• 23/05/2022 00:00

Presos por elección

Vivimos la época de la revolución en las redes, que es una manera de romantizar el concepto de que todos sufrimos el sistema, pero muy pocos hacen algo para enfrentarlo.

Todo ha sido escrito. Desde que la raza humana desarrolló la capacidad de la escritura se ha mantenido algún récord de cómo se pensaba antes. En el pasado, para escribir había que tener conocimientos sobre el tema a desarrollar y así lograr convencer a un editor de que lo que se tenía que decir era importante. La probada capacidad analítica e intelectual del escritor respaldaban la solicitud de aquello que se quería decir, para que perdurara en el tiempo. Vaya responsabilidad.

La escritura no era un proceso igualitario. Tenía mucho que ver con la cercanía del escritor a los ejes de poder. Un padrino, un roce social privilegiado eran necesarios. Los temas a desarrollar tampoco eran demasiado libres. Cultura y tecnología. Avances científicos. Política. La titularidad del escritor coronaba la novedad y mérito de lo escrito pero lo más importante, me atrevo a intuir, debía ser cuánta razón contenía la obra. No se permitían tan solo opiniones, debía haber razón.

Definiendo razón, es la “capacidad de la mente humana para establecer relaciones entre ideas o conceptos y obtener conclusiones…”

Esta definición implica que para desarrollar un tema era necesario no solo estudiar lo que se hubiera dicho al respecto anteriormente, sino que también estar de acuerdo o discrepar, pero con pruebas, no sólo con argumentos. Puede entenderse que había que respetar ideas contrarias a las propias, no para arremeter contra ellas, sino para entenderlas al punto respaldarlas, o demostrar su sinrazón. Se promovía la independencia colectiva. Cada persona era diferente y libre de entender las cosas a su manera, siempre y cuando pudiera demostrar que su análisis era correcto. Era un asunto de valientes escribir. Para saber escribir, había que saber leer. Respeto y educación. No era factible escribir algo como una revista en esa época. Debía ser algo extenso.

Hoy todos podemos escribir. Las redes sociales le abren las puertas de la opinión a cualquiera, literalmente, sobre cualquier asunto. Manadas de opinólogos atestan la memoria de los aparatos inteligentes en blogs, publicaciones en perfiles del ciber espacio, o pidiendo firmas virtuales a favor o en contra de cualquier cosa. Digo que escriben por definirlo de alguna manera. La ortografía no es una invitada frecuente en esos escritos. También dejan por fuera la gramática, y el orden lógico de una oración básica. Así como hablan, escriben. Quizás la carencia más notable de lo que leemos en la actualidad sea lo que resultaba más sustancioso en el pasado. A lo que escriben le falta razón. Y le sobra opiniones.

La realidad y la valía de lo que se escribe es secundario. Lo importante es tener algo que decir. Lo que sea. No hemos terminado de escuchar, cuando ya estamos respondiendo en un universo destartalado de opiniones que chocan entre sí. No hay respeto por la idea ajena.

Hoy, un colectivo dependiente se enfrenta a diario en una batalla de nunca acabar, no porque los puntos en discusión sean insalvables, sino porque nadie comprende porqué discuten. La falacia de la igualdad nos hace creer que mi opinión es igual de valiosa que la razón, en un absurdo universal. Y los poderes respaldan semejante retraso por miedo a perder la jerarquía que le otorga la masa no pensante sobre la que descansa lo que conocemos como democracia.

Vemos a diario como se repite la tragedia de “contacto e influencia matan esfuerzo y educación”. Los gobiernos siguen promoviendo la “independencia de pensamiento” para aquellos que no saben pensar. Al no saber pensar, no entenderán que lejos de ser libres y soberanos, son esclavos de un sistema autoimpuesto que cambia de color, mas no de tácticas, cada 5 años.

Vivimos la época de la revolución en las redes, que es una manera de romantizar el concepto de que todos sufrimos el sistema, pero muy pocos hacen algo para enfrentarlo. Somos muy valientes con nuestras faltas ortográficas y nuestros perfiles falsos en el anonimato del mundo virtual, pero llegada la hora de las decisiones, seguimos esperando a que venga otro a hacer lo que haga falta.

Si la humanidad sobrevive estas décadas de inacción y retroceso, ¿qué libro o documento escrito definirá nuestra apatía reinante en el futuro? ¿Cómo entenderán los que sobrevivan que siempre vimos la puerta de salida, pero permanecíamos presos por un pedazo de pan?

Presos por elección. Nuestras elecciones nos apresan. Pensemos en eso a la hora de votar.

¡Dios nos guíe.!

Ingeniero civil
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