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- 03/12/2024 00:00
Una joya de la capital: el Mercado de Mariscos
Al final de los años ochenta, en la capital se vendían mariscos en solo dos sitios: el antiguo mercado a la entrada del Casco Viejo y en la Cooperativa de Pescadores de El Chorrillo, al lado del estadio Maracaná. Gracias al trabajo del biólogo marino Carlos Arellano Lennox, primer director de Recursos Marinos del Ministerio de Comercio de Industrias en la década del 70, siendo ministro de esa cartera Fernando Manfredo, a la gente le dio por comer mariscos y pescados. Curiosamente, antes en Panamá preferíamos la carne vacuna y porcina.
Arellano Lennox, quien había sido mi profesor de biología en La Salle y posteriormente compañero legislador tras la invasión, valiéndose del popular programa sabatino de RPC Televisión del periodista Víctor Martínez Blanco, difundió las bondades del pescado y su valor nutritivo. La ciudad, rodeada de mar, era ajena a sus riquezas. La gente comenzó a comer pescado en adición a la corvina que se vendía en los mejores restaurantes. Su campaña fue un éxito total.
Yo era un asiduo visitante de los dos sitios, ya que me encantaba adquirir pescado fresco. Así, apenas llegué a la Alcaldía en diciembre de 1989, desarrollé la idea de dotar a la ciudad de un sitio grande y moderno para que se pudiese adquirir lo que se pescase en nuestros mares. Carente de fondos al encontrar sus arcas muy exiguas, debía ver de dónde rayos conseguía quién me financiara semejante sueño. Tenía que tocar puertas fuera del país y tratar de vender la idea a alguno que quisiera invertir en la reconstrucción de Panamá tras los últimos años destructivos de la dictadura militar. Israel, España, Canadá, Suiza, Alemania y Colombia ayudaron con pequeños proyectos. Descubrí el interés del Japón, amante de los productos del mar, de financiar el ambicioso mercado de mariscos.
A través de su embajador aquí, les propuse el sitio donde se encontraba la cooperativa pesquera de El Chorrillo, barrio muy afectado por la innecesaria invasión norteamericana. Desoyeron mi recomendación. Querían un lugar más visible y me señalaron la avenida Balboa, donde se encontraba el viejo gimnasio de El Marañón. La esposa del presidente Endara, uniéndose a las protestas de los que usaban el deteriorado sitio, se opuso, llegando a decir que “sobre su cadáver se construiría ese gimnasio allí”. Afortunadamente, no se llegó a ese extremo.
El proyecto del mercado fue coordinado por el jefe de proyectos especiales del municipio, ingeniero Hermes Carrizo, y con el financista japonés de apellido Tsuda, residente en Panamá, quien representó al banco Sumitomo, receptor del dinero de la Agencia de Cooperación Internacional de Japón. El convenio lo firmó por el Gobierno Nacional el viceministro de Comercio e Industrias, Juan Antonio Varela Clement. Ni el MICI ni la Alcaldía jamás tocamos un centavo de la millonaria obra.
El mercado se inauguró durante el gobierno de Pérez Balladares en 1995. Le tocó al alcalde encargado, Heriberto Martínez, ya que la titular estaba inhabilitada por el Tribunal hasta que terminara de cumplir condena a la que había sido condenada. Ni siquiera me invitaron a ese acto.
Semanas antes de su inauguración, los vendedores del antiguo mercado se reunieron conmigo. Estaban preocupados porque con la mudanza les costarían más sus puestos de venta. Los convencí de que no debían temer porque, con la novedad del sitio a inaugurar, venderían mucho más que antes y les iría mejor. Así ocurrió y así me lo recuerdan en las tantas visitas que todavía hago allí.
Posteriormente, siendo alcalde de la ciudad Juan Carlos Navarro, tras iniciativa de la representante de San Francisco, la inolvidable Astrid Wolff de Vásquez, se me dedicó el mercado en el gobierno de Martín Torrijos por haber sido idea mía su construcción, al igual que la banda municipal de la ciudad. En uno de los últimos discursos de su vida política, ya bastante enfermo, hizo uso de la palabra en el acto el doctor Ricardo Arias Calderón. Al finalizar el evento, el alcalde Navarro colocó una placa conmemorativa empotrada a la entrada del mercado.
Aunque la siguiente ocupante del cargo, Mayín Correa, hizo desaparecer para siempre la mencionada placa de bronce, nunca podré olvidar el regocijo que siento cada vez que visito el mercado de mariscos. Lo más importante de todo es saber que los hoy encargados de los puestos, herederos de los originales vendedores de hace 30 años, todavía recuerdan de quién fue la idea del mercado, convertido en ícono de nuestra ciudad capital. Una verdadera joya.