• 05/01/2025 00:00

Un nuevo año para Panamá

Con el inicio del año 2025, no sólo arranca la reanudación de la cuenta de los días bajo el mes de enero, repitiendo la vuelta circular de los calendarios, sino que también comienza un nuevo ciclo económico para el gobierno nacional. Y aquí, por el bien de nuestro país, lo mínimo que necesitamos es un movimiento repetitivo. Por el contrario, es tiempo de reinvención, con la mirada puesta en el futuro, especialmente en el desafío de gobernar y administrar correctamente la cosa pública.

El gobierno necesita revitalizar ese acuerdo primordial, que justifica la existencia del Estado y sus instituciones, que es el diálogo interactivo y consecuente con los ciudadanos. Si hay algo decisivo en la vida de un país, es el vínculo efectivo entre el gobierno y la sociedad. La sintonía de esta conexión fortalece las instituciones democráticas, normaliza la acción política y hace justicia a la naturaleza de las estructuras de gobierno, que es servir al interés común. Por supuesto que hay desafíos en el camino y se deben enfrentar.

Por ejemplo, existe mucha desconfianza en las instituciones y sus funcionarios, y eso deslegitima la democracia. Pero lo peor de toda desconexión es que se crea un ambiente que da cabida a los cuasi salvadores de la patria, populistas y radicales, que pescan en río revuelto y no ofrecen solución concreta a nada. Y ante esta perturbación, es grave que la democracia está dejando de existir en el único lugar donde nunca puede desaparecer: en la mente de la gente.

Por eso, el gobierno debe invertir esfuerzos en fortalecer la gobernabilidad y cumplir con las demandas y los proyectos de la sociedad. Y sobre todo distanciarse del estilo inmoral y prepotente que ha producido pérdidas que no sólo perpetúan problemas históricos, como la desigualdad socioeconómica y la pobreza, sino que comprometen el futuro, como es el caso de la enorme deuda pública creada bajo los auspicios de la ineptitud estatal y la insaciabilidad política.

Es urgente insistir en alcanzar equilibrio fiscal, crear cultura de austeridad y prudencia administrativa, y optimizar las inversiones. Es la solidez financiera y la rigurosidad presupuestaria las que posibilitan la creación de confianza y dan pie a que el país recupere su grado de inversión.

Gastar donde no se debe, sin enfoque ni sentido de prioridad, amplía la brecha entre las necesidades del presente y las posibilidades del futuro. Sin la capacidad de cumplir las promesas y atender las demandas más críticas de la población, la frustración crece como una mala hierba, con alcances dramáticos y daños a la relación entre el gobierno y la sociedad. No es posible naturalizar reclamos por ataques a la democracia con cierres de calle y amenazas de desestabilizar la economía, sin antes evaluar las consecuencias de nuestras acciones. En buena medida, es el fracaso de las respuestas de los anteriores gobiernos a las urgencias de la sociedad lo que ha permitido que aprovechados líderes populistas quedaran como buenos encantadores de serpientes, todo en detrimento de la normalidad institucional.

Las acciones del gobierno con resultados reales son fundamentales para superar estos tiempos difíciles. No basta con enfrentar las históricas agendas nacionales que exigen transformaciones profundas en los campos de la educación, la salud, la seguridad, el trabajo y los ingresos. También nos interpelan temas globales que estresan al mundo de hoy, como la emergencia climática, los conflictos bélicos en el Medio Oriente y las disputas entre Estados Unidos, China y Rusia. El escenario internacional en desorden, con impulsos de desglobalización y disrupción de las cadenas de suministro, puede, paradójicamente, traer inmensas oportunidades a Panamá.

Una gobernanza basada en la buena política y la buena técnica de administrar la cosa pública, en diálogo permanente con la sociedad y con entregas que mejoren la vida de todos, eso es lo que los panameños esperamos del gobierno en este nuevo año. Este es un momento vital, en el que está en juego no sólo el consiguiente ejercicio de gobernar, sino esencialmente el pacto sociopolítico y cultural que sustenta la democracia como nuestra manera de ser. Son los buenos gobiernos los que ratifican las democracias. Es imperativo demostrar que la democracia realmente conduce al desarrollo socioeconómico. Esperamos que el 2025 sea de máximo provecho para el país, marcado por una intensa y efectiva conexión entre sus gobernantes y ciudadanos. Casi en conversación honesta y transparente, como cuando el diputado Edgardo “Melena” Carles dijo en 1967 durante la inauguración de la Escuela Federico Zúñiga: “la política exige una vocación de servicio a los demás y no puede ser utilizada como instrumento para defensa de intereses personales y egoístas”.

Ojalá el 2025 sea el año donde los panameños podamos desprendernos de nuestros intereses particulares y nos atrevamos a escoger el sendero del progreso y éxito para todos.

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