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La lucha por el control del Canal de Panamá representa uno de los capítulos más fascinantes en la historia de las relaciones internacionales del hemisferio occidental. Durante el siglo XIX, el Panama Railroad Company, construido por JP Morgan, estableció un monopolio férreo sobre el transporte interoceánico entre el Atlántico y el Pacífico.
A pesar de que el ferrocarril se había vuelto relativamente obsoleto debido a la disminución de la fiebre del oro y la construcción de rutas transcontinentales más eficientes dentro de Estados Unidos, la compañía mantuvo su posición estratégica en el istmo.
En un capítulo poco conocido pero crucial, el Panama Railroad Company ejecutó una estrategia deliberada de obstrucción contra la Compañía del Canal Francés. A través de aranceles elevados y retrasos intencionales en las entregas, forzó a los franceses a adquirir el control del sistema ferroviario a precios exorbitantes. Esta maniobra contribuyó significativamente a la eventual bancarrota de la empresa francesa, revelando cómo el control de la infraestructura de transporte se convirtió en una herramienta de dominio geopolítico y comercial.
En la actualidad, se observa un eco de aquella época en la tensión entre Estados Unidos y la creciente influencia de la República Popular China en Panamá. China ha establecido presencia en los puertos que flanquean ambas entradas del Canal, una situación que ha generado preocupación en Washington.
Sin embargo, el contexto actual difiere significativamente del pasado colonial gracias a los Tratados del Canal, que establecen límites claros a la intervención estadounidense, permitiéndola únicamente en caso de problemas operativos que actualmente no existen.
Es importante destacar que el marco regulatorio actual establece salvaguardas significativas. Por ejemplo, aunque China opere los puertos, el tránsito de embarcaciones debe ser dirigido exclusivamente por pilotos de la Comisión del Canal de Panamá. Además, la operación portuaria no tiene la capacidad de interferir con el tránsito por el Canal, una distinción crucial que a menudo se omite en las discusiones públicas sobre el tema.
Lo que presenciamos hoy parece ser una campaña de medias verdades diseñada para socavar el control panameño del Canal, aparentemente motivada por intereses económicos de empresas estadounidenses y una visión neocolonialista que recuerda las políticas agresivas del siglo XIX. Esta situación refleja un retorno preocupante a tácticas históricas de control geopolítico, aunque ahora se desarrollan en un contexto internacional muy diferente.
La principal diferencia radica en el robusto marco legal internacional que protege la soberanía panameña sobre el Canal. Los tratados internacionales, la transparencia operativa y los mecanismos de supervisión proporcionan una protección que no existía en el siglo XIX. Sin embargo, la similitud en las narrativas de “amenaza” y los intentos de influencia económica sugieren que, aunque las tácticas pueden haber evolucionado, las ambiciones geopolíticas mantienen patrones históricos reconocibles.
Esta perspectiva histórica nos permite entender mejor los desafíos actuales en la administración del Canal de Panamá y reconocer la importancia de mantener su independencia operativa frente a presiones internacionales, sean estas tradicionales o emergentes.
El Gobierno panameño también debe saber aprender de los errores históricos, cometidos en pasadas administraciones, para corregirlos por el bien de la población y nuestro futuro del neutralidad, para el progreso nacional y mundial. Sin caer en las trampas de reclamos y acusaciones, que nos hundirán, en una situación donde perderíamos la batalla de desinformación.