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- 03/12/2024 16:42
Salto numismático
La moneda es una pieza que se acuña en diferentes tamaños, según su valor, y es confeccionada a partir de aleaciones metálicas y con formas, por lo general, circulares. Su nombre proviene del latín moneta, porque en Roma su fábrica estaba cercana al templo de Juno Moneta, diosa de la memoria y quien protegía la actividad desde su nicho mitológico. En economía se sabe que esa es la principal herramienta del intercambio financiero.
La elaboración de las monedas implica una responsabilidad tan delicada que son pocas las casas que se ocupan de tal iniciativa. Se destacan sitios tan importantes en Estados Unidos, Polonia, el Reino Unido, Francia, Finlandia, Canadá y otras grandes capitales, que se dedican a esta producción para los organismos emisores. Todos cuentan con la experiencia necesaria para garantizar el curso legal numismático en cada país.
Al parecer, Panamá se ha unido a este selecto grupo de casas acuñadoras con la reciente noticia de que se encontró un taller que producía monedas del valor de un balboa en la comunidad de Tocumen, cercana al aeropuerto del mismo nombre. Según los datos revelados, se encontraron a dos ‘maestros’, de aparente nacionalidad china, encargados de las labores técnicas y quienes empleaban un sofisticado equipamiento para procesar el material.
Desde hace unos años se empleaban tales monedas, que se hicieron populares, sobre todo por su apelativo con el nombre de un expresidente, en cuya administración se introdujeron al mercado. En los últimos tiempos empezaron a salir unidades con defectos en sus textos y detalles de diseño. Eran ejemplares falsificados y que lograron escurrirse en la cotidianidad, a tal punto que se hizo imposible obviarlos y que han creado un problema de cohabitación.
Es decir, que este tipo de dinero adulterado coincide en su circulación con el de curso legal. Como los ejemplares se refieren a la denominación local, se ha constituido en un problema que tiene cada persona que utiliza las unidades monetarias: las guarda o las intercambia. Lógicamente que esta situación se extiende al abarrotero, al taxista, a cualquier vendedor, porque empiezan a escasear los billetes de denominación de un dólar.
¿Se recogen las monedas defectuosas? ¿Se dejan circular junto a las legales? ¿Quién asumirá la pérdida que esto ocasione? ¿Qué se hará con los culpables u orquestadores de esta gran tragicomedia de las finanzas nacionales? Son algunas de las preguntas que surgen y que entretienen a las autoridades encargadas de estos aspectos de la gestión económica, mientras otros asuntos de delicada atención discurren en la opinión pública.
Resulta curioso apreciar que toda persona, al recibir las monedas aludidas, se detiene y trata de mirar con suma atención si son verdaderas o corresponden al cargamento de piezas falsas. Entonces debe pensar si se las van a recibir nuevamente o tendrá que quedarse con ellas para el recuerdo. Lo peor es dilucidar a quién se las va a ‘meter’, muy disimuladamente, cuando haga alguna gestión de compra.
Por lo general, en este tipo de fenómenos el mal va extendiéndose y uno puede ver que esa moneda de fabricación local o traída ilegalmente desde el Lejano Oriente entrará y se irá a todos los confines del país. ¿Se tomará la medida de detener su tránsito por las cajas y manos inocentes que nada tienen que ver con esa amarga realidad? O sencillamente hay que aguantársela.
Es difícil de imaginar cómo una circunstancia tal puede haber llegado al país. ¿Cómo ingresó por las aduanas tal tecnología para troquelar, acuñar, finiquitar y distribuir las famosas monedas y el consecuente negocio de ellas? ¿A quién se le habrá ocurrido que Panamá podía dar semejante salto numismático, cuando aún no hemos salido de la ‘bolita’, las ‘casas grandes’, el chance clandestino y otras ocurrencias?
Ojalá que se pueda aplicar la justicia -Juno nos ampare- y se tome la decisión de salir de esta práctica de acuñación nacional de monedas irregulares.