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- 12/07/2014 02:00
‘Todo cepillo muere sin pelo’...
Una de las primeras lecciones que recibimos desde las aulas de primaria, quienes estamos en la edad de extra episodios, fue que ‘todo cepillo muere sin pelos’, en alusión a quienes recurren a la adulación en circunstancias difíciles. Viene al caso el aserto ahora que vemos, por los medios audiovisuales, a los docentes que durante la última escaramuza de su permanente confrontación de la exministra Lucinda Molinar con maestros y profesores, no pocos optaron por prestarse como esquiroles y sabotear a sus compañeros del movimiento nacional que exigía una actitud positiva en los altos mandos de la educación.
Seducidos por las cínicas promesas, con claros visos de proselitismo electorero, mentalidades debilitadas por el oportunismo del juegavivo, cayeron en la trampa de darle la espalda a sus colegas y favorecer el maquiavelismo del funcionariado encantado con las delicias del poder que en cinco años les regalaba en bandeja de plata el gobierno del también ex Ricardo Martinelli. La Lucinda les prometió aumento de salario inmediato, si apoyaban su malévola trayectoria y hacían aparecer al resto de educadores como elementos proclives al huelguismo improductivo, utilizado entonces como táctica mediática para afectar las justas aspiraciones de quienes protestaban.
Superado el diferendo por el tiempo y la culminación del proceso electoral, que afortunadamente barrió con los artífices del mal, la cruda realidad de los hechos consumados por la pandilla de bribones que gobernaba, les ha reventado en pleno rostro en menos tiempo del que pensaron. Vaciadas las arcas presupuestarias, docentes de algunos colegios de la capital y de otras provincias como Bocas del Toro, se declaran ahora en paro indefinido, porque el aumento prometido no les ha llegado tras la primera quincena del nuevo gobierno. Es decir, el incremento salarial ofrecido por la extitular de la cartera por orden del mandamás del quinquenio superado, no se sabe ni cuándo ni cómo se reflejará en su cheque quincenal.
Así les ha pagado el diablo a quienes bien le han servido, y es bueno que los trabajadores entiendan, de una vez por todas, el sabio consejo de los mayores, cuando sentencian que: ‘Todo sapo muere reventado; y todo cepillo, muere sin pelos’.
PERIODISTA