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Confieso mi sorpresa inicial ante una cantidad indefinida de comentarios antinacionales expresada por panameños a través de las redes sociales en reacción a las disparatadas declaraciones del señor Donald Trump sobre el status del Canal de Panamá. Otros quizás, igualmente sorprendidos, han esbozado algunas explicaciones que fundan en desconocimiento de las actuales generaciones sobre la historia nacional o la percepción de una administración del canal elitista cuyos recursos no han mejorado la vida de los que preferirían que fuera manejado por los norteamericanos. Lo cierto es que el pueblo que se constituye en nación es el pueblo movilizado. Cuando hablamos de un pueblo que luchó por su soberanía ello no significa que todos los habitantes del país compartieron la misma aspiración, igual que ahora muchos nacionales afirmaban frases como “la soberanía no se come” “si se van los gringos se va el dólar” “vete para Cuba” o simplemente no creían en nuestra capacidad de administrar el canal. Por el lado de las elites dominantes tampoco hubo firmeza para enfrentar la dominación colonial.
Decía Ernest Renan que la nación es un resultado histórico, no definida por identidades sino por una voluntad de constituirse. Para Bodino, la nación es el pueblo en ejercicio de la soberanía, no hay nación sin soberanía o sin un pueblo, que por lo menos, luche por ella. Ahora bien, ni en el proceso de construcción de la nación, ni en su existencia, el sentimiento nacional es definitivo, ni homogéneo, ni necesariamente mayoritario. Si lo nacional parece homogéneo en tiempos de paz, las fracturas aparecen en tiempos de peligro. Sea por provecho, temor, afinidades ideológicas o por pura resignación, parte de un pueblo -incluido sus elites económicas o políticas- pueden ser proclives a la aceptación de una intervención extranjera. En todo proceso de liberación nacional encontraremos grupos que por diversas razones se opusieron a la independencia o lucharon a favor del colonizador.
A diferencia de nuestros hermanos latinoamericanos, cuyas clases dominantes liberadas del dominio español forjaron naciones desde el estado, Panamá resultó de una independencia mediatizada por una relación cuasi colonial. Ineficaz la clase dominante para construir la nación, sus momentos constitutivos fueron fruto de lo popular nacional, es decir del pueblo que aspira y lucha por la soberanía nacional. El pueblo de la nación, ni de esta, ni de ninguna otra, son todos los que viven en el territorio. La nación es el pueblo en ejercicio de su soberanía y, como resultado histórico, es fruto de los que la promueven. Como todo proceso político se trató de grupos dirigentes que en diversos momentos lograron mayoría activa para el proyecto nacional. Una vanguardia, tropa de choque nacional la llamó Roque Javier Laurenza, que ganaba el debate, ganaba las calles y finalmente provoca la crisis de la forma de dominación colonial. La nación soberana fue obra de grupos organizados en movimientos estudiantiles, sindicales, magisteriales, intelectuales y escritores, poetas y novelistas.
El 9 de enero el pueblo se constituye en pueblo de la nación y el proyecto nacional logra mayoría activa, conmueve e involucra a los apáticos, obliga a los indecisos, calla a los pro yankis. ¡O estás con la patria o eres traidor! La crisis provocada obliga a tomar partido. Los que en redes sociales reflejan sus frustraciones clamando “yo no voy a defender ningún canal” no se van a mover de sus camas, no se moverán por mejores salarios, ni por la ley del seguro ni por nada, ni se van a organizar para exigir la entrega del canal ni irán a recibir a Trump. La nación no depende de ellos sino de los que la procuran.