tiempo, los edificios –ya sea más o menos logrados, más lujosos o menos– tenían sus balcones y todos los beneficios que conllevan. Se veían fachadas con balcones curvos o detalles en diagonal, otros completamente sobrios y rectilíneos, pero con la sombra, brisa y espacio que provoca un balcón. Sin haber indagado, estimo que fue en la década de 1990, cuando comenzaron a construirse menos edificios con balcones.
Ahora se ven muchas fachadas cuyas ventanas no cuentan con aleros, alféizares, maceteros, y con ello se pierde mucho del desempeño pasivo del diseño del edificio para mantener la temperatura interior equilibrada. A esas fachadas desprovistas, es frecuente verles grietas, rajaduras, mohos y otros daños por estar desprotegidos ante los elementos.
No solo han dejado de hacerse los balcones, los dueños de apartamentos que los tienen, los cierran. Extraño comportamiento expansionista para quienes somos de un país tan pequeño. Lo hacen sin saber que es para homogeneizar su vida, para tener más de lo mismo de su sala y no algo distinto para momentos especiales.
A mi apartamento le cerraron el balcón durante la construcción del edificio. Y sin embargo, allí donde debería estar, donde en otros pisos lo tienen, es el lugar favorito de sentarnos.
Hasta hemos girado los muebles para encarar la ventana. Es como vivir con el balcón que pudo ser. En el futuro, espero que sepamos diseñar y construir nuevos edificios que aprovechen este recurso, para que más personas puedan disfrutar y balconear.