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- 14/08/2022 00:00
Viruela símica: contagio y estigma
El estigma vinculado a cualquier enfermedad perjudica su rápido control. Salvando las enormes diferencias entre ambas enfermedades y sus microbios etiológicos, lo que acontece en la actualidad con la viruela símica recuerda a lo sucedido hace ya 40 años con la infección por el VIH. En ese entonces, debido a la gran discriminación social, la comunidad LGTBIQ+, para intentar desligarse de la etiqueta Sida, evitó realizar un trabajo interno de divulgación técnica, lo que significó una gran pérdida de oportunidades de información y potencial prevención. Como consecuencia, los contagios incrementaron exponencialmente y muchos individuos murieron por complicaciones, antes del advenimiento de tratamientos antiretrovirales eficaces. El temor a despertar rechazo hacia este grupo en numerosos países ha llevado a que no se hable abiertamente al respecto ni se realicen campañas específicas para esta colectividad. Este comportamiento impide hacer el diagnóstico oportuno de los enfermos y la subsecuente contención de la propagación infecciosa. El silencio está dejando espacio a la desinformación y, paradójicamente, conduciendo a mayor discriminación.
Los reportes internacionales indican que los casos de viruela símica se están presentando mayoritariamente (más del 95%) en hombres que tienen sexo con otros hombres (homosexuales, bisexuales y otros, colectivo denominado HSH). La epidemia se ha dado preferentemente en esta población porque el virus presumiblemente entró inicialmente en sus redes sexuales altamente interconectadas. Se logró la detección rápida de la enfermedad, ya que sus miembros acuden regularmente a los servicios de salud (clínicas de ETS) para revisiones periódicas y control de otras dolencias frecuentes (HIV, herpes, HPV, sífilis, etc.). Este acontecimiento, sin embargo, no significa que el virus no pueda dispersarse entre la comunidad heterosexual, en especial ante la promiscuidad con múltiples parejas, y paralelamente extenderse también a otras personas. De hecho, aproximadamente 5% de los casos no ha tenido contacto sexual y ya se han reportado casos en mujeres y niños del entorno domiciliario de los enfermos.
En contraste con la covid-19, la viruela símica es una enfermedad conocida desde hace más de 50 años. En 1970 se detectó el primer caso en humanos, en la República Democrática del Congo, y desde entonces ha permanecido endémica en algunas regiones africanas, con brotes pequeños esporádicos en Europa y Estados Unidos, relacionados con la importación de monos y roedores infectados. La infección actual, no obstante, se ha diseminado de manera inédita en gran parte del mundo. A la fecha, más de 33 mil casos se han reportado, con casi la mitad en nuestro continente, principalmente en Norte América, Brasil y Perú (dos pacientes en Panamá). La letalidad de esta enfermedad zoonótica está siendo muy baja (0.03%) y la inmensa mayoría de afectados ha cursado un patrón clínico bastante benigno, con apenas 10% requiriendo hospitalización debido particularmente a dolor intenso perianal e infección bacteriana secundaria de las lesiones dérmicas. La viruela símica tiende a ser más severa en inmunosuprimidos, sobre todo en portadores del VIH, los que representan alrededor del 40% del total de los pacientes registrados al día de hoy.
El virus se transmite preferentemente por contacto directo con las lesiones cutáneas y, en menor medida, por saliva, gotículas respiratorias y objetos que se hayan contaminado con el virus (ropa de cama). La transmisión perinatal de una embarazada infectada a su bebé es también posible. Para tranquilidad de la sociedad, la contagiosidad de la viruela símica dista bastante de la covid-19 y la dispersión por la vía aérea no parece ser relevante. El brote se está presentando de manera atípica, en comparación a lo visto en África, con los enfermos desarrollando pocas lesiones (usualmente menos de 5-10) y, muchas veces, solo en áreas genitales. Fiebre variable, fatiga, dolor de cabeza, molestias musculares e inflamación de ganglios son los síntomas predominantes, pero puede haber, incluso, infección asintomática. Las erupciones en la piel progresan cada 1-2 días hacia diferentes estadíos (macúlas, pápulas, vesículas, pústulas y costras), distinto a la varicela, donde pueden verse todas las formas en un mismo momento.
Existe, afortunadamente, un buen conocimiento sobre cómo se contagia el virus, cómo se diagnostica y cómo se contiene. Hay también medicamentos seguros y eficaces para casos graves (tecovirimat) y vacunas (ACAM2000, Jynneos-Imvanex) para la profilaxis post-exposición de los contactos íntimos. Lo importante ahora es implementar campañas focalizadas de promoción de salud, dar trazabilidad a los infectados y tener disponibilidad de los productos biológicos recomendados, a la mayor brevedad posible. Como se trata de un tema muy privado, hay considerable reticencia para compartir información sobre las personas con quienes se ha mantenido contacto sexual. Si bien es cierto no hay que generar pánico, es vital educar sobre los riesgos asociados a las relaciones sexuales. Deben llevarse, a la par, actividades de sensibilización al personal de salud y a toda la sociedad para combatir la discriminación frente a esta enfermedad.
La mejor manera de luchar contra el estigma y la discriminación es reconocer el hecho, conversar sobre el asunto y generar reacciones que ayuden a las personas a tomar precauciones. Cuando comenzó la pandemia del VIH, los gobiernos estuvieron en absoluto silencio por varios años, una peligrosa invisibilización que no puede volver a pasar. Más discriminatorio, en todo caso, sería observar lo que pasa y cerrar la boca para evitar discutir cuestiones espinosas. Espero se haya aprendido de la lección anterior…