• 09/06/2023 09:54

¡Viva Vinicius!

El fútbol es un deporte de masas y resulta imposible controlar a todo el público que acude a un estadio, entre el cual se cuelan unos fanáticos que, por una razón u otra, dejan fluir sus impulsos

El “asunto” Vinicius se ha convertido en el trending topic de la prensa escrita y de las tertulias radiofónicas y televisivas. Una vez más el astro futbolístico ha sido objeto de una burla racista en el partido que enfrentaba a su equipo, el Real Madrid, al de Valencia, en el estadio Mestalla.

El escarnio sufrido, el día 21 de mayo, no es de recibo, porque intentó un grupo deshumanizarlo, comparándolo con un mono, evocando con desprecio y con una intencionalidad meridianamente despectiva su esencia negroide.

“Es insufrible ver como 20, 100 ó 5,000 tíos le llaman negro o mono o hacen el ruido de los simios a una persona por su color de piel”, comenta con indignación el insigne locutor de la cadena Cope, Carlos Herrera. Algunos ponen el acento sobre el “carácter tormentoso” del jugador; sea como fuere, no hay nada que pueda justificar este abominable chasco del que ha sido víctima.

El fútbol es un deporte de masas y resulta imposible controlar a todo el público que acude a un estadio, entre el cual se cuelan unos fanáticos que, por una razón u otra, dejan fluir sus impulsos más primarios y vernáculos, profiriendo insultos racistas hacia un miembro del equipo contrario.

La presencia en los campos de los fenómenos llamados ultra, la mayoría de ideología de extrema derecha y nazi, que exteriorizan sus más bajos instintos y su falta de civismo y educación, enturbian el ambiente, sin contar los altercados que se producen habitualmente entre los de cada uno de los equipos enfrentados cuando acaba el partido. La rivalidad entre dos clubes que compiten en la liga para conquistar el trofeo es normal, comprensible, sana, pero tenemos que condenar con rotundidad, con vehemencia estas actitudes de odio que no hacen honor al deporte, más bien lo empobrecen espiritualmente, moralmente lo perjudican y embarran enormemente su buena marcha.

Vinicius ha sido objeto de diez incidentes racistas que se han quedado hasta ahora impunes en el desempeño de su condición de futbolista desde que está en España, y, por ende, no es la primera vez que el fútbol español ha sido escenario de tan bochornoso espectáculo.

El suceso ha tomado un cariz tan importante que ha cobrado protagonismo en las campañas municipales y autonómicas, actualmente en vigor; y una dimensión internacional, ya que el presidente de Brasil, Lula da Silva, en la cumbre del G-7, ha manifestado su profundo descontento y el deseo de que la FIFA tome cartas en el asunto.

Hasta el portavoz del Departamento de Estado de los Estados Unidos, Mattew Miller, se ha pronunciado sobre ello, el día 24, condenando firmemente los “horribles” insultos racistas sufridos por el jugador. El tema ocupa páginas en la prensa mundial y está suscitando un encendido debate.

El fútbol español goza de buena salud y es muy apreciado en el mundo entero; las principales estrellas de los dos grandes equipos, Real Madrid y Barcelona, son conocidas hasta en los pueblos más remotos del planeta.

Los amantes del deporte rey han disfrutado de momentos inefables con destacados futbolistas extranjeros, como Maradona, Cruyff, Karembeu, Etoo, Beckam, Cristiano Ronaldo, Messi, etc... y con nacionales como Pirri, Amancio, Villa, Iniesta, Casillas, Butragueño, Puyol, Guardiola, Joaquín etc...

Otros en activo ofrecen con su habilidad, su destreza y arte los mejores momentos de ocio, de placer y de rivalidad sana, como Modric, Benzema, Dembele, Vinicius, Courtois, Griezmann, Koundé etc... y unos nacionales como Ceballos, Gayà, Merino. Ruiz de Galarreta, Ansu Fati, Pau Torres, Oyarzabal…, por citar unos cuantos que han protagonizado instantes estelares, engrandeciendo al fútbol y haciendo disfrutar a la afición en general de sus excelencias.

Si bien no se puede considerar a España como un país estructural o institucionalmente racista según distintos sociólogos, resulta, sin embargo, inobjetable que el país ha sufrido importantes cambios en su idiosincrasia derivados de los problemas causados por la convivencia con otros pueblos.

Las expresiones de desprecio en contra de las minorías raciales, se han hecho notar. Eso desde la llegada masiva en patera de los magrebíes y de los subsaharianos que huyen de las guerras, del hambre y de las dictaduras que azotan sus países y que gozan, asombrosamente, de la pasividad e incluso de la complicidad de ciertas potencias europeas. Cruzan el estrecho, dejando muchas veces su vida en el océano, a la búsqueda desesperada de un lugar que les ofrezca unas mejores expectativas de vida.

Y también por qué no decirlo desde la aparición en el tablero político español del partido de extrema derecha VOX que, con sus propuestas sobre la inmigración, viene despertando las más viles conductas, relacionando a conciencia y con perfidia la inmigración con la criminalidad y la violencia de género. No es baladí que este partido esté ganando terreno en la sociedad española, lo que evidencia una cierta inclinación de un importante segmento de la población hacia posturas racistas.

A punto de cumplir sus 23 primaveras, a Vinicius todavía le quedan unos años en activo. Esperemos que los pueda disfrutar en paz y en armonía con el pueblo español y que este nuevo episodio de odio racial sea un punto de inflexión en la vida deportiva española, instando a la directiva de La Liga para que adopte medidas más severas ante estas execrables prácticas. Sumo mi modesta voz a la de todos los que alzan las suyas para decir alto y fuerte: ¡Abajo el racismo! ¡Viva Vinicius!

El autor es médico-psiquiatra

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