Así se vivió el emotivo funeral del papa Francisco. El evento reunió a mas de 200.000 personas en la Plaza San Pedro, con la presencia de 130 delegaciones...
La Universidad de Panamá (UP) no es cualquier centro de estudios del país. Fundada en 1935 para dar respuesta a la demanda de profesionales a la todavía joven República, se convirtió en pieza indispensable en la construcción del Estado-nación panameño. No hay universidad que haya formado más presidentes, magistrados, deportistas, científicos y profesionales, como la UP. Además, desde un inicio, con un profundo sentido humanista, científico, nacionalista y de defensa de la educación pública. Señor presidente, las aulas de la UP han sido protagonistas de las más grandes epopeyas por la soberanía. Espacio de discusión en rechazo del nefasto Convenio Filos-Hines (1947) que expandía las bases estadounidenses, fue bastión de lucha de los jóvenes del 9 de enero (1964), centro de debates de los Tratados Torrijos-Carter (1977); refugio de quienes adversario la dictadura militar, incluyendo a miembros de la cruzada civilista de la que usted formó parte; en democracia ese rol siguió. Ni siquiera en la pandemia del covid-19, la UP abandonó al país, al continuar dictando sus clases con costo mínimo a la población, conservando el sentido popular desde su origen. No hay duda de que la UP necesita reformas profundas de forma y fondo, además, debe con urgencia atender el problema de los infiltrados en las protestas, la violencia no es el camino. Pero jamás esas fallas serán una excusa para tachar de “guarida” o “terrorista” a la principal casa de estudios de Panamá, de la misma forma como lo hace Donald Trump en EEUU con la Universidad de Harvard, y lo han hecho los regímenes autoritarios de Venezuela y El Salvador. Estigmatizar el disenso es peligroso para la democracia. En momentos de tempestades geopolíticas y crisis, Panamá no puede darse el lujo de cercenar las libertades en las universidades.