• 29/08/2024 23:00

Voluntad

El país necesita de ciudadanos con voluntad y con el coraje de enfrentar los problemas para ofrecer soluciones. Pero, gente de verdad, con capacidades reales. Es un asunto difícil, pero se puede lograr.

Después de una infancia y una juventud activa, llegó una adultez con alguna constancia deportiva. Si bien no fui tan disciplinado como debí en la adultez, no me aparté del todo de aquello que en otros momentos de mi vida me divirtió, o mediante lo que me desplazaba para cumplir con lo que eran los compromisos sociales del yo, que fue andar en bicicleta, correr, caminar y a veces nadar eran actividades comunes como ir a la escuela o visitar amistades.

Algunas personas me dicen que es bueno que me guste ejercitarme, y lo es. Lo que no saben es mi pequeño secreto. No me gusta ejercitarme. Me causa dolor, molestias, cansancio, y una lucha enorme con mi peor enemigo: yo mismo. Lo que en realidad me gusta son los resultados de ejercitar. Me gusta cómo me siento después de hacer ejercicio. Pero, el proceso en sí es algo muy difícil y hasta doloroso.

Con la edad viene también el desgaste. Lo que otrora significara un esfuerzo mínimo, ahora cuesta un acto de autosugestión integral, en el cual debo lograr que mi cuerpo haga algo que no quiere hacer. Necesito alinear mi mente para que, con voluntad de mejorar, convenza a mi cuerpo de mantener una disciplina que no es fácil ni es sencilla, a través de la venta de un bienestar a corto y a largo plazo como motivación.

Es un proceso ingrato, pero necesario. Es ingrato porque mis maduras articulaciones resienten la dureza de calles y aceras en pésimo estado, acarreando las inevitables lesiones. Es, no obstante, un proceso necesario porque gracias a la actividad física el cuerpo puede descansar mejor y es precisamente en el sueño cuando se produce la reparación de nuestras células. Así, se puede decir que si bien el ejercicio causa lesiones, también causa que se curen más rápidamente. No hay un atajo en este proceso, y “charcotearlo” como decimos acá, es la causa de un sinfín de problemas de salud.

La moda mala y las redes sociales venden la idea de que operarse para aparentar verse físicamente bien es algo normal y hasta saludable. No y no. Es la ley del menor esfuerzo. De la misma manera que los ciudadanos no cuidan ni valoran aquello que los gobiernos paternalistas les entregan dizque gratis, del mismo modo aquel que “hace trampa” para verse mejor vuelve a su estado anterior, muchas veces hasta peor.

Debemos entender que envejecer es un proceso natural del que no escapa el cuerpo, y un regalo que no todos reciben. Engordar y poner en riesgo nuestra salud es algo que podemos prevenir con esfuerzo. Ese cuento de que mantenerse en forma es fácil lo dicen los que se matan haciendo ejercicio, y quieren vendernos algún producto.

La cultura del “facilismo” es un gran engaño que cala en un sistema social basado en la mentira. En las redes sociales, aquellos que más activos se mantienen subiendo imágenes alteradas de su “vida perfecta” son los que más “hasta la guacha” están en realidad.

Hay seres tan vacíos que necesitan proyectar a los demás una imagen falsa, un ídolo de pies de barro, para sentirse mejor. Operarse el trasero para que sea enorme, estirarse los pellejos para aparentar juventud o soplarse la bemba son cosas que veo con demasiada frecuencia, pero que no comprendo. Gente que fue guapa termina pareciendo un extraterrestre. Tengo una teoría de que los doctores que realizan esas operaciones tienen un solo molde. Y lo digo porque, al final, después de una cierta cantidad de intervenciones, todos terminan pareciéndose a un astrólogo que falleció hace unos años. Hombre o mujer, quedan igualitos.

Esa continua necesidad de aparentar, de evitar hacerle frente a los asuntos reales y serios de la vida, ha multiplicado a los ciudadanos pusilánimes.

La debilidad de carácter de una gran cantidad de personas es hoy romantizada por otros que lucran con el engaño de venderles una solución a sus descontroles. Y es un engaño porque no es una solución lo que les venden, es apenas un maquillaje efímero, bajo el cual se ocultarán por un tiempo, hasta que sus problemas vuelvan con más complicaciones.

Todos sabemos que lo fácil no dura. En la vida tenemos las mismas decisiones. Tomamos el camino difícil, mediante el cual obtendremos lo que anhelamos, o buscamos la copia rápida, pero falsa, de una vida de apariencias.

Mucha gente acá vive de logros de mentira. Al no poder obtener el resultado original, pues requiere disciplina y esfuerzo, compran la imitación barata y la publican en redes sociales como una gran cosa. Empresarios, pensadores, atletas y modelos de mentira. También hay buena gente de mentira.

El país necesita de ciudadanos con voluntad y con el coraje de enfrentar los problemas para ofrecer soluciones. Pero gente de verdad, con capacidades reales. Es un asunto difícil, pero se puede lograr.

A las autoridades, busquen gente que les diga la verdad, no lo que quieren escuchar, por el bien del país. No más pusilánimes que digan sí a todo. Hay que tomar decisiones, pero fundamentadas en la experiencia, no en las apariencias.

Dios nos guíe.

El autor es ingeniero
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