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- 25/09/2008 02:00
De piratas y corsarios
Se cumplía el plan de vuelo aquella tarde? sumido entre sopores y súplicas intentaba leer la recién estrenada obra de García Márquez “Vivir para contarla”, cuando la lectura me fue interrumpida con la apacible voz de un guía que luego de realizar una síntesis histórica de Panamá La Vieja, disertó acerca del Casco Antiguo, para finalmente aprovechar el sobrevuelo que antecede el arribo a suelo patrio y exhibir las imponentes obras que se erigen sobre el Panamá moderno, extendiendo así el horizonte de mi curiosidad en saber ¿por qué razón? éstas representativas muestras de progreso, no reflejaban la realidad económica que atraviesan cuatro de cada 10 panameños.
El doblez de la página 15 en la cual alcancé a penas leer sin comprender una frase que guardé con recelo; además de fijar un hito en la sobrecogedora lectura, marcaría el feliz término de lo que parecía un viaje eterno, con interrogantes que hoy quedan develadas ante el escarnio que se cierne sobre las absurdas, selectivas y lesivas concesiones de espacios públicos; donde una cosa es la que se ofrece en galería y otra la que se trama y conoce tras el telón, bajo el amparo de quienes deberían velar por el mejor uso y explotación de nuestro patrimonio. Todo lo actuado me condujo ha entender aquella drástica sentencia, pues en términos comparativos no dista y reafirma de quienes nos gobiernan, que... “Lo que tienen que hacer para vivir, es peor que trabajar”.
El reciente escándalo que envuelve la adjudicación de suelos y predios marinos a precios irrisorios para ser explotados en condiciones leoninas, por una élite de allegados políticos al gobierno de turno y sus predecesores, so pretexto de promover el potencial turístico, portuario y comercial del país, deja entrever un vehemente mutualismo que excluye y desconoce el carácter de rentabilidad social que debe imperar al estar en juego la Cosa Pública; sin embargo, contribuye al fomento de una atmósfera especulativa y suspicaz alrededor de quienes con mirada atónita observamos cómo el poder económico, y los intereses particulares aventajan el desarrollo sostenible y el derecho a elegir el hado de nuestras riquezas.
Es que el Modelo Neoliberal, además de desvanecer nuestras fronteras, culminó prostituyéndonos en un mercado “libre” o más bien “anárquico” que promueve y formaliza el lesseferismo y la impunidad de depredadores de la Hacienda Pública, quienes valiéndose de “Concesiones” o “Contratos”, no hacen más que revivir las emblemáticas “Patentes de Corso”; un instrumento de dominio presuntamente extinto, pero que al parecer en nuestros burócratas y anacrónicos sistemas administrativos sigue teniendo vigencia.
Todo lo actuado me permite argüir que estamos frente a un dramático escenario “De Piratas y Corsarios”; engalanado por las actuaciones de nuestros monarcas y que como súbditos nos toca seguir ovacionando la manera en que nos desgarran el país para echárselo a las fauces de sus socios comerciales.