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- 09/03/2025 00:00
Un hombre llamado Elbridge Colby
Durante el proceso de confirmación de los miembros del gabinete del presidente Donald Trump, en el Senado de Estados Unidos, me llamo la atención la nominación del experto en seguridad y defensa estratégica Elbridge Colby Egan, nominado para ocupar el cargo de subsecretario de políticas del Pentágono.
Colby nacido hace de 45 años, paso parte de su infancia en Tokio cuando su padre Charles Colby se desempeñó como funcionario del Banco de Inversiones First Boston Corporation. Miembro del Partido Republicano y nieto de William Colby, exdirector de la CIA durante las administraciones de Richard M. Nixon y Gerald Ford. Estudio Arte y Ciencias en la Universidad de Harvard y leyes en la Universidad de Yale, comenzó su carrera en el servicio público en cargos de inteligencia y estrategias para seguridad nacional estadounidense en los Departamentos de Defensa, de Estado y el Pentágono.
En el primer gobierno de Trump, se desempeñó como asesor del Pentágono, subsecretario adjunto de Defensa para Estrategia y Desarrollo de Fuerzas de 2017 a 2018. En dicho cargo fue el responsable de las políticas de defensa y seguridad estratégica en el Departamento de Defensa, luego director del Programa de Defensa del Centro para una nueva Seguridad Estrategia estadounidense y fue el encargado de elaborar los estudios estratégicos para los cambios en los enfoques sobre la política estadounidenses sobre China.
Su nominación generó polémica dado que es uno de los ideólogos de los cambios en la política exterior en la administración de Trump. Es partidario de cambios en las políticas estadounidenses en la OTAN en relación con la seguridad europea, de las negociaciones con Rusia, del retiro de la ayuda militar a Ucrania y de retiros de fondos para financiar guerras externas. Recursos que reorientarán hacia la recuperación económica interna.
Plantea que Estados Unidos con urgencia debe priorizar y concentrarse en desarrollar una política de contención de los intereses estratégicos de China en el Indo-Pacífico. En su criterio Estados Unidos en los próximos años debe desarrollar una política más eficaz en reducción de la dependencia industrial y económica de China. En efecto, desarrollar una política de relocalización industrial que permita un fortalecimiento de la economía interna. Por eso plantea que debe ser una prioridad para la administración de Trump, concentrarse en impulsar una nueva política para la prosperidad y la seguridad económica del pueblo estadounidense, en lugar de seguir con la política financiación de guerras externas en el mundo.
Esboza que la productividad económica es la base del poder en el mundo moderno y el único país que lidera ese cambio en el mundo es China, dado que domina parte de Asia y, desde luego, Asia es nuevamente el centro del poder global, un continente que próximamente representará más de 50 % del PIB mundial. En su criterio si China domina Asia estará en una posición fuerte para dominar al mundo y a Estados Unidos. Por lo tanto, la preocupación para la administración de Trump es que China logre con el desarrollo de su proyecto de dominación imperial de la nueva ruta de la seda un domino estratégico en Asia, África y América Latina y el Caribe.
Para Colby “la Europa díscola y económicamente anémica entrará en el redil”, pero si China logra ese poder hegemónico en Asia “se aseguraría ser el centro de la economía global y pasaría a ser el país más rico y más influyente del mundo”. De manera que “en un escenario así, el comercio y los flujos comerciales globales gravitarán hacia China y en torno a ella”. Entonces, “China tendría la escala y el poder para garantizar que sus empresas sean líderes mundiales, cuyas universidades sean las mejores, que se cumplan sus estándares, que se respeten sus reglas y de paso el poder chino se convierte en el guardián del área de mercado más grande del mundo”.
La política neomonroista de Trump del Ártico a la Antártida y su giro estratégico hacia el Indo-Pacífico se constituyen en una política geoestratégica clave para evitar el colapso del poder imperial estadounidense. Por eso concluye que para la administración de Trump apuesta a un cambio de paradigma en la política exterior para evitar que Estados Unidos y el resto del mundo bailen al son de Beijing.
El fin de la guerra de Ucrania y la normalización de las relaciones políticas y económicas con Rusia hacen parte del cambio en la política exterior estadounidense en la administración de Trump. Su apuesta es dejar atrás el poder hegemónico basado en el poder militar por nuevas doctrinas geopolíticas sustentadas en el control del comercio, las nuevas tecnologías y los recursos mineros estratégicos para el desarrollo y el dominio de las nuevas tecnologías, porque quien domine las nuevas tecnologías dominará el mundo.