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- 02/02/2023 00:00
El Perú, un país bajo acoso
El 28 de julio de 2021 José Pedro Castillo Terrones tomó posesión como presidente constitucional, para el período 2021-2026, tras un proceso electoral en el que obtuvo en primera vuelta un 18.92 % de las preferencias electorales, mientras que en la segunda vuelta obtuvo un 50.13 %, que reflejó más bien el rechazo a la candidata Keiko Fujimori y no necesariamente aprobación a su plan de gobierno presentado.
A este error de lectura, creyendo poseer el apoyo absoluto del pueblo, irían a sumarse a su inexperiencia política, circunstancias que le hicieron suponer erradamente que su origen de humilde campesino y su trayectoria como sindicalista magisterial serían una patente de corso para delinquir.
Ya siendo presidente sostuvo reuniones de carácter político en espacios no facultados para ello; tejió una red de corrupción a su alrededor que recibió sobornos para adjudicar obras “a dedo”; nombró personas no idóneas en ministerios, algunos de ellos vinculados al Movadef, brazo político de Sendero Luminoso; declaró a CNN estar dispuesto con ceder salida soberana al mar a Bolivia en detrimento del Perú; recibió coimas para ascender a altos funcionarios policiales; entre otros graves delitos en fase de investigación, exacerbaron los ánimos políticos en el Perú.
Fue así que el 7 de diciembre de 2022 el aún presidente Castillo se sintió perdido. Sospechó erradamente haber perdido el apoyo de sus aliados congresistas, a quienes había sobornado aprobando proyectos en sus regiones, lo cual, sumado a contundentes confesiones de los llamados “colaboradores eficaces”, dispuestos a delatarlo, con tal de salvarse de penas de cárcel mayores, procede a dar en cadena nacional un golpe de Estado, ordenando el cierre del Congreso, así como la detención de la fiscal de la República, motivo por el cual fue vacado por amplia mayoría en el Congreso, que procedió de inmediato a juramentar a la vicepresidente Dina Boluarte como presidente de la República.
Arrestado Castillo, al momento de pretender buscar asilo en la Embajada de México en Lima, los Gobiernos de México, Colombia, Argentina y Bolivia defendieron al golpista detenido, ignorando por completo el delito perpetrado y la sucesión que tuviera lugar de manera constitucional. Estos cuatro Gobiernos han violentado las normas diplomáticas, interviniendo en los asuntos internos del Perú, pretendiendo exonerar al expresidente Castillo de sus delitos y pretenden hacerlo quedar como a una víctima de una presunta lucha de clases, reivindicaciones campesinas y demás refranes demagogos originados en los intereses del Foro de San Pablo y del Grupo de Puebla, para subvertir a las naciones democráticas a los designios del comunismo castrochavista, que solo ha traído atraso y subdesarrollo a los pueblos en los que gobierna.
En el caso de Bolivia se ha demostrado el suministro de pertrechos de guerra a los insurrectos y llamados de sus autoridades a la secesión del sur peruano, acciones temerarias que, de pasar alguna línea roja, nos pondrían en escenarios no deseados en las Américas.
El Perú dista mucho de ser un país perfecto. Aun arrastra enormes deudas socioeconómicas con la población sin diferencia alguna de extractos y orígenes, problemas derivados de los pésimos Gobiernos y de la vulnerable institucionalidad que padece, aun antes de su constitución como República independiente. Sin embargo, la injerencia de terceros países y la tergiversación de la realidad nacional llevada a cabo por grupos organizados y financiados por la izquierda internacional, promoviendo la toma violenta de ciudades, aeropuertos e incluso el asesinato de policías, obliga a dar un paso al frente y exigir el cese inmediato del ataque al que el Perú se está viendo sometido por elementos sedientos de poder. Estos manipuladores buscan incrementar la cantidad de muertos para victimizarse y acusar al nuevo Gobierno de los crímenes por ellos perpetrados, para así hacerse del control de los vastos recursos naturales del Perú repitiendo experimentos fallidos de otras latitudes.
Las democracias del mundo, en especial las americanas, deben sumar sus voluntades y trabajar en la consecución de la paz en el Perú. Hoy en día, la estabilidad del continente se está definiendo en la cuna del Tawantinsuyo, Imperio de cuyo legado se sienten orgullosos los peruanos sin distingo social o étnico alguno.
El Perú está llamado a sobrevivir, no a sucumbir. Está llamado a escribir nuevas páginas de resistencia ante esta nueva embestida totalitaria que sufre por parte de la izquierda internacional.