• 15/11/2020 00:00

Tragedia ambiental en Tierras Altas de Chiriquí

Describir la tragedia ambiental y humana que ocurre en Tierras Altas de Chiriquí sobrepasa la imaginación de lo que las personas otean por imágenes y videos.

Describir la tragedia ambiental y humana que ocurre en Tierras Altas de Chiriquí sobrepasa la imaginación de lo que las personas otean por imágenes y videos. No recuerdo haber visto un cuadro tan dantesco como el ocurrido en estos días, a raíz de la presencia del huracán Eta. En los últimos 50 años, el río Chiriquí Viejo ha dejado periódicamente una estela de destrucción. Analizaré la situación coincidental entre la estación lluviosa y el Huracán Eta, además de las consecuencias que nos saldó.

A inicio de la década de los años 80, llegó a Chiriquí una misión francesa, encabezada por el Dr. Remi Oster y fue contratada por el Ministerio de Desarrollo Agropecuario (MIDA), con el propósito de estudiar las causas y consecuencias de la erosión de las tierras altas de Chiriquí y, con ello, brindar las recomendaciones a las autoridades del despacho superior, los estudios referidos prosiguieron por varios años hasta concluir su trabajo del cual se emitió un informe técnico que se encuentra en Internet.

Cuando hablamos de las tierras altas de Chiriquí, nos referimos a los suelos más fértiles del país, donde se desarrolla una agricultura intensiva, sobre todo de cultivos hortícolas. Algunas causales de la erosión fijadas en el estudio son:

1- Elevada tasa de deforestación, sobre todo en áreas vulnerables;

2- Excesivo uso de plaguicidas en suelos inestables, debido a las pendientes pronunciadas;

3- Inadecuadas prácticas de cultivos agrícolas (ejemplo: sembrar a favor de la pendiente);

4- Asentamientos de viviendas cerca del cauce del río.

Los efectos del mal manejo de esos suelos arrojan una pérdida de 200 toneladas de suelo / hectárea / año, la cual va al río y luego al mar, esto causa otros problemas ambientales, como: el sepultamiento de los arrecifes de coral y pérdida del hábitat de peces y moluscos, entre otros. Es decir, el productor de Tierras Altas ve desaparecer su mayor riqueza en poco tiempo, hay partes donde el horizonte, prácticamente, ha sido lavado. A ese ritmo de pérdida de suelo, quizás en unos 30 años ya no existan los suelos fértiles en tierras altas, si consideramos que la formación de un centímetro de suelo le lleva a la naturaleza miles de años de formación y aquí se pierde olímpicamente ante la mirada pasiva de productores y autoridades que poco hacen por corregir el daño.

Es menester mencionar que, a raíz de los resultados espeluznantes de la misión francesa, el proyecto de transferencia de tecnología agropecuaria del Ministerio de Desarrollo Agropecuario impulsó en Cerro Punta, en 1987, la construcción de tres proyectos de conservación de suelos en las fincas de Henry Ledezma, Eugenio Vega y Saúl Atencio y pasados 30 años, solo quedan vestigios de esos proyectos de impacto.

Con todo lo pasado con este desastre ambiental y humano, y lo narrado aquí, y sin buscar culpables, los productores han contribuido a que este problema se agudice, y también las autoridades, que han descuidado el equilibrio ecológico que permite conservar sostenidamente el suelo para beneficio del Panamá de hoy y futuro; si continuamos practicando la labranza en pendientes de hasta 80 grados, la erosión será incontenible y el panorama tendrá serias repercusiones nacionales.

La lección que nos ha dado la naturaleza ha sido dolorosa, ante las pérdidas de vidas humanas, animales, cultivos, y bienes inmuebles, lo cual nos debe llevar a una reflexión profunda de todo lo ocurrido y tomar los correctivos del caso que debemos hacer, porque, de lo contrario, la historia se repetirá con consecuencias impredecibles.

Es urgente la implementación de un plan estratégico de conservación de suelos, administrados por instituciones del Estado, en asocio con el sector privado interesado.

Docente universitario, ingeniero forestal y ecologista.
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