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- 05/02/2025 00:00
Los corruptos, infierno dantesco y prevención
La corrupción ha logrado infiltrarse en todas las esferas en nuestro país, es noticia diaria, con detenciones y condenas a exfuncionarios públicos, de la cual ni siquiera se escapa la administración de justicia, con la condena de 23 funcionarios del Órgano judicial (2023), mientras que las cifras de delitos contra la administración pública tienen un registro del 46 % de los delitos receptados en el año 2024.
Cuando se habla de corrupción, siguiendo convenciones internacionales, comprende las infracciones de deberes de los servidores públicos por la obtención de beneficios ilícitos, como son: el soborno de funcionarios públicos nacionales, extranjeros y de organizaciones internacionales; la malversación o peculado, la apropiación indebida u otras formas de desviación de bienes por un funcionario público; el tráfico de influencias; abuso de funciones; enriquecimiento ilícito; el soborno en el sector privado y la malversación o peculado de bienes en el sector privado, y todos los hechos previamente mencionados están castigados en nuestra legislación penal con penas que oscilan de uno a diez años según el caso.
La corrupción es un hecho que atenta contra el normal, ordenado y legal desenvolvimiento de la administración pública, que afecta su prestigio, y es un hecho reprochable porque el servidor público comete una traición al incumplir con sus deberes y con los códigos de conducta ética, contraviniendo principios éticos de honradez, prontitud, eficiencia, honestidad, entre otros.
Respecto al castigo del corrupto, la venganza privada ( ley del talión, ojo por ojo diente por diente), es impensable, pero, el descontento social conduce a exigir penas más graves y la pena de muerte, mientras que otros arguyen con carácter imaginativo que debido a que una minoría termina en la cárcel y se desvanece la esperanza por la justicia, “ se puede concebir un infierno donde ellos paguen por todo lo que aquí no han pagado y nunca pagarán” (Cañete Arrabia, 2024).
Dice una canción de José Luis Perales, que “me han contado que existe un paraíso a donde va la gente. No importa lo malvado que hayas sido. Si un día te arrepientes y agrega que a ese sitio no van los dictadores, los que mienten desde su tribuna, vanidosos, los terroristas, los traficantes de niños, los banqueros, ni soberbios, especuladores, estafadores, que a medida que crece su fortuna el camino a ese cielo es más estrecho, y por ende, también tienen su lugar, los corruptos.
Y en el infierno dantesco de La Divina Comedia, de Dante Alighiere, se describe en el círculo octavo a los pecadores que cometieron fraude, incluyendo estafadores, ladrones, rufianes, y en el valle 5 están los corruptos sumergidos en brea hirviente que son vigilados por diablos llamados malebranche.
Pero, el corrupto no es cualquier delincuente, pues no tiene valores ni principios éticos, es un psicópata, narcisista, prepotente, astuto, tiene un deseo insaciable de poseer. Su comportamiento contamina a los demás, se expande, tiene y consigue cómplices, y su enriquecimiento indebido tiene costos sociales y económicos, afectando los derechos humanos y poniendo en peligro la democracia.
Para el papa Francisco, hay tres tipos de cristianos en la Iglesia: los pecadores, los santos y corruptos (2013), y afirma que la corrupción es una enfermedad, mientras que el infierno “más que un lugar, indica la situación en que llega a encontrarse quien libre y definitivamente se aleja de Dios, manantial de vida y alegría “(2019), no es un sitio físico, aunque en lo imaginario las personas piensen que hay almas pecadoras quemándose en una hoguera.
Claro está que en la mente del corrupto y en su comportamiento se denota una falta de espiritualidad, no reconocen su pecado, además, que tiene ausencia de valores éticos, porque “ha construido una autoestima basada precisamente en este tipo de actitudes tramposas; camina por la vida por los atajos del ventajismo a precio de su propia dignidad y la de los demás”, según afirma el papa Francisco.
Quizá sigamos pensando que el discurso represivo, inclusive mandar el corrupto al infierno, go to hell, es lo único que queda por hacer, pero la prevención en el ámbito familiar, en la escuela, en valores éticos y espirituales, todavía es un camino por seguir, aunque no sea una respuesta inmediata, para lograr un servidor público comprometido con sus deberes, y un ciudadano más honesto y responsable.
Aunado a lo anterior, si bien es cierto que hay diversas estrategias de prevención, respecto a los códigos y programas de conducta ética en el ámbito público consideramos que son necesarios para reforzar la cultura ética en la función pública, sin embargo, es imprescindible también efectuar una rigurosa selección de los aspirantes a cargos públicos, evaluando su trayectoria, pues está demostrado que no todos tienen vocación de servicio, aunque su hoja de vida, de muchos títulos de esa apariencia.