• 13/05/2024 23:00

Pasó la emoción ahora ... a la razón popular

[...] el hecho de que se haya escogido un número impensable de candidatos de libre postulación no maleados hasta ahora con las veleidades de la corrupción [...] es un acto históricamente esperanzador, pero no garantiza que su accionar político supere lo que todos anhelamos que se supere

En las contiendas político electorales, existe una emoción que se hace muy presente en las motivaciones que impulsan los comportamientos de las poblaciones votantes o en pugna por alcanzar el timón del Estado. Esta no es otra que el “resentimiento”. Mismo que los que aspiran a reemplazar a los que timonean el gobierno y sus órganos procuran reforzar al máximo en el electorado, dirigiéndolo en un único sentido: en el que aquellos puedan sacar provecho. Con la mercadotecnia y publicidad al servicio de las agrupaciones que pugnan por hacerse del poder, esta tarea se ha hecho cada vez más fácil.

La reciente mascarada electoral puso esta emoción (el resentimiento) en la superficie de las motivaciones de la escogencia de las candidaturas a los distintos puestos de elección. Por supuesto que la emoción no se da en el aire - cosa que obvian los mercaderes de la publicidad politiquera -, sino que esta resulta de una consecuencia lógica de sentir la opresión o la distribución grosera y dispendiosa de los que administran los bienes públicos, de los cuales los votantes y la población en general, se ven excluidos, impidiendo que satisfagan sus necesidades reales y sentidas; sea para su acumulación privada, sea para satisfacer estrategias de sobrevivencia, sea para satisfacer apetitos consumistas u otros que se cuecen en la estructura material de la sociedad y adquieren sentido en sus estructuras políticas y culturales.

En las recientes elecciones, nos dice el Dr. Olmedo Beluche, lo que primó fue el “voto castigo”, lo cual, desde nuestra óptica es la traducción del resentimiento en acción política electoral. Ninguna otra consideración fue analizada, pensada y sopesada con tanta fuerza como esta, que a la postre buscaba la venganza (emocional) que se lograba en lo que efectivamente ocurrió. Y precisamente, el hecho de que los votos no fluyeron en demasía hacia un candidato en específico de los que tenían “más opción” lo importante fue, satisfacer la “razón” emocional que en alguna medida ha estado afectando su base material - pérdida de contratos, empleos poco dignos, deterioro de ingresos, barreras para mejoramiento del estatus a través de apoyos para su educación, etc. - su ser.

Reitero, el voto castigo no es mero producto emocional, sino la racionalidad de sentirse excluido, de los bienes que percibe como también propios y que se les niega o disputa. Lo único es que la racionalidad no le ha permitido a la mayor parte de la población diferenciar entre sus elegidos (as) a sus posibles nuevos verdugos, de sus posibles representantes de sus intereses.

He aquí, donde una escogencia que se presenta como prometedora, no lo es, necesariamente. Es decir, el hecho de que se haya escogido un número impensable de candidatos (as) de libre postulación no maleados hasta ahora con las veleidades de la corrupción, que estos sean jóvenes, además de que buen número son mujeres, es un acto históricamente esperanzador, pero no garantiza que su accionar político supere lo que todos anhelamos que se supere.

En el caso de las diputaciones, una cosa es el discurso contra la corrupción y otra distinta son las acciones impulsadas para desterrarla de la sociedad panameña. Una cosa es describir las penurias de la población que ha visto reducir sus derechos a la salud, la educación, a las pensiones dignas y otra cosa es cómo se superan las barreras que impiden el ejercicio de estos derechos. Aquí, la emoción tiene que cederle un mayor espacio a la razón, pero no cualquier razón, sino la razón de los intereses del pueblo, que no es lo mismo que la razón de quienes solo tienen como principio el máximo de ganancia privada en las políticas públicas o lo que es casi lo mismo, de quienes tienen a la empresa privada como la privilegiada de la acción de gobierno.

De estos novatos y primerizas en la política criolla, estoy observando mucha ingenuidad y esto es contraproducente para todo aquello que motivó su escogencia.

Es importante, que busquen asesoramiento en instituciones de solvencia moral (universidad, centros de estudios, iglesias con experiencia en materia del bien común) y formarse un espíritu de cuerpo para que no sean arrastrados en la cultura que no representa los intereses de las clases trabajadoras o populares.

El autor es sociólogo y catedrático universitario
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