• 10/02/2025 00:00

Sobresaltos

Los sobresaltos que ha generado por décadas y que genera el autoritarismo constitucional impuesto, se ha fundamentado en el temor hacia las mayorías desprovistas de conciencia de ciudadanía y del debido conocimiento de sus derechos y deberes

Nuestra población vive -desde hace varias décadas- en un permanente estado de sobresaltos sociales dada la creciente necesidad de comprender las tensiones de todo tipo existentes a diario.

Aunque habrá siempre quienes lo nieguen y rechacen, la causa real de esa situación, encuentra su origen en un estatuto constitucional impuesto, del cual se desprenden toda una serie de relaciones que han marcado el bajo y limitado desarrollo de la democracia participativa. A partir de ahí es que resulta imposible, como pretenden algunos, hablar de “democracia”, así como también hablar de “Constitución”.

El haber vivido cuatro años (1968-1972) algarete y casi 53 años de un pseudoconstitucionalismo consentido, no contribuye para nada a poder evitar los epilépticos sobresaltos que, en todos los terrenos, se han venido dando y parecen no tener fin... aún.

En Panamá, los términos democracia y constitución, no cuentan con la necesaria e íntima conexión que corresponde a los tiempos que decurren. Ello lo podemos constatar en el vacío de civismo en el que se desenvuelven las nuevas generaciones. Hoy por hoy, democracia y constitución son conceptos que, cada vez más, responden a modelos conflictivos y contradictorios.

La inmensa mayoría de nuestra población confunde, por ejemplo Estado y Gobierno. De igual manera existe un inexcusable desconocimiento de lo que es Constitución, constitucionalismo o constituyente, así como también lo que es democracia. Este último concepto tiene un significado diferente, para gente diferente, en momentos y lugares diferentes.

Los sobresaltos de nuestra población hoy se ven más agudizados que nunca antes por el hecho de que, por ejemplo, los jueces y magistrados, responsables directos de definir y velar por los derechos y garantías que están llamados a servir de freno a las irracionalidades del poder político, asumen un comportamiento desprovisto de toda legitimidad democrática que solo produce desasosiego y crispación en nuestra vida cotidiana.

Las golosas, absurdas e inapropiadas pretensiones de aumento salarial inmediato, por un monto de cuatro mil balboas, de parte de la Corte, produce un sobresalto social de peligrosas consecuencias.

Thomas Paine proclamó tempranamente que “el derecho de los que están vivos” por encima “de la autoridad de los muertos”; y nos enseñó que “cada generación tiene los mismos derechos que las generaciones que la precedieron, del mismo modo en que cada individuo tiene los mismos derechos que cualquiera de sus contemporáneos”.

Thomas Jefferson, ya en 1794, defendía “un concepto de constitución abierto a la reconfiguración que cada generación pudiera aportarle en virtud de sus sagrado derecho a rehacer el texto fundacional propio.”

Los sobresaltos que ha generado por décadas y que genera el autoritarismo constitucional impuesto, se ha fundamentado en el temor hacia las mayorías desprovistas de conciencia de ciudadanía y del debido conocimiento de sus derechos y deberes.

Durante estos últimos lustros los Órganos del Estado no han hecho más que afianzar la desconfianza de la participación ciudadana, así como el ejercicio de su autoridad en formas abiertamente hostiles a la diferencia y pluralidad tan necesarias para democratizar la democracia y caminar hacia un Estado Constitucional Democrático, a través de un proceso constituyente originario.

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