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- 20/12/2019 00:00
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Con los primeros cantos de los gallos y el chirriar de los grillos amanece el pueblo de El Guabo, un pedazo de tierra fértil ubicada a cuatro horas de la ciudad de Panamá, en la Costa Abajo de Colón, un sitio donde las horas no parecen correr por la paz que se respira en cada uno de sus rincones.
Con el frío de la madrugada en sus narices y en sus cuerpos, los residentes inician una nueva jornada, muchos de ellos en la Zona Libre de Colón, otros tantos en las fincas de familiares donde se produce solo para el consumo diario y muy poco para la venta.
Y es que, a diferencia de otras provincias como Chiriquí, Coclé o Bocas del Toro, que han sido seleccionadas por el Banco Interamericano de Desarrollo como unas de las más competitivas del país por su turismo y actividad agropecuaria, Colón se queda muy atrás en ambos aspectos, no por falta de bellas playas o de lugares donde hacer turismo ecológico y mucho menos por falta de productos de alto consumo nacional, como el café, el arroz, el plátano, sino quizás por la falta de conocimiento de sus pobladores que no ven en sus terrenos una manera factible de generar ingresos.
“Los intermediarios sacan su café en cantidad y cuando los venden ganan miles de dólares, nosotros ganamos gabazo al lado de las ganancias de ellos”. Así describe Victorina, vecina del lugar, el trabajo de los compradores de las grandes empresas distribuidoras de café del país, quienes en el mes de septiembre, el mes de cosecha, llegan a estos poblados para comprar el café en cereza, seco o verde, al precio que mejor les parece, sin ley ni orden de alguna institución del Gobierno.
En El Guabo, la familia de Victorina, dama de 70 años, gana por una lata de café (un tanque de pintura de 5 galones), que equivale a 14 kilos, un máximo de 12 dólares, si está bien seco. Pero si no lo está, la ganancia puede ser entre 6 y 7 dólares por lata.
Estos tanques son transportados a caballo o al hombro por más de dos horas por los campesinos a través de caminos donde el lodo puede llegar hasta las rodillas debido a las lluvias que llegan y se van de la nada, donde los carros no pueden transitar y sea donde sea que esté el comprador, un recorrido de más de cinco kilómetros que puede tomar hasta seis horas a pie.
A diferencia de Chiriquí, donde crece la tan reconocida y alabada especie de café geisha de tipo arábica originaria de Etiopía, en El Guabo, a varios kilómetros de distancia en Colón, solo otra variedad del café sobrevive, el robusta, una semilla resistente que tiene su origen en África Occidental que no muere ante el clima tropical húmedo del lugar.
Durante todo este proceso de compra y venta que se da lejos de la ciudad, los habitantes de El Guabo siguen sin conocer el tesoro verde que sus fincas encierran, solo unos cuantos como Yuri, otra residente del lugar y miembro de la Cooperativa de Producción y Servicios Múltiples (Coopulag) del pueblo guardan la esperanza de que las cosas cambien.
“Aquí no hay unión, no es como en Chiriquí, donde los productores de café están unidos, las familias trabajan por un fin común, pero acá no, ni siquiera porque ahora mantenemos la torrefactora llevan el café a procesar”, señala Victorina desde su terreno, por donde camina con unas botas altas de caucho, camisa manga larga y una gorra.
La torrefactora, un armatoste eléctrico que seca, tuesta y muele, además de una selladora para el café empacado llegó a la localidad hace ocho años como parte de un convenio entre el Ministerio de Desarrollo Agropecuario y la cooperativa, con el objetivo de brindar una oportunidad de empleo e ingreso a los agricultores de esta comunidad de 200 viviendas.
“Cuando la máquina llegó todos estaban animados, todos traían su café y todos querían participar, pero con el tiempo la gente perdió la emoción y prefirieron seguir comprando café de afuera que el que sale de sus tierras”, agrega mientras mira los frutos verdes de los cafetos que empiezan a germinar. Para ella es imposible creer que sus vecinos prefieran comprar las bolsitas de un café distinto que las que produce la torrefactora que es más económico, más puro.
Por medio de la Coopulag se ha logrado vender el café de manera artesanal en las tiendas locales, los precios van desde $0.25 la bolsita más pequeña a $3 la libra.
A falta de un registro sanitario, las 25 familias miembros no han podido expandirse a otras provincias como lo ha hecho la Asociación de Caficultores de las Subcuencas de los ríos Cirí Grande y Trinidad del Canal de Panamá (Acacpa), en Capira, provincia de Panamá Oeste, con la marca Cuencafé, una iniciativa de la Autoridad de Canal de Panamá (ACP) que buscaba hacer más resiliente esta zona de la cuenca canalera, que presentaba “grandes” amenazas como la deforestación y el deterioro del agua, debido principalmente a prácticas agrarias no sostenibles y al crecimiento de la ganadería.
Según datos de La Estrella de Panamá, hasta el mes de agosto de 2018, los productores de este corregimiento cosechaban unos cinco quintales de café robusta pilado por hectárea sembrada, principalmente en las subcuencas de los ríos Cirí y Trinidad, donde se han establecido cerca de 1,322 fincas de café arbolado. Al día de hoy, el producto ha beneficiado a 16 comunidades de la subcuenca y se tiene previsto que el proyecto se extienda hasta el año 2028 con una inversión estimada de $20 millones.
Estos millones son los que no llegan a El Guabo, donde la ACP según los vecinos ha invertido pero de manera muy escueta con proyectos de tres años. “La ACP mata la maleza, nos da la semilla, el abono y el material para cercar los plantones, también el dinero invertido en peones, pero a veces no es suficiente porque después cuando acaban los proyectos quedamos con la cosecha y volvemos a corretear a los intermediarios” comenta Yuri mientras muestra los plantones verdes de robusta que crecen bajo la lluvia.
Muchos residentes se siente conformes con este apoyo, pero muchos otros como Yuri no, una lucha que solo se puede librar a primera vista con la unión de toda esta pequeña comunidad, que es muy poco reconocida y algunas veces olvidada por las autoridades de nuestro país que ha sido denominado por The Coffee Chronicler, un blog especializado en el consumo de café, como el mejor en muestras de café.
Según la publicación, Panamá sobresale con 29 muestras colocadas con puntuaciones superiores a 95 realizada en julio de 2018.
Por otro lado, en datos la producción de café en grano en Panamá ha disminuido en los últimos seis años (2012-2017) a una tasa anual promedio de -4.5%, según el estudio “Impacto económico de la industria del café en Panamá”, elaborado por la consultora Indesa.
A pesar de que todos los miembros de la Coopulac dicen no rendirse, aseguran que buscarán la forma de sacar sus productos adelante, para que algún día el nombre de El Guabo sea utilizado en las grandes campañas publicitarias de empresas, para que los campesinos no tengan que pasar tanto sacrifico para solo obtener el 5% de lo invertido y para que las plantas de café no sean un adorno en sus terrenos.