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- 18/12/2016 01:00
Un regalo para Navidad
La Navidad es el mejor regalo que Dios le ha dado a la humanidad. Es un regalo inimaginable porque Dios viene para estar con nosotros.
La omnipotencia, la majestad, la grandeza, la eternidad que representa Dios, se hace criatura en Jesús y entra en nuestros cuerpos.
Definitivamente, esto es algo incomprensible humanamente pero es una realidad confirmada.
Todo lo que sabemos y nos dicen sobre ese Dios, se ha escrito después de que vino al mundo. Es una revelación comprobada y ese es el gran regalo.
Ahora, ¿para qué sirve ese regalo? Sin duda, para que en medio de todos estos líos, problemas y ansiedades que enfrentamos en la vida corriente, tengamos la certeza que Dios está con nosotros y quiere ser la respuesta a todas nuestras preguntas existenciales: ¿quién soy, de dónde vengo y a dónde vamos?
El nacimiento de Jesús en Belén nos manifiesta además que Dios perdona, olvida y destruye el pecado. Es decir, Dios lo perdona todo y borra absolutamente todo lo malo de nuestras almas y consciencias. Y esa debiera ser la intención de la Navidad, de recibir la buena noticia y agradecer a Dios por el regalo del perdón para todos.
Pero es lamentable que en esta época de fin de año la gente se dedica a cosas mundanas y pierde la brújula sobre las bondades del espíritu.
El exagerado consumismo, la distracción entre luces y tragos, así como el distanciamiento con el dolor humano y la desatención con los signos de los tiempos, desplazaron los aspectos fundamentales de la Navidad.
Y en consecuencia, hemos perdido el sentido de la vida, lo cual es una amenaza porque en la medida que nos separamos del espíritu, cada vez nos volvemos más insensibles e inhumanos.
Pareciera que en estas fechas lo único que nos importa es ganar, gastar y comprar. Por eso, la pregunta clave aquí es: ¿qué se gana si al final todo se pierde? O más crudamente, ¿para qué ganar si se pierde el alma? Los jesuitas nos enseñaron algunos conceptos básicos de fe y filosofía. Y al estudiarlos, especialmente asuntos sobre la vida de aquellos primeros soldados de la Compañía de Jesús, entendimos que cada uno de ellos tenía sueños y metas, pero que luego de encontrarse con el verdadero fundamento de la visa, se doblegaron ante la idea de qué vale ganarlo todo si al final no llena el alma. Y de allí el énfasis siempre de preguntarse, ¿qué constituye al ser humano?
Desde un enfoque simple, el ser humano es lo que está entre lo finito e infinito. Pero Pascal escribió que también que un ser es aquel que se supera infinitamente a sí mismo. Baltasar señaló además que somos un ser con un misterio en el corazón que es mayor que nosotros mismos. Ortega y Gazel dijo posteriormente que lo más valioso del ser humano es su capacidad de insatisfacción.
Carl Raner, quien sufrió del calvario de los campos de concentración nazis, reconoció que el ser humano alcanza su madurez cuando se encuentra a sí mismo y da una respuesta al sentido último de su existencia.
Pedro Arrupe, quien llegó a ser Superior General de la Compañía de Jesús, expresó que la meta del ser humano es estar dedicado todo el tiempo a investigar el fundamento de la vida y descubrir para que hemos venido. Jaime Roig, quien dictó por muchos años aquí en Panamá los Ejercicios Espirituales en Emaús, comentó que la persona humana es la que reconoce que la originalidad de la vida no está en la realidad sino en nuestra capacidad de asombro. Y Unamuno lo sintetiza todo al apuntar que el ser humano simplemente es aquél que se pregunta dónde está Dios.
Entonces, es de entender y sentir que la naturaleza humana se define por la sed de Dios, de siempre saber y siempre esperar. En otras palabras, lo que buscamos en el fondo como seres humanos es estar con un Dios que sabe más que nosotros mismos. Y es así, y solamente así, que podemos explicar esa sed que tenemos de querer la felicidad absoluta.
Aprovechemos pues estos días de diciembre para entablar una relación espiritual con Dios, sea quien sea y como cada uno lo conciba, y juntos esperemos como seres humanos que la vida tenga más sentido. Y ese es nuestro mejor regalo.
JAVERIANO, 1975