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- 09/04/2025 00:00
Trump y la guerra arancelaria: ¿jugada maestra o inicio del desastre global?
La reciente imposición de aranceles por parte de Estados Unidos no solo confirma el estilo disruptivo de Donald Trump, sino que también expone su firme intención de reescribir las reglas del comercio internacional en beneficio exclusivo de su país. La estrategia, sin embargo, ha generado una ola de incertidumbre que se refleja ya en la caída de las bolsas, la inestabilidad de los grandes bancos y el temor creciente a una recesión global.
La mayoría de los economistas coinciden en que se trata de una maniobra arriesgada, incluso precipitada. Si bien Trump ha intentado restarle dramatismo al asegurar que las dificultades serán solo temporales, lo cierto es que nadie puede prever cuánto durará este proceso de reacomodo, ni cuán profundo será el daño en ese lapso. Una cosa es segura: si esta guerra comercial se prolonga, las consecuencias podrían ser catastróficas no solo para el sistema financiero internacional, sino para la propia economía estadounidense.
China, la Unión Europea, India, Japón y otras potencias ya han anunciado contramedidas. Estas no solo son una respuesta directa a los aranceles estadounidenses, sino un mensaje claro de que nadie aceptará pasivamente las condiciones impuestas por Washington. Así, el mundo se encamina hacia una escalada de tensiones donde los mercados —ya de por sí volátiles— se convierten en el principal campo de batalla.
Este tipo de confrontación económica, en un contexto de interdependencia global, es especialmente peligrosa. Un conflicto arancelario de gran escala puede desencadenar inflación, desempleo y una retracción del consumo que impactará a todos los países por igual, sin importar su tamaño o fortaleza económica. Incluso si la estrategia de Trump logra su objetivo de reforzar el poderío económico estadounidense, el precio a pagar podría ser la fragmentación de un orden comercial que, con todos sus defectos, ha mantenido cierta estabilidad durante décadas.
Pero si la apuesta fracasa —como muchos temen—, no solo la imagen internacional de Estados Unidos quedará deteriorada, sino que su economía podría verse gravemente diezmada. En ese escenario, no solo se derrumbaría el sueño de un imperio que resurge, sino también la confianza en un liderazgo que, en lugar de construir consensos, optó por la confrontación.
La historia nos ha enseñado que las guerras comerciales no tienen ganadores claros, pero sí muchos perdedores. Ojalá esta vez la lección no llegue demasiado tarde.