• 31/05/2024 00:00

Sociedad invertida

[...] debemos dirigir esfuerzos desde el gobierno, instancias políticas, [...] para coadyuvar en el rescate de nuestra sociedad

Una radiografía social permite observar algunos comportamientos y expectativas de grupos sociales en diversos contextos. De ahí, que marcadamente la sociedad esté estructurada sobre la base de la familia y de interacciones que definen un patrón y un orden. Lógicamente, se espera que la cultura sea un bien, una tenencia social que permita cohesionar las conductas de las personas y, de hecho, cimentar el valor en susodichos grupos sociales.

Sin embargo, actualmente, todo se ha invertido, lo malo es bueno, lo peligroso es benigno, lo atrevido es audaz, hasta el pudor que otrora era fundamento moral se ha perdido y se aprecia el desfile de jóvenes enseñándose semidesnudas en las redes, moviéndose suntuosas y eróticamente en algunas páginas virtuales. Ya señalé en cierta ocasión que “los valores no se pierden, se anquilosan o se desplazan, dando lugar coyunturalmente a otros que se arraigan”.

Por otro lado, existen evidentes muestras de radicalismos conductuales que nos llevan más allá de lo normal. Hombres queriendo ser mujeres y peleando por “sus derechos”, mujeres queriendo ser hombres; la deshonestidad entronizada en el ámbito político empresarial, la filosofía de lo absurdo más allá de su base teórica como principio de vida, un abisal desprecio por la cultura y la buena música, un lenguaje aberrante y ofensivo, unos modales que rayan con la decencia y, lastimosamente, un gran número de la juventud en una inercia enfermiza y contraproducente. Todo como un conjunto de signos que nos visibiliza una sociedad invertida, donde la sensatez, la razón, la moral, la dignidad se ven socavados por el desprecio a todo.

Asimismo, observamos un afán desmedido de casi todos los canales televisivos por proyectar novelas vacías, sin sentido ni identificación con nuestra idiosincrasia; programas baladíes, poco edificantes, y de gran impacto en las mentes juveniles, propiciando distorsión y promoviendo héroes e ídolos vanos cuya conducta nuestra juventud no duda en seguir, reflejando violencia, anarquía, visión errada de la vida y nefastamente un gusto por la chabacanería.

Indudablemente, se me ocurre creer que estamos frente a la erupción, en momento solapada, y en otros violenta, de una suerte de cultura zombie donde más que seres pensantes, deambulan por nuestras calles autómatas, seres que miran y piensan al revés, dándole relevancia a lo que no lo merece y viendo espejismos donde existe una realidad y un estado de cosas que nos debe comprometer a darle más valor a la vida, a cómo la percibimos y al hecho de que vivir en sociedad implica ver todo desde una perspectiva lineal, es decir, objetivamente focalizando las cosas como son, y entendiendo que las circunstancias determinan la relevancia del ser.

Los más afectados por esta situación son nuestros jóvenes inmersos en una rutina, en hogares disfuncionales, en el desempleo, vulnerables a inducciones ideológicas, sin ideales, sin una brújula que les señale un derrotero fiable, sin una filosofía de vida que les dé luz y les permita ver más allá de sus narices; sin un proyecto permanente dirigido hacia ellos que los fortalezca y les permita rescatar formas de ser y pensar en la dirección correcta.

Entonces, debemos dirigir esfuerzos desde el gobierno, instancias políticas, instituciones, escuelas, colegios, universidades, medios de comunicación de masas y audiovisuales, para coadyuvar en el rescate de nuestra sociedad y con ello garantizar una sociedad sana, pensante, donde se entienda la importancia de nuestra identidad y el compromiso con el futuro del país. Dios guíe a Panamá.

El autor es docente
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