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- 10/08/2011 02:00
Tchaikovsky y Panizza
PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.
La música del compositor Piotr Ilich Tchaikovsky fue concebida en un periodo entre dos épocas. Aunque él no llegó a vivir hasta el comienzo del siglo XX, su obra, ideada en la segunda mitad del XIX, abrió el nuevo periodo e ilustró con su rica complejidad múltiples manifestaciones, como lo exponen su concepción del ballet, la ópera, la sinfonía, aun el trabajo para la gran orquesta y el dirigido a los grupos de cámara.
Por esa razón, la melodía de este autor ruso contiene un esquema donde belleza y técnica posibilitan al conjunto orquestal armar cada compás, con una articulación cuyas dificultades de ejecución se desdoblan en efectos sonoros que impresionan.
Cuando la Orquesta Sinfónica Nacional expuso hace unos días, la Sinfonía No. 4 en fa menor, Opus 36, hubo que imaginarse el nivel de labor que implicó el inicio del concierto donde Alexander Panizza debería interpretar junto a esa agrupación musical a este compositor europeo que transformó la armonía.
El encuentro de la noche en el Teatro Nacional reunía al público para celebrar la herencia rítmica que dejó Tchaikovsky. Fue una actividad organizada por la Unión France Panamá y un equipo de colaboradores que procuran aprovechar el espacio cultural del país para presentar estos acontecimientos artísticos.
En un principio, el programa expuso la Sinfonía No. 4, cuya secuencia inicial fue conocida en Panamá como la base o identificación que en la radio caracterizaba las novelas entre los años 50 y 60, en la emisora RPC. Es una pieza que en cuatro momentos expresa diferentes escenarios que mezclan la belleza armónica con algunos sentimientos de nostalgia, que se perciben desde su primer apartado.
En general las obras más conocidas del autor a quien se dedicaba el concierto, como expone María Del Mar Gallego García, se caracterizan por pasajes muy melódicos con movimientos que sugieren una profunda melancolía que se combina con otros extraídos de la música popular, que brinda en su estructura un desarrollo temático abstracto.
Esta es la principal característica de sus composiciones orquestales y que le dio trascendencia, pese a la crítica que recibió en un primer momento de la comunidad intelectual, que no alcanzó a percibir su contribución al repertorio clásico, en función de la emotividad que expresó en general y sobre todo en cuanto a las piezas para piano.
De allí, puede destacarse el Concierto No. 1 para piano y orquesta en si bemol menor, Opus 23, que Panizza interpretó junto a la OSN, que en sus tres movimientos recoge esa rara complejidad de quien, desde San Petersburgo, pudo llevar su trabajo más allá de la profunda crisis existencial que le agobió en gran parte de su vida.
El pianista canadiense, formado en diferentes escuelas de los continentes americano y europeo, además de haberse desempeñado en diversos espacios profesionales, recoge con mucha pasión el papel que este instrumento ejerce en el conjunto orquestal para ejecutar la que es considerada como una de las más sólidas composiciones de Tchaikovsky.
La orquesta es el contexto y propone con mucha solidez los diferentes timbres y la complejidad temática que su autor brinda al concierto. Clasicismo y enfoques novedosos, mediante una mezcla meticulosamente organizada, van a ser las características de la pieza. En momentos, la sonoridad es matizada por los metales y sobre todo el oboe. En otros, son los violines que a través del pizzicato puntualizan el esquema rítmico.
Un autor y un ejecutante deben alcanzar una completa comunicación, pues quien lee y vuelca al sonido, la extraña combinación de las notas, recoge también el alma y la intensidad con que el compositor organizó su propuesta. Es así como Panizza en este caso, recorre sus dedos sobre el teclado con maestría para generar los temas y las diferentes variaciones que expresan el espíritu que exhala la melodía.
Esa noche, el Teatro Nacional capturó la esencia que el intérprete le dio al piano, apoyado por una OSN que manifiesta un nivel renovado de su gestión musical. Y Panizza fue obsequiado con aplausos, pues dejó sentado su virtuosismo al captar las claves con que Tchaikovsky iluminó la cultura mundial y orientó la ruta de las generaciones que le sucedieron.