• 12/02/2019 01:00

Venezuela: quien siembra vientos, cosecha tempestades

El juego se trancó cuando fracasó la institucionalidad y la capacidad para resolver los problemas cotidianos de los ciudadanos

La actual crisis de Venezuela no comenzó con Chávez, Maduro o Guaidó. Esta crisis se origina con el histórico Pacto de Punto Fijo, un acuerdo que buscaba la gobernabilidad entre los partidos políticos y la estabilización de la democracia representativa en ese país. El Pacto fue firmado después del derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez por los partidos Acción Democrática (AD), el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI) y la Unión Republicana Democrática (URD). No obstante, por razones sectarias de la Iglesia, la oligarquía venezolana y el Gobierno de los Estados Unidos, se excluyó del pacto al Partido Comunista de Venezuela, a pesar de que había luchado como el que más contra la dictadura de Pérez Jiménez.

Como resultado, Venezuela quedó presa de un bipartidismo que gobernó al país por los próximos 40 años entre los ‘adecos' y los ‘copeyanos', y con ello un deterioro político-social, afectado por los vaivenes económicos, en su mayoría como resultado de variaciones en los precios del petróleo. Así fue aflorando el caciquismo, el ‘carné' del partido, el pago de favores a través de contratos públicos, el parasitismo empresarial, la insolencia y la impunidad de la corrupción y la actitud del ‘juegavivo' a todos los niveles de la sociedad venezolana.

El juego se trancó cuando fracasó la institucionalidad y la capacidad para resolver los problemas cotidianos de los ciudadanos, cuando se obviaron los mecanismos de verificación y control de la gestión gubernamental, y al momento donde el sistema de Justicia quedó subordinado a la política y a la corrupción, evitando con ello la existencia y las garantías de equidad y seguridad jurídica en ese país.

Al cerrar la vía política y darse persecución a los miembros del Partido Comunista en 1958 con el Pacto de Punto Fijo, sus dirigentes buscaron salida a sus aspiraciones políticas a través de la guerrilla, primero entusiasmados por la militancia y el romanticismo de sus ideas, y luego por el triunfo de la Revolución cubana. Frente al fracaso de estas acciones guerrilleras, los comunistas se propusieron como objetivo infiltrar las Fuerzas Armadas de ese país, que se sentían ‘perdedores' del Pacto de Punto Fijo, logrando tomar el control de las áreas de inteligencia, capacitación y recursos humanos, desde donde no descansaron hasta la llegada de Chávez en 1999.

A lo largo de esos 40 años, Venezuela vivió bajo la amenaza permanente de ‘golpes de Estado', liderados por militares que profesaban una mezcla de ideologías que se cruzaban entre el marxismo y el nacionalismo, pero en todo caso, arropados por la añoranza por el poder. En este periodo de derroche y corrupción, los políticos optaron frente a cada una de estas conspiraciones por subsanar sus errores y su desapego a las realidades del pueblo, haciendo concesiones a los militares, abriéndole, en condición de socios, las puertas de los negociados y la corrupción para que tras bambalinas gozaran de las mieles del poder.

Fueron estos desaciertos y desmanes de los políticos venezolanos los que terminaron por llevar a Chávez en las elecciones del 6 de diciembre de 1998.

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