La reunión de este miércoles 13 de noviembre en la Casa Blanca entre el presidente saliente de Estados Unidos, Joe Biden, y el mandatario electo, Donald...
Parafraseando al Dr. Mateo Iturralde (“Yo no vendo mi patria”), en protesta ante el proyecto que lesionaba la soberanía territorial, pronunciada en el Congreso Colombiano en 1867 y que aunada a : “Ni millones ni limosnas, queremos justicia”, de Remón Cantera (mayo 1954), quedan incrustadas en el altar de la patria como gestos de probidad del encuadre como perfil político de sus autores, digno de imitar por nuestra clase política.
El panorama político - electoral que nos involucra a todos, vislumbra un forcejeo manipulador de voluntades, practicado por todas las corrientes y grupos que se disputan el poder para controlar los diversos espacios claves de la administración pública. El dominio a través del acaparamiento del voto popular es el gran reto y para ello, se empleará toda clase de astucia, artimañas y dinero.
La compra y venta del voto es una práctica denigrante e inmoral, amparada en la complicidad de intereses personales que carcome lentamente los cimientos democráticos y generalmente terminan corrompiendo a todo un sistema y estructura de Estado; atentando finalmente con el civismo colectivo de justos y pecadores, encarnado en el que compra la voluntad del sufragio y el que vende su voto.
Esta vieja costumbre es una de las tantas piezas del fraude electoral, instituida por elites partidistas y grupos políticos que terminan financiando su inversión del propio erario público, en detrimento del bien común; convirtiéndose en un componente normal en casi todos los torneos electorales, con el aval de los gobiernos de turno (supremo, consejo o Tribunal Electoral) y grupos sociales (partidos políticos, empresarios, etc.), que se disputan el poder.
El voto escrutado con civismo, es la oportunidad con legitimidad intrínseca que tiene el ciudadano, por muy humilde que sea, para manifestar, a través de la discrecionalidad del sufragio, su decisión política. De aquí pende la autoridad moral por el cumplimiento de su decisión, para exigir rendición de cuentas a ese funcionario elegido por la voluntad popular. Esta es la única vía que nutre a un Estado de derecho y promueve la equidad social.
Debemos instruir a nuestra juventud y al resto de una sociedad descarriada por el juega vivo, para que haga valer el derecho de autodeterminación y no prestarse para que un individuo mediocre, ascienda a un cargo público de elección, sin la mínima vocación de servicio y compromiso ciudadano, quien al final de cuenta, no legislará a favor de políticas dirigidas a mejorar el bienestar social, porque compró el puesto con todas las prerrogativas y cree no deberle nada a nadie.
Sin embargo, una vieja práctica - del clientelismo criollo - que consiste en aceptar todo lo que el marketing político ofrece y luego votar por el candidato del partido de tu preferencia, con el patrocinio de tus propios impuestos, en beneficio de una candidatura y proyecto político ajeno a tu voluntad y aspiraciones, no tiene cabida, con las expectativas y necesidades de estos tiempos.
Por ello, el obsequio de chuchería y otras regalías que incluyen rifas de casas y carros, licor y cajas de huevos entre otras, para distraer y sobornar al electorado en vez de invertir tiempo e ingenio en la promoción de una propuesta viable y cónsona con las demandas, debe ser el freno de mano para que el ministerio de Economía, la Contraloría y el Tribunal Electoral pongan control y fiscalización en los recursos del Estado y la transparencia del torneo electoral. Por eso, yo no vendo mi voto.
Sobre este tema se pronunció el Dr. Carlos A. Mendoza, en La Estrella de Panamá, en de 1912: “Estimo que la ley sobre elecciones populares necesita de reformas sustanciales que faciliten y aseguren, con la mayor pretensión, la efectividad del sufragio universal. En los pueblos y países libres, son los comicios el más alto jurado, por medio del cual se dedican o ponen en vía de solucionarse de un modo pacífico las más graves cuestiones que interesan al bienestar común; entonces aminorarán los elementos morbosos que suelen perturbar la marcha de la sociedad política, especialmente en su periodo de incipiente formación, y la vida nacional transcurre fácil ,progresiva, y dado es contemplar el hermoso espectáculo de la ley, del orden y la libertad”.