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- 27/10/2024 00:34
- 26/10/2024 18:06
El racismo es una ideología que sostiene la creencia en la superioridad de una raza sobre otra, justificando la discriminación y el trato desigual, basado en características raciales. Históricamente, ha tenido profundas raíces en diversas sociedades, a menudo ligado a cuestiones de poder, economía y cultura.
¿Son los “blancos” más inteligentes que los “negros”? ¿Son los judíos taimados y avaros? La intolerancia y la violencia a través del racismo incluyen la esclavitud, el nacionalsocialismo en Alemania, el apartheid en Sudáfrica o los genocidios de Ruanda y Bosnia. Pero el racismo no sólo es erróneo desde el punto de vista teológico; no sólo va en contra de la dignidad de los seres humanos, que garantiza sus derechos humanos, sino que las investigaciones genéticas más recientes también demuestran que toda la clasificación en razas carece de fundamento. Desde el punto de vista biológico, todos los seres humanos pertenecen a una misma raza. Por ejemplo, cuando uno necesita una transfusión de sangre, no debe buscar un donante de su “raza”, sino alguien con el mismo grupo sanguíneo, que trasciende todas las “razas”.
Históricamente, muchas teorías han justificado el racismo. Las teorías biológicas en el siglo XIX y principios del XX afirmaban que las diferencias biológicas justificaban la superioridad de ciertas razas. Estas ideas se basaban en interpretaciones erróneas de la evolución y la genética. Sobre todo, por intereses económicos y políticos, las élites han utilizado el racismo como herramienta para dividir a las clases trabajadoras y mantener el control político y económico. El racismo viola principios fundamentales de derechos humanos, que abogan por la igualdad y dignidad de todas las personas, independientemente de su raza.
En contra del racismo tenemos la ciencia y la genética, ya que la investigación científica ha demostrado que las diferencias genéticas entre grupos humanos son mínimas. Un estudio de genética poblacional concluyó que 99.9 % del ADN humano es idéntico en todos los seres humanos y que la diversidad dentro de un grupo racial puede ser mayor que entre diferentes grupos. La diversidad cultural enriquece a las sociedades; fomenta la creatividad, la innovación y el entendimiento mutuo.
Aunque en la antigüedad el racismo tal como lo entendemos hoy no existía, ya había formas de discriminación basadas en etnias y nacionalidades, como en la antigua Grecia y Roma. En el siglo XV, el colonialismo europeo y el comercio transatlántico de esclavos impulsaron una forma brutal de racismo que justificaba la explotación de africanos y otros pueblos. A lo largo de la historia, algunos grupos han utilizado la religión para justificar prácticas racistas. Por ejemplo, durante el colonialismo se argumentó que la expansión y la conversión de “pueblos inferiores” era un mandato divino.
En el siglo XIX la pseudociencia proliferó promoviendo la idea de razas “superiores” e “inferiores”, mientras que con el nazismo y Holocausto del siglo XX el racismo alcanzó niveles extremos y justificó genocidios con base en teorías raciales, resultando en la muerte de millones de personas.
A mediados del siglo XX surgieron movimientos por los derechos civiles en diversas partes del mundo que lucharon contra el racismo institucional y promovieron la igualdad, como en EE. UU. y Sudáfrica, con el fin del apartheid.
También hay teologías de la supremacía racial, ya que, en ciertos contextos, se han desarrollado teologías que interpretan la Biblia de manera que apoyen la supremacía blanca u otras formas de racismo. Estos usos son ampliamente rechazados por la mayoría de las denominaciones cristianas modernas y la mayoría de los científicos y antropólogos considera que las diferencias fenotípicas, como el color de piel, son adaptaciones a condiciones ambientales y no son indicativas de “superioridad” o “inferioridad”. Los humanos han demostrado una notable capacidad de adaptación a diferentes entornos.
En 1948, la Asamblea General de la ONU adoptó una resolución en la “Convención sobre la prevención y la sanción del crimen de genocidio”, que entró en vigor en 1951. En el marco de la ONU y del derecho internacional, el genocidio es el delito más grave. Además, y a diferencia de una guerra de agresión, está claramente definido y es algo para lo que se utilizan tribunales y cortes penales internacionales. También se puede perseguir por países distintos a los sometidos a él. La condena del genocidio, generalmente basado en racismo, ha ido adquiriendo cada vez más importancia práctica.
En conclusión, el racismo es una construcción social que ha sido desmantelada a través de la ciencia, el activismo y el avance en los derechos humanos. La lucha contra el racismo sigue siendo crucial en el mundo actual, ya que persisten muchas formas de discriminación. Promover la educación, el diálogo y la empatía es fundamental para construir sociedades más justas e inclusivas.