Este viernes 20 de diciembre se conmemoran los 35 años de la invasión de Estados Unidos a Panamá. Hasta la fecha se ignora el número exacto de víctimas,...
Las agrias contradicciones que han surgido con la discusión sobre la actualización de la ley que regula la política de la Caja de Seguro Social, abren fisuras en los procesos políticos locales y en las corporaciones que avalan el desenvolvimiento y el destino de la sociedad panameña. Algunas acciones ruidosas, el muñequeo y el “matraqueo” de determinadas figuras y actores lo comprueban plenamente y no dejan lugar a dudas.
Está por demás apuntar que el desenvolvimiento de los partidos políticos en este asunto es fundamental. La realidad actual hace evidente la coherencia entre discurso y praxis alrededor de pasos significativos que deben darse para definir el futuro del país, en algo tan concreto como la dinámica inmediata y los planes a largo plazo. Todo esto en función de garantizar la estabilización de esa importante institución garante de la seguridad social.
Existen diferentes escenarios para el debate de las ideas en esta trama: las mesas de discusión, la comisión respectiva en la Asamblea Nacional, los medios de comunicación y las redes sociales. En ellos se vierten argumentos, propuestas, consideraciones que deben avalar las decisiones y la marcha ulterior. ¿De qué se nutren estos enfoques y cuáles son los propósitos que van más allá de alcanzar resultados cónsonos con las aspiraciones del pueblo?
Hay que considerar varios aspectos en esta contienda y que tienen que ver con la ideología de los sectores que alimentan el repertorio de opciones. Cada grupo que interviene en el desarrollo de la política se basa en un conjunto de principios con los que alimenta las percepciones y, con ellas, construyen los modelos teóricos de la nación a la que aspiran. Esto es importante porque define el rumbo que tomarán dichos colectivos y sus campañas.
Es así como el liberalismo, por ejemplo, considera intocable la propiedad privada y propone un dejar hacer (laisser faire o leseferismo). En contravención, el socialismo opta por eliminar ese formato y plantea una estructura estatal que controle los medios de producción. Por su parte, la monarquía deja en manos de un rey o reina el poder para dirimir la vida nacional y existen las tendencias a ultranza que creen en la destrucción del orden social imperante.
Hay sistemas también que, en una construcción, toman de un lugar u otro medidas para satisfacer a toda la variopinta colección de matices que conforman la población. Este es el tipo de iniciativa centrista que busca consensos, pese a las diferencias. Lo importante de todo esto, sin querer convertirse en lecciones de política, es que cada una de las orientaciones expuestas tiene valores sobre los que se asienta su doctrina. Por lo general son inamovibles y también cuentan con factores que permiten las negociaciones, con la finalidad de acercar los puntos de vista ante situaciones que lo requieran. ¿Qué es más importante, el Estado, el Gobierno, los empresarios, la sociedad civil?
Es necesario ser congruente en las decisiones entre lo que se piensa y lo que se expone y las decisiones a las que se llegue, para que se conviertan en acciones determinantes de la relación de quienes intervienen en los acontecimientos. Aquí a veces se producen sorpresas, porque alguien no acata los lineamientos del colectivo y se desmarca de lo acordado. Esto implica seguir las debidas correcciones disciplinarias y volver a las conductas tradicionales.
Sin embargo, todo esto tiene un enemigo falaz que son los intereses particulares o personales. En ocasión, todo el planteamiento basado en valores y en las tendencias habituales se ve vulnerado porque hay un as debajo de la manga que se guarda y se presenta en los momentos cruciales para la expectación en principio y decepción posterior de los involucrados.
Es aquí donde deben ponerse en la balanza los valores y los intereses para definir la ruta más razonable y conveniente. De ella depende el futuro miserable o próspero de todos.