Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
- 11/05/2024 00:00
- 10/05/2024 19:25
Acabo de culminar la edición del libro Ellos siguieron a Omar, una mirada a manera de crónicas, semblanzas y reportajes, de fundadores del PRD, apenas conocida por los personajes invitados.
El lunes 6 de mayo, muy a la madrugada, pensaba que no valía la pena publicarlo debido a la contundencia de la derrota electoral que sufrió el partido, las gigantescas sombras que comenzaron a aparecer en los pronósticos de los analistas, las caras largas, unas, y escondidas, otras, de militantes o líderes, el resultado sorprendente de los resultados electorales, sobre todo en las proporciones que resultaron, por ejemplo, donde Zulay Rodríguez, en el imaginario, parecía haber derrotado solita al PRD (¿ Fue en verdad la diputada Zulay Rodríguez la que derrotó la maquinaria del PRD?), la sensación generalizada de que lo sucedido fue una verdadera hecatombe al interior del PRD, y el rumor pervertido de algún prestidigitador de oficio anunciando la desaparición de la organización política que hace 45 años se propuso fundar el general Omar Torrijos.
Apabullante de emociones resultaría la nueva correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional, vapuleado recinto de la democracia, en el que el PRD pasó de 36 sillas a 13 o 14. Igual asombro ocurrió con representantes de corregimiento y alcaldías.
No creo que haya habido apostadores de la política criolla que visualizaran de antemano semejantes resultados. Ni el propio líder independiente, Juan Diego Vásquez, ahora dueño aparente de un capital político colmado de rostros jóvenes e inexpertos, pero con ganas de hacer cambios, pudo haber medido estos resultados antes de que ocurrieran. Todo este panorama junto, me hizo pensar en la inutilidad de lanzar este libro.
Es imposible ignorar el tamaño de la crisis del colectivo, hoy confundido, y que, como es de esperarse, exige responsabilidades y juicios de alto valor para que quienes están o se pongan al mando, decidan su destino.
He creído, ante las adversidades, que si alguien nos dice: “¡No ombe que va, yo no cojo lucha!”, y luego agrega: “¡Vamos pa’lante!, esto significa que, estas expresiones, desgranadas así, sueltas con cierta rudeza y desparpajo, tienen un sentido de fortaleza y retrata nuestro ser colectivo, nuestra cultura anímica.
Debo confesar, por cierto, que esta enrarecida mañana de lunes, revolcándome en las dubitaciones, me pregunté si habría algunas almas, entre las 650.000 desperdigadas y vagando en pena del PRD, que quisieran leer este acopio de relatos, reportajes, crónicas y semblanzas, cuya finalidad es contar la historia de cómo se fundó el Partido Revolucionario Democrático, PRD, tal como lo recuerdan algunos de sus protagonistas, así como el aporte histórico de quienes ya no están con nosotros, pero que fueron personajes muy importantes en este propósito. También me asaltaba la imagen en televisión de los cientos de seguidores y militantes apostados en la sede del partido, la noche oscura del 5 de mayo, esperando a su candidato derrotado para animarlo y acompañarlo, aunque, como se vio, Gaby estaba sumido en una profunda amargura o tristeza o dolor, casi al borde de las lágrimas, lo cual me parece lógico y humano. El que gana es el que goza.
Aquí y ahora, en cuanto a mí se refiere, a la utilidad o no de este trabajo, que, valga decir está inspirado en convicciones íntimas y del oficio, ganó el optimismo, el “vamos pa’lante”, de modo que me dejé arrastrar por el “no cojo lucha” y, en medio de la lluvia y el opaco gris del cielo, una de estas tardes de la semana decidí que haría pública la obra, y pensé, asimismo, con mucho optimismo, como decían antaño nuestros campesinos, que, “tras la lluvia, sale el sol”.
El recuerdo del querido amigo Steve Anderson, asesor de bancada del PRD, entusiasta promotor de este trabajo, quien se nos fue sin siquiera saborear este libro, y a quien en parte se lo dedicamos, la imagen de los apasionados militantes en la sede del partido, la noche del estruendo, dispuestos a otras batallas, y las llamadas y mensajes inesperados del exministro Adolfo Ahumada y el expresidente Aristides Royo, quienes me expresaron sus opiniones favorables y alentadoras acerca de esta obra, alentaron sin vacilaciones el propósito. Entonces me dije: ¿Por qué echar al cesto de la basura un trabajo periodístico apasionante como este, escrito a varias manos y con tan nutrida y diversa presencia de personajes políticos?
No es una obra extensa, apenas de un poco más de 200 páginas, pensada para la memoria política del país, inspirada en el sueño quimérico de que los jóvenes, de pronto, en un acto de rebeldía con su peculiar estilo de ver y vivir el mundo, se animen a leer y a conocer parte del surgimiento de un partido político que ha construido, con sus actos y decisiones, con muchos defectos y aciertos, parte del devenir de la vida política nacional. Esto no está escrito para competir con la academia. Es un ejercicio periodístico y literario, una huella para la historia, si así lo determinan los lectores.
A esta labor de consumación del proyecto contribuyeron el profesor Jaime Ford González, el periodista David Carrasco, el comunicador Joaquín Vásquez, el investigador Eduardo Luis Lamphrey y el escritor y poeta Luis Flórez Karica.
Es un libro incompleto, injusto, como ocurre con este tipo de obras, porque no siempre están todos los que son. Y no son todos los que están, mas considero transparente su intención.
Por allí desfilan muertos y vivos, el ingeniero Ascanio Villalaz, el patriarca Gerardo González, el expresidente Aristides Royo, el exministro y diplomático Adolfo Ahumada, el empresario y dirigente Carlos Duque, el ingeniero César Robles, el líder Ramiro Vásquez Chambonnet, el expresidente Ernesto Pérez Balladares, el exalcalde Roberto Velásquez Arango, el periodista Rubén Darío Murgas, el exgobernador de Coclé Héctor Álvarez, la exministra Balbina Herrera, el académico Darinel Espino, el militante y asesor de bancada Víctor de Gracia Marcuci, la investigadora académica y ex diputada Argénida de Barrios, el historiador y poeta notable Álvaro Menéndez Franco, el doctor Juan Materno Vásquez, el destacado dirigente Rómulo Escobar Betancourt, y el dirigente y exministro Mitchell Doens. Ellos cuentan cómo fue su infancia y adolescencia y cómo llegaron a convencerse del ideario torrijista, y a participar, de una y otra manera, en la fundación de este aparato político, cuya permanencia en la vida política nacional ha hecho historia.
Hay un propósito que se cumple en este volumen: cada uno de los protagonistas representa la diversidad política y social, pero también, a su vez, en el desempeño de sus roles, se configuran los pasos decisivos de la construcción del ideario torrijista desde el propio gobierno. La admiración hacia el líder Omar Torrijos se descifra aquí, en estos relatos, porque ponen en evidencia lo que soñaba y quería el general Torrijos, su enorme ingenio, el talento para descubrir liderazgos, su rapidez mental, su capacidad inmediata para decidir, su paciencia para convencer a los adversarios de las bondades de su revolución, su olfato, y sin duda, su remarcada sencillez.
A este libro puede que le falten páginas y personajes, pero la criatura ya nació. Solo esperamos que crezca.