La Ciudad de Saber conmemoró su vigésimo quinto aniversario de fundación con una siembra de banderas en el área de Clayton.
- 18/05/2018 02:00
En el reino de los ciegos...
A ún desde la distancia he decidido escribir este artículo en reacción a recientes entrevistas publicadas por La Estrella de Panamá sobre la deplorable situación ambiental. Si bien estoy de acuerdo con la mayoría de lo que dicen ambos analistas; tampoco puedo omitir aclaraciones que considero necesarias para conocimiento de las futuras generaciones, convencido de que los pueblos que olvidan su historia están irremediablemente condenados a repetirla.
Ambas entrevistas parten de la falsa premisa de que la decadencia institucional de la ANAM ocurre durante el Gobierno de Ricardo Martinelli (2004-2009). Incluso considero que esta trampa conceptual confundió a admirables personas quienes asumieron importantes funciones en la alborada de este Gobierno. Y es que el compromiso ambientalista no habilita a nadie para saber lo que tiene que hacer en el ejercicio público, razón por la que también he insistido en que no se pueden hacer cambios de políticas sin los debidos aportes de políticos –otra trampa conceptual en la que están cayendo demasiadas personas.
Para empezar dejemos sentado que la ANAM se originó con defectos de fábrica, como lo expusiera el Dr. Donaldo Sousa desde sus inicios en 1998. A lo que fue un diseño institucional de avanzada que permitía la participación de la sociedad civil en la toma de decisiones, le sucedió un Concejo Nacional del Ambiente que jamás funcionó, y que estaba conformado por tres ministros de Estado. Aun así muchos creímos que se podía rescatar esta iniciativa, y entre 2000-2004 advertimos de los errores que se estaban cometiendo en el proceso de descentralización institucional; en especial el debilitamiento de los servicios de recursos hídricos, forestal, y de áreas protegidas y vida silvestre; y su supeditación absoluta a los antojos políticos de los administradores provinciales.
Aparte de ganar detractores en un país en el que todo se toma a nivel personal; no logramos mucho en aquel Gobierno y por eso albergamos la esperanza de que al entrar en escena reconocidos profesionales de la conservación se podría garantizar la recuperación del proyecto histórico de la ANAM. Craso error, ya que fue en el periodo 2004-2009 en el que se le dio la estocada final a la institución —haciendo salvedad de la admirable labor realizada por la Comisión de Ambiente, Población y Desarrollo de la Asamblea Nacional. No solo se hicieron reformas inconsultas a los procedimientos de evaluación de impacto ambiental, sino que se renunció al ordenamiento ambiental como instrumento de gestión, entre muchos otros retrocesos. Averiguar cómo fue que las peras dieron olmos sería motivo de interesante debate en estos tiempos preelectorales. ¿Quizás el auge económico que inició con la ampliación del Canal? ¿O la obsesión con los créditos de carbono? ¿O tal vez no se entendieron las repercusiones que tendrían proyectos como Petaquilla, Isla Viveros, Bonyic, Chan 75 y Barro Blanco sobre los derechos humanos?
En verdad no se trata de hacer leña de los diferentes árboles caídos entre 2004-2018, sino de incitar una discusión seria y responsable sobre el futuro ambiental de nuestro país. Creo que estamos en el momento propicio para lograr esta discusión política que busca lograr cambios sustanciales y no cosméticos en las políticas ambientales.
DOCTOR EN CIENCIAS POLÍTICAS.