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- 15/11/2022 00:00
Las vueltas de tuerca de Enrique Jaramillo Levi
Desde hace muchos años reconozco en el panameño Enrique Jaramillo Levi a un minero avezado, alguien que conoce y perfecciona a fondo el arte de excavar, que siempre nos sorprende encontrando una gema donde (parecía) no había nada. Su terreno -su metro cuadrado de bosque, como diría el biólogo George Haskell- es la vida misma, con su grandeza y sus miserias. Es la vida entendida como lo que se percibe y se siente, pero también la ineluctable realidad de la imaginación. Su reciente libro, “Vuelta de tuerca: 100 cuentos” (Indeleble Editores, Guatemala, 2021), funde, confronta, imanta y tensa estos dos polos (ficción y realidad, imaginación y experiencia) como el anverso y reverso de una misma fuerza que nos atraviesa. Es una exploración de lo vital, desde sus temas y preguntas urgentes e inagotables, como el amor y la muerte, hasta las moléculas imperceptibles que entraman y transforman nuestra vida cotidiana, lo que somos, lo que vemos.
Este nuevo libro de Jaramillo Levi golpea por su intensidad, su alto espesor literario. Es algo difícil de explicar. Los cuentos, desde el comienzo, saltan a la vista por la complejidad de su mirada, por su capacidad para la contradicción y la duda. La escritura es espesa, jugosa, tiene densidad. Hay que analizar todos los elementos que confluyen en esas pocas palabras para entender la complejidad de esa prosa a la que no se le ven las costuras. Y es que “Vuelta de tuerca” nos sumerge en un universo orgánico. Su núcleo conceptual es uno, pero proyecta acá y allá la variedad prismática de un caleidoscopio. Página tras página, nos vamos encontrando con distintas manifestaciones de lo que podríamos llamar realista, pero inmediatamente se mezcla con lo paradójico y lo imaginario: la literatura y la vida misma se confunden, los sueños que saltan la valla de sus límites y deambulan a nuestro alrededor. Se trata de la constante oscilación entre la narración realista, la fantástica, la onírica, la sociológica, la metafísica, la del absurdo e incluso la metaficcional Nos da pistas en “Escritura haciéndose”, un texto que funciona como una suerte de obertura metapoética, una documentación de los procesos, una invocación al ritual de la escritura. Es la ficción convocada, imaginada, que comienza a desplegarse lentamente, sinuosa e insinuante, hasta abrirse frente a nosotros. Las palabras se enlazan, se imantan, se seducen. La materia que se adensa, se vuelve sustanciosa y poliniza sus connotaciones:
El erotismo es otro de los grandes temas de este libro. En un artículo publicado en el periódico panameño “La Estrella de Panamá”, Jaramillo Levi explica que resulta fundamental entender que, al conceptualizar el erotismo, el cuerpo, de una manera u otra, es el principal objeto (dador o receptor, o ambos) de atracción; pero no menos importante es al mismo tiempo la actividad de la mente, de la imaginación que se desata tímida o descarnadamente adelantándose a los hechos (y luego acompañándolos) junto a ese intermediario ineludible que fluye sin interlocuciones valederas entre ambas instancias: el deseo. Sin estos tres elementos –agrega- no puede producirse el fenómeno erótico, lo que significa que en un texto literario cuenta, en mayor o menor proporción, con el cuerpo, la mente y el deseo. Así, Jaramillo Levi pone en contacto objetos, personas, situaciones entre los que no percibíamos ninguna relación y de algún modo hace saltar la chispa, va marcando un mapa de caminos misteriosos. Todas las artes aparecen convocadas por la palabra: la música, la escultura, la danza acompañan, enmarcan, explican o subrayan el desarrollo del relato. Y Jaramillo Levi domina, además, ese secreto del buen cuentista: el arte de contar una historia mientras se finge contar otra.
Este versátil autor transmite lo insaciable del deseo, de la decepción y la alegría, de la enorme soledad de sus protagonistas, de su capacidad de lanzar la palabra hacia un blanco imposible, con plena conciencia de que nunca va a poder expresar exactamente lo que desea, apuntando con la precisión absoluta de quien sabe que el blanco ya no importa, sino la trayectoria de la flecha. Estos cuentos nos presentan un universo de voces sugestivas, diferentes entre sí, que el autor rescata con oído sutil y con inteligencia narrativa. Cada personaje, cada cuento, pulsa una cuerda diferente y sin embargo los sonidos son armónicos, concurren en una melodía única.
El goce de la palabra se demora en la íntima descripción de un gesto, de una sensación. Alerta a las percepciones, la prosa se desliza por sonidos y asperezas, por terciopelos y sabores. Las voces del deseo, los juegos alegóricos, los amores posibles-imposibles, el entrelazarse de las palabras y los hechos, constituyen la variada materia de este excelente libro de cuentos que nos llega desde Panamá, y que es también una ofrenda a los esquivos dioses de la poesía.