Hace apenas unos meses, los presidentes de Panamá, José Raúl Mulino, y de Colombia, Gustavo Petro, acordaron trabajar en una estrategia conjunta contra la migración irregular por la selva del Darién. Sin embargo, hay puntos trancados dentro del proyecto. Pese a que el país suramericano ha demostrado las intenciones de colaborar, el cruce de información entre ambas entidades de migración no está fluyendo. Esto implica que Panamá solo conoce quienes llegan al Centro de Recepción de Migrantes (Lajas Blancas o Bajo Chiquito) pero no quienes salen de Colombia y cruzan o se quedan en la selva. Hay que tener en cuenta que el Clan del Golfo sigue dominando el tráfico de migrantes hacia EE.UU. y que el Tren de Aragua - banda criminal venezolana- sigue extendiendo sus tentáculos en la región, y si no existe cooperación bilateral, estas organizaciones se afianzarán más. Esto plantea importantes cuestiones de seguridad para el país y todo el continente. Mientras la escalada de violencia y desidia siga expulsando a miles de personas de Venezuela, Ecuador, Colombia la migración seguirá. Que no se pierda de vista que la inmigración como fenómeno es, más que un problema, una realidad que hay que gestionar. El reto es común para todos los países afectados y su actuar determinará en gran medida su futuro. La crisis migratoria necesita un esfuerzo en conjunto y que las partes comprometidas cumplan su palabra.

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