Un gobierno que no sabe comunicar y, aún peor, es incapaz de escuchar, se expone a perder rápidamente su credibilidad ante la sociedad. El presidente, José Raúl Mulino, asumió un riesgo político alto al enfrentar en sus primeros meses de gestión el problema de la Caja de Seguro Social, luego de años de negligente olvido. Una decisión correcta y audaz, pero huérfana de una comunicación congruente. No es lógico pensar que una propuesta con componentes tan polémicos como el aumento de la edad de jubilación o la cuota patronal sería recibida sin generar un intenso debate. Si las reformas requieren sacrificios, estos deben ser consensuados, debidamente explicados en todos los espacios de difusión posibles y plantearse desde una visión de diálogo directo y firme, pero sin imposiciones. Las inconsistencias en la divulgación, la escasez de voceros y un discurso que no invita a la concordia, dejan visible la falta de una estrategia de comunicación coherente. Incluso, despierta dudas sobre si dichas fallas encuentran un hilo conductor entre quienes, dentro del Palacio de las Garzas, buscan perjudicar un proyecto insignia de Mulino. Si hay disposición de rectificar, el momento es ahora.

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