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En ‘Zapatero y el Pensamiento Alicia. Un presidente en el país de las Maravillas’ (Ediciones Martínez Roca, 2006), el pensador español Gustavo Bueno acunó un término bastante curioso: ‘pensamiento Alicia’. Se trata (véase ‘Pensamiento Alicia como racionalidad simplista y abierta / Pensamiento Utópico’, https://www.filosofia.org/filomat/df712.htm ) de la representación de un mundo distinto al mundo real, “un mundo al revés de nuestro mundo, como es propio del mundo de los espejos”. Así las cosas, “el pensamiento Alicia no quiere tener conciencia de las dificultades que habría que vencer para llegar a él, ni, por tanto, los métodos o caminos que sería preciso habilitar. Todo es mucho más sencillo: se tiene la voluntad de pasar a ese mundo al revés y basta”. Se trata de un mundo maravilloso y al revés del nuestro, como el que tan magistralmente describiera Lewis Carroll en algunas de sus obras. En un mundo así, hasta la aritmética elemental está expuesta a inusitadas transformaciones.
Hay mucho de pensamiento Alicia en las campañas y ‘propuestas’ de los políticos que aspiran a ocupar la presidencia de la República en el quinquenio 2024-2029, aunque posiblemente todas nuestras campañas presidenciales han sido una expresión de lo irreal-maravilloso. Todos los candidatos proyectan discursivamente un país mejor que el que tenemos: empleos para todos, jubilaciones y salarios dignos, educación de calidad, medicinas gratuitas, ambiente sano y libre de contaminación, en fin. Sin embargo, he aquí lo aliciesco, no quedan claros los métodos o caminos a habilitar para transitar a dicho mundo de ensueño discursivo.
Según señala Martes Financiero (5/12/2023), a diciembre del año pasado la deuda pública de Panamá alcanzaba los nada despreciables 47,406 millones de dólares, con un incremento superior a los 20 mil millones (algo más del 50%) solo en la administración Cortizo. Somos, pues, un país endeudado, de modo que, si nos tomamos en serio las ‘propuestas’ de los políticos, la pregunta obligada es ¿cómo lo harán? ¿Con qué recursos o fuentes de ingreso financiarán el paraíso que nos merecemos todos?
La sostenibilidad de las instituciones de un país y la garantía de ‘derechos sociales’ (salud, vivienda, alimentación, agua, educación, cultura, etc.) es siempre costosa (en realidad todo derecho cuesta); siguiendo a Milton Friedman, no hay tal cosa como almuerzos gratuitos, aunque haya quienes los fomenten y los exijan, como derechos. De modo que, el costo de los almuerzos que nos prometen los políticos tendrá que ser pagado por alguien. Pero los aspirantes a presidentes y los electores evitamos esas cuestiones tan desagradables: usted tendrá jubilaciones dignas sin aumento de edad de jubilación y/o de cuotas, los pacientes tendrán medicinas gratis, usted de seguro encontrará el trabajo de sus sueños, tendrá un salario digno, podrá disfrutar de ambiente sano y libre de contaminación, tendrá agua 24/7, seguridad, alimentos a precios justos y, sobre todo, ha de estar tranquilo, porque no habrá ajustes impositivos de ningún tipo.
Desde el punto de vista del pensamiento Alicia, un político, más que político, es un mago, alguien que tiene la capacidad de crear cosas con solo decirlas o nombrarlas, y tiene esa capacidad, no tanto porque puede y sabe - y vaya que saben - cómo hacer las cosas, sino porque quiere. Para un político Alicia, no hay tal cosa como derrotabilidad, las cosas están siempre bajo control, la realidad, la dura realidad, es un espejismo, un recurso infame de quienes no imaginan o no tienen la capacidad de soñar o de concebir lo grandioso: la auténtica realidad es la que imaginamos o soñamos.
Por ello, con el pensamiento Alicia hay que andarse con cuidado. Escribe Bueno: “el simplismo de los pensamientos Alicia puede llegar a ser no otra cosa, sino encubrimientos de la realidad, intentos para disimularla arrojando sobre ella velos legales (propios de legistas) destinados a tranquilizar a los electores y consumidores. Pensamientos que son valores impregnados de perfumes que huelen a opio del pueblo”. Las actuales campañas son eso: una suerte de opio, un infame distractor.