• 05/10/2024 00:00

Panamá y el asentamiento perulero en China

El Pinal es el ejemplo de globalización temprana que experimentó la Ciudad de los Reyes (Lima) entre 1599 y 1601, cuando se realizaban expediciones que unían dicha capital virreinal con Cantón. El puerto y asentamiento de El Pinal, ubicados en el río de las Perlas y establecidos en 1598 por Juan de Zamudio, contaba con depósitos donde los productos chinos eran almacenados por lote de compra de cada comerciante perulero o peninsular para su despacho hacia Lima. El tipo de mercancía oriental que llegó en estos años a los mercados del virreinato peruano, en particular a las plazas de Lima, Panamá, Potosí, Sucre y La Paz, consistió en “damascos, damasquillos, terciopelos, ruan, tafetanes, rasos, chapines, gorgoranes, en todos los colores y tonalidades, principalmente negro, naranja, azul, blanco, morado, verde y rosado” (Pérez, 2018), “vajillas de loza, platos de la China y escudillos, tazas, jarras, redomas, saleros y salseritas” (Machuca, 2018) y peines de tortuga. Según Bonialian (2022) hay suficientes referencias para señalar que se importaba la seda en “madeja”, bruta, de pelo, hilo, trama o en rama que se tejía y/o entintaba en los talleres textiles peruanos. A quien manufacturaba la seda se le llamaba “sedero”, “hilador de seda” o “tejedor de seda”, siendo la primera denominación la más utilizada. Sin embargo, donde mejor se beneficiaba la seda en “madeja” era en Nueva España (México), por lo que después de 1604 los peruleros decidieron dejar progresivamente ese segmento de mercado y reorientar sus esfuerzos hacia la confección de prendas.

El principal producto de interés era, entonces, la seda procedente de Nankín, capital de China durante la dinastía Ming en los años que acontecieron estos vínculos comerciales, que utilizó el río Yangtsé para articular una cadena de suministros entre las ciudades de Suzhou, Hangzhou y Shaoxing, cuya interacción productiva tenía como punto final Cantón, Shantou, Amoy, Fuzhou, Ningbo y más al norte, Shanghái (Baten, 2016, citado por Bonialian, 2022). Después del naufragio del navío “San Felipe” en 1596 en las costas de Japón, con sus bodegas llenas de plata nipona, se generó un problema de liquidez en Filipinas, por lo que los peruleros vieron práctico tener su propio punto de acopio y obtuvieron de los chinos el permiso no solo para establecerse en El Pinal, sino también para contratar una dotación de cien vigilantes locales -lo que hoy sería un servicio de seguridad privada- que evitasen hurtos, disturbios e incendios en los terrenos del asentamiento y del puerto.

Recientes investigaciones revelan que el limeño y comerciante Juan de Segura Soltero fue uno de los inversionistas de la expedición que derivó en El Pinal, y para ello contó con Juan Núñez de Ayala, comerciante potosino radicado en Filipinas, y de los señores Rafael Porras y Gonzalo Núñez de Figueroa, residentes en Panamá, quienes no solo eran sus intermediarios económicos cuando Segura exportaba hacia Centroamérica y el Asia (Bonialian, 2022), sino también sus socios minoritarios. Panamá era la bisagra del comercio transpacífico perulero. Cada buque que llegaba a El Callao desde el Oriente -recalando o no en Panamá- quintuplicaba el valor de la invertido.

Esta prosperidad económica afrontó el desafío de la competencia comercial de Macao, posesión portuguesa -inicialmente aliada- que veía con desagrado que las operaciones de El Pinal se hiciesen con pagos al contado con plata potosina que se cotizaba hasta un cinco por ciento por encima de la plata nipona -que usaban los portugueses- al ser más pura. Esto significaba para ellos llegar en segundo lugar cuando se trataba de comprar lotes de calidad y tener que pagar más por aquello que los peruleros no adquirían. La mesa del conflicto estaba servida y el bloqueo naval portugués fue inevitable. Los peruleros, al conocer que no llegarían auxilios de Manila, decidieron ser prácticos y abandonar el lugar, no sin antes vender o ceder a los mandarines locales las instalaciones y los permisos para comerciar con Filipinas. Desde 1600, los mercaderes chinos acudirán por propia iniciativa a las islas para obtener la plata de Potosí que llegó directamente a ellos desde Lima hasta que dicho tráfico fue prohibido por la Corona cuatro años después. Álvarez (2013) sostiene que desde el punto de vista del Consejo de Indias, la ruta Lima-Cantón era una de viajes clandestinos y, por tanto, era percibida como una ruta que competía con el abastecimiento español por el Atlántico, lo que fue suficiente para que Madrid emitiese las prohibiciones para las navegaciones entre Perú y Filipinas, poniendo fin a una experiencia comercial que evidenció que, desde el siglo XVI, el espacio de desarrollo de la tierra de los incas es hacia el Pacífico.

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