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Al final de este escrito amigo lector usted tendrá no solo una visión más clara de lo que es un psicópata, sino que, además, a su mente le llegarán rostros muy claros de personas que han pasado por la historia universal o local que cumplen con absolutamente todos los criterios que le compartiré.
Para iniciar, y de forma sencilla, le detallo qué es la psicopatía: No es una enfermedad, es una condición del comportamiento humano. Como no es enfermedad no existe cura, nacen no se hacen. El mayor incentivo de un psicópata es el poder, fortuna o fama, se alimentan de la incertidumbre, miedo o terror que causen, solo piensan en ellos y no en el bien común.
Esta condición va amarrada si o si a otro perfil letal de personalidad llamado narcisismo, condición que los hace ser manipuladores por excelencia, superficiales, presentan delirios de grandeza, carecen de remordimiento o empatía, rara vez se hacen responsables de sus actos y culpan a otros de las consecuencias, son impulsivos, carecen de moral o código de conducta (por algo se les llama depredadores sociales o morales) y, en casos extremos, presentan una marcada conducta antisocial.
Se creen con mayor facilidad sus propias mentiras porque distorsionan la realidad para beneficio propio y, lo más significativo de su personalidad, es que NO toman decisiones basándose en principios morales o éticos, sino en su capacidad estratégica de conseguir lo que desean.
El 99% de los psicópatas en el mundo no están en las cárceles y ejercen profesiones tan comunes como cualquier otra persona, es más, solo el 1% está clínicamente diagnosticado. Entre las carreras donde pueden mimetizarse y desplegar todo su potencial destructivo se encuentran aquellas que están relacionadas a finanzas, medicina, seguridad y claro, política.
Por las particularidades que ofrece el ejercicio de la política a nivel mundial y, por cómo se va desarrollando en cada etapa de su acción, es uno de los terrenos más fértiles donde una persona con todos los rasgos descritos anteriormente puede entrar con facilidad aterradora y, si logra un puesto dentro de las plazas gubernamentales, adquieren dos herramientas claves que, de no saberse administrar terminan siendo sus armas más destructivas: poder y recursos económicos.
Cuando el poder y los recursos económicos se alinean con la manipulación, la falta de moral, ética, carencia de empatía y delirios de grandeza, nacen monstruos de la talla de Putin, Ortega, Maduro, Castro, Kim Jong Un, Pol Pot, Hitler, Al-Asad, Saddam Hussein, Pinochet, Noriega, Fulgencio Batista, François Duvalier, Somoza, Trujillo, Fujimori, Franco y Trump. Y con ellos, los libros de historia dejaron registrado algo en común: Lo que no pueden controlar, o lo roban o lo destruyen.
Para ponerle un ejemplo muy actual y, como un perfil letal, juega con su potencial destructivo como ficha de ajedrez en un tablero de estrategias hablemos de Trump: el 51% de la población votó por él en las últimas elecciones con pleno conocimiento de quién es, es decir, medio EE.UU. cayó ante su manipulación sin que fuera un factor importante la catadura moral de su líder. Les dio igual que fuera un delincuente convicto, un incitador de la toma de Capitolio, que se negara a aceptar el resultado de las elecciones anteriores en las que perdió, que aún tiene juicios pendientes por lavado de dinero, robo de datos clasificados en la Casa Blanca o acoso y, sumado a todo ello, como candidato, prometiera dentro de su campaña que deportaría a 11 millones de inmigrantes que no tuvieran regularizada su estancia en el país, lo que supondría una “caza” sin precedente en las democracias. Por otra parte, ha prometido venganza sobre todos aquellos que, por un motivo u otro, se opongan a sus prácticas corruptas o claramente deshonestas. Según el Washington Post, Trump realizó durante 601 días de campaña 5 mil declaraciones falsas y a mediados del 2024, llegó a 29,508.
¿Esto es nuevo en la política? No, lo invito a releer los libros de historia romana y su senado, a leer la biografía de emperadores como Calígula, Tiberio o Nerón, las conquistas y guerras medievales o, si quiere algo más reciente, lea El Príncipe de Nicolas Maquiavelo y verá como este libro es una guía básica para el actuar de la mayoría de políticos actuales.
Un candidato psicópata que usa como herramienta los medios tradicionales o digitales, tomará las incertidumbres, deseos y necesidades de un pueblo para crear falsas promesas que, con el tiempo veremos en la lista de “no cumplidas”.
Uno de los rasgos definitorios de nuestro presente que facilita que un psicópata llegue a tener poder es la pérdida de valores y su relación directa con la fragilidad en la preservación de normas morales sobre las que deben desarrollarse las relaciones personales e institucionales.
Las dos únicas armas de defensa contra una mente psicópata, maquiavélica, narcisista, manipuladora, mitómana y megalómana es: 1) la educación de calidad; 2) un núcleo familiar sano donde los valores, la ética y moral jueguen un papel determinante pues, solo una mente pensante, analítica, con vasta cultura general, criterio y llena de entendimientos basados valores positivos puede hacerle frente a una mente distorsionada que, al encontrar un muro de contención impenetrable, suele replegarse.
Lastimosamente debo decírselo, ese muro no puede ceder en lo más mínimo y dejar una pequeña rendija descuidada ni sentarse en sus laureles. Tan solo recuerde la historia del Caballo de Troya, donde Odiseo solo necesitó la confianza de los troyanos para que luego, un psicópata megalómano como Agamenón la quemara por puro placer.
En ese muro no puede haber papeletas de “juega vivo”, “que hay para mí”, “robó, pero hizo”, “si todos lo hacen por qué yo no” pegadas con una goma barata llamada “manipulación” en sus cimientos porque, de quedarse ahí, tapará lo que tomó años construir y mantener... ¡Se lo dejo de tarea!