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- 28/07/2024 00:00
Vivaldi, De Falla, Paganini y el Guaguancó cubano
Pareciera que la noche del 24 de julio en las riberas del Canal hubo un congreso de pentagramas. No sé si llamarlo shampoo de sublimes melodías de los grandes maestros de la música, mezclados con un toque de sabor tropical un toque caribeño.
El Parlatino abrió sus puertas de par en par y acogió a interpretes y oyentes, cuyas voces recordaban un mercado persa. ¿El anfitrión quién era? Acompañado de su equipo de trabajo Isaac Casal (panameño de pura cepa), director artístico ASMF, fundador y presidente de la Fundación Sinfonía Concertante de Panamá (Funsincopa). Estábamos asistiendo al VIII Festival Internacional de Música Alfredo De Saint Malo.
Pareciera que se había convocado a una reunión de la Organización de las Naciones Unidas; músicos, directores de orquestas, sopranos, tenores, arreglistas, etc., estaban entre el público esperando la presentación de sus colegas de la Orquesta de Cámara de Música Eterna de Cuba, entre copas de generoso vino blanco y tinto, elegantes damas que circulaban como modelos en una pasarela.
Todo lo que es de Cuba crea expectativa, no es de ahora es de siempre.
El director de la Orquesta de Cámara Cubana era, para mi visión, un adulto mayor, reflejaba sencillez en su aspecto y en su hablar, para mí era un panameño común y corriente.
¡Voy al grano! El director Guido López Gavilán, a quien su segundo apellido le va bien, pues como un gavilán, cayó con su batuta sobre sus “presas” que éramos los oyentes.
Su batuta nos realizó un tour del pentagrama. Ante nuestros oídos desfilaron Antonio Vivaldi, con su sinfonía en Do mayor.
El expectante Manuel de Falla con su “Danza del Fuego”. Aquí el maestro Gavilán nos quemó con la braza de su batuta cubana, nos transportó a tiempos pasados.
“El Capricho No. 24” del inmenso Nicolo Paganini nos transportó a un allá de años pasados.
Le correspondió a Pablo de Sarasate, remover nuestra españolería con sus “Aires Gitanos”. Por nuestra mente del siglo XX desfilaron los churumbeles de España con el Gitano Señorón.
Después de un breve intermedio vino lo que yo en un buen panameño diría: el “chupicharqueo”, o sea que se nos salió por lo poros, lo del arrabalero Santanero.
El señor Gavilán nos dio un abreboca con “Échale Salsita” de Ignacio Pineiro. Luego solo con leer el programa, no se si hubo recuerdos de Panamá que se fue, o se añoraba a los toldos de Barraza con su carne en palito y sus tacks ponchados en el cuello a cuatro pesos ($2.00). Lo que si sé es que hubo murmullos y al público le entró una picazón.
El Gavilán hizo una breve explicación del tema que iba a interpretar, explicando que: era una muchacha humilde, no era “racataca”, sino sencilla, bonita, en resumen era colosal. Se paseaba por Prado y Neptuno. Paseo bello habanero que hace cruz con la calle Neptuno. La tipa iba bien vestida, pero todo en esta vida se sabe, (o sea que según Enrique Jorrín todos somos bochinchosos), ya que se pudo averiguar que en sus formas relleno tan solo hay; ¡ataja!, cómo diría Tres Patines, se supo que usaba engañadora. Recuerdo a las rellenitas de mi época. Enrique Jorrin a donde estaba anoche se revolvería de los estruendosos aplausos.
A continuación, era menester “quitarse el sombrero” en señal de respeto, reconocimiento y alegría.
Se interpretó “Remembranzas” de Ricardo Risco Cortés en texto de Silvia Fernández de Risco y la soprano Rosario Dávila.
Risco es presentado en la Programación como director en residencia, ha sido ganador en concurso internacionales de composición. Es director asistente de la Orquesta Sinfónica de Panamá.
Reconocemos que esta fue una noche de cultura y disfrute personal.
Nuevamente Cuba se engalanó de gloria y el maestro Gavilán juntó sus alas musicales frente al pentagrama, afila el ojo para caer voraz sobre sus presas, que en la butaca calentaban motores pues venia el cierre.
Los hermanos Casal, Isaac (violonchelo) y Luis nos deleitaron con el estreno mundial de “Divertimento” para violín y orquesta, la locura final se salió del manicomio.
Por la reacción del público pude comprobar que la música cubana la llevamos en las venas.
La reacción del público fue como un terremoto musical. López Gavilán, de su autoría, nos deleitó con “Camerata en Guancuanco” y finalizó con “Variaciones Cummbancheras”, (sobre tema de Rafael Hernández). El que no “bailó senta’o” fue hipócrita.
Los panameños en nuestras venas llevamos La guaracha, el bolero, el cha cha, el mambo, el guanguancó y la cumbancha.
Esta generación del siglo XXI lamentablemente no disfruta ni reconoce la rumba y la conga.
Fue una velada inolvidable. Gracias, Casal, y a un señor López Gavilán que voló de Cuba y descendió en las riberas del Canal para traer a Panamá el fraterno calor de la tierra de Martí.