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- 03/05/2018 11:10
Enfermedades laborales y baja productividad
Hace unos siete años dictaba un curso sobre las enfermedades que puede padecer un soldador por simplemente ejercer esta digna labor. Al describir un padecimiento común, la fiebre de los humos metálicos por la exposición a mayormente el cinc que se desprende de piezas galvanizadas con sintomatología muy parecida a la gripe, uno de los participantes con visiblemente más experiencia que el resto me interrumpió, y dirigiéndose al resto de sus compañeros que desplegaban mucho más juventud, exclamó: “cuando soldábamos en los túneles de la Hidroeléctrica Fortuna en Chiriquí en los años ochenta, sufríamos de constantes fiebres, y nosotros los soldadores siempre pensamos que era por la humedad o por la profundidad en la que trabajábamos. ¡Nadie nos dijo que era por la exposición a esos humos! Póngale atención a lo que dice el instructor ya que Uds. aún están a tiempo de no quedar como yo”.
Estaba claro que el señor quería pasar algún trozo de sabiduría. Seguro sufría de algunos padecimientos por años de trabajo sin conocer o seguir estándares de seguridad y salud básicos para su protección. Esto a su vez, también afectó su productividad y por ende el rendimiento de la empresa. Este evento lo recuerdo con claridad y me motiva a seguir mi vocación por la prevención de enfermedades laborales para preservar la salud de nuestra fuerza laboral e incrementar las utilidades de las empresas. A esta profesión se le conoce como higiene industrial u ocupacional.
Escribo este artículo dentro del marco del día de la seguridad y salud del trabajo que impulsa la Organización Internacional del Trabajo (OIT) todos los 28 de abril. Cada año desarrollan un tema al cual se le quiere dar relevancia y la campaña del 2018 es la de promover la seguridad y salud en los trabajadores jóvenes (entre 15 y 24 años) que apenas ingresan en el mundo laboral, así como la erradicación del trabajo infantil. Según la OIT, la población que ingresa al mundo laboral por primera vez se lesionan hasta un 40% más que los trabajadores adultos (más de 25 años) ya que conllevan unos riesgos particulares entre los cuales se encuentran: subdesarrollo físico y psicológico, falta de experiencia y capacitación, poca conciencia sobre el peligro, y vulnerabilidad para negociar aceptando así los trabajos más peligrosos o condiciones insalubres.
Pero mi intención es llamar la atención en otra arista dentro del campo de la salud ocupacional. Este año hemos sido testigos una vez más de varios accidentes laborales de los cuales nos hemos enterado a través de los medios y redes sociales. Cuando a un trabajador lo aplasta un vehículo pesado, sucumbe a gases tóxicos dentro de una excavación, electrocutado, o enterrado por un alud, es un hecho lamentable y se le da la cobertura mediática que probablemente merece ya que la causa-efecto es aparentemente clara e inmediata y los detalles justamente llaman la atención. Pero, ¿qué pasa cuando ocurre una fatalidad o discapacidad permanente por enfermedad laboral?
Estas pasan por desapercibidas ya que la causa-efecto es difícil de discernir por las muchas variables que se pueden dar: la exposición al agente tóxico pudo haber ocurrido muchos años atrás, el trabajador laboró en varias empresas o hasta en diferentes industrias, el periodo de latencia de la enfermedad puede ser de décadas dependiendo del agente, y otros factores de confusión que suman o multiplican los efectos adversos a la salud cómo el tabaquismo y otras exposiciones no laborales.
Aunque los accidentes en el lugar de trabajo son los que más cobertura reciben, estos son la proverbial punta del iceberg. La OIT ha estimado que más trabajadores mueren por enfermedades laborales que por accidentes de trabajo, a razón de 6.5 a 1. Es decir, por cada fatalidad por accidente en el ambiente laboral, 6.5 se mueren por enfermedades que adquieren por exposición a agentes químicos, físicos, biológicos y psicosociales en el lugar de trabajo. Los que sobreviven y se mantienen en el mercado laboral, le cuestan a las empresas porque los empleados enfermos están correlacionados con absentismo, “presentismo” (voy a trabajar pero no produzco y distraigo a mis compañeros), alta rotación, dificultades de relación, baja calidad de productos y servicios, y ¡también ocasionan accidentes!
Alrededor del mundo, entre las enfermedades ocupacionales más comunes son la neumoconiosis (enfermedades pulmonares causadas por inhalación de gases, vapores, partículas, polvos, y fibras), trastornos musculo-esqueléticos (por ejemplo, lumbalgias, túnel del carpo, bursitis y tendinitis por sobresfuerzos, movimientos repetitivos y posturas inadecuadas prolongadas) y riesgos psicosociales (estrés en el trabajo). Además, podemos incluir la hipoacusia (disminución de la capacidad auditiva) por exposición a altos niveles de ruido que recientemente también ha sido vinculada a enfermedades del corazón y niveles elevados de colesterol. Estas enfermedades no siempre son fatales, pero el que las padece, sabe que actúan en detrimento de la calidad de vida de un ser humano y por ende de su capacidad de ser productivo. Para nuestro país, su tratamiento tiene un costo económico importante en nuestra sociedad, los cuales se pueden mitigar a través de la inversión en la prevención a un costo mucho menor, como cualquier otro problema de la salud de alta incidencia en una población.
Aunque no suene muy razonable, la misma relación de enfermedades y accidentes ocurre en la industria de la construcción. Por esta razón, se creó un estándar internacional para el manejo de sustancias químicas en los trabajos de construcción y demolición de estructuras, el cual contiene recomendaciones para prevenir enfermedades ocupacionales en este ámbito. Actualmente en Panamá, cuando el sector de la construcción estudia como reactivarse, un énfasis en la prevención de accidentes y enfermedades puede marcar la deferencia a la hora de hacer un proyecto más rentable y ganar eficiencias en sus procesos.
Este año también se marca un hito importante en materia de seguridad e higiene ocupacional, ya que se aprobó y publicó la norma ISO 45001: 2018 “Sistemas de Gestión de la Seguridad y Salud en el Trabajo” que nos pone al mismo nivel de otras gestiones como calidad y medio ambiente ya existentes. Este sistema insta a una gestión organizada con un énfasis en el liderazgo, participación, documentación y mejora continua, para minimizar riesgos e incrementar rentabilidad y sostenibilidad.
El calendario está lleno de campañas que marcan una u otra causa y todas tienen su propio mérito. Este año, el 28 de abril, no abogo por que los trabajadores simplemente regresen a casa sanos y seguros después de su faena laboral (el eslogan de muchas empresas). Yo sueño y lucho por el derecho a un trabajo en el que te impulse a tener “salud,” que según la Organización Mundial de la Salud, es un “estado de completo de bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.”