• 12/09/2020 00:00

Después de la pandemia de los inicios del Siglo XXI… un mundo mejor

Se ha dicho que, tras las pandemias que han azotado y diezmado a la humanidad, a veces, con la desaparición de comunidades enteras, la sociedad se reorganiza, mejorando o empeorando considerablemente.

Se ha dicho que, tras las pandemias que han azotado y diezmado a la humanidad, a veces, con la desaparición de comunidades enteras, la sociedad se reorganiza, mejorando o empeorando considerablemente. Por otra parte, al día siguiente de las elecciones nacionales que se realicen, e independientemente de quién resulte ganador, los problemas de siempre estarán todavía allí sin resolver.

Y en el caso de los Estados Unidos, en un año de elecciones, y tras un siglo de avances significativos en medicina, ha resultado inevitable que el tema sea utilizado con cálculos políticos y no siempre guiado con el mejor criterio científico. Peor aún, por tratarse de una enfermedad desconocida, poco podía esperarse de los profesionales de la medicina, que al principio no podían ofrecer mejor consejo que mantener un mínimo distanciamiento y lavarse las manos con frecuencia. Al mismo tiempo, los médicos y sus colaboradores han realizado una encomiable labor de protección de la sociedad y han sido, con frecuencia, ellos mismos víctimas de la pandemia.

Con esas premisas, permítanseme las siguientes disquisiciones, basadas en las sociedades que hemos conocido e incluso vislumbrado, con base siempre en principios y valores individuales y sociales.

Es evidente que las pandemias que ha sufrido la humanidad a lo largo de centurias han eliminado a millones de personas, frecuentemente iniciándose en el Lejano Oriente y prolongándose por todo el mundo, incluyendo, por supuesto, al continente europeo.

Ante semejante panorama, el hombre tiende no solo a perder fe en sus instituciones, sino hasta a burlarse de quienes se acogen a la religión como esencial y principal modo de vida. Y aquí viene mi primera conclusión: es esencial volver pronto a un mayor respeto y práctica de todas las religiones. Si el ser humano es imperfecto, por naturaleza, entonces resulta indispensable la religión, como un punto de apoyo en la palanca que necesitamos como soporte en nuestras vidas.

Ya hemos podido observar cómo, a la tensión emocional por el aislamiento, la amenaza a la salud y hasta la saturación de las salas de emergencias y de cuidados intensivos en los hospitales, por un lado, aumentan considerablemente los suicidios, al mismo tiempo que otros muchos buscan la diversión incontrolada, el abuso del opioide y otras drogas y hasta el libertinaje que conduce a la procreación de hijos a los cuales luego dar la espalda.

¿Qué tal si, por el contrario, renovamos nuestro esfuerzo por mayor disciplina, respeto a la Ley y admiración por el esfuerzo, sobre todo de aquellos que menos tienen? ¿O procuramos el trato amistoso a los demás, como en las comunidades rurales, donde damos saludos sinceros con calurosos choques de manos y reafirmamos nuestra defensa de la verdad, frente a la mentira individual y colectiva?

En lo social, dado que, como dejamos expresado al inicio, los problemas de siempre y los nuevos estarán allí al día siguiente de las elecciones, independientemente de quién resulte el ganador, es fundamental que, antes y después de los debates electorales, insistamos en la confrontación de ideas, más que en la simple y costosa propaganda política.

Para ello, requerimos de una buena educación en todos los niveles, para que podamos ser más selectivos en cuanto a la ilustración y la honestidad de quienes aspiran a ocupar altas posiciones en los tres Órganos del Estado. Esto, por supuesto, hará a un mismo tiempo más factible la práctica de los siempre necesarios “frenos y contrapesos” en una verdadera democracia.

Y de la economía, ¿qué puede anticiparse luego de la pandemia? En Estados Unidos se compara esta pandemia con la depresión económica de 1929, y no solo en ese país, sino también en Europa y el resto del mundo.

Pero las opiniones varían entre los que esperan una pronta recuperación y quienes no la esperan por muchos años. ¿Cómo pueden volver a sus trabajos quienes los han perdido por millones? ¿Y cómo volver a sitios de empleo que han desaparecido definitivamente? ¿Podrán los trillones de dólares inyectados por el Gobierno central mantener a flote a muchos de los llamados “pequeños negocios”, considerando como tales a todos aquellos que tenían menos de quinientos empleados? ¿Cuán firme es la ética del trabajo (“work's ethic”), particularmente en la indiscutiblemente Primera Potencia desde fines de la Segunda Guerra Mundial a mediados del siglo pasado? ¿Hasta dónde es la vida misma muy débil o increíblemente resistente? ¿Y hasta dónde, conscientes de nuestros fallos individuales y sociales de antes, sabremos empinarnos ahora en busca de un mundo mejor?

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