• 19/12/2023 14:30

Panamá frente a la rápida evolución geopolítica mundial

En sólo cuatro años de la actual administración presidencial panameña, el panorama internacional ha cambiado mucho, con mayor multilateralismo y conflictos regionales más agudos. Mencionemos sólo algunos elementos fundamentales.

Se ha disparado en 2022 la cruenta e inútil guerra de Rusia contra Ucrania (con su antesala en la ocupación ilegal de Crimea en 2014), la cual ha afectado gravemente la paz en Europa y amenaza la del planeta.

Además, ha arreciado el problema del cambio climático provocado por el calentamiento global con consecuencias económicas, políticas y sociales cada vez más intensas, con sus efectos, igualmente, en el recrudecimiento de las migraciones internacionales que deberán aumentar en un futuro de mediano y largo plazo, a pesar de los escasos logros de la Conferencia de Naciones Unidas sobre el clima, la Cop 28 que acaba de concluir en Dubai.

Se han arraigado más las tendencias autocráticas en algunos países, con menoscabo creciente de los derechos humanos de sus poblaciones. Ha sucedido también en nuestra región especialmente en Cuba, Venezuela y Nicaragua. Han crecido las tensiones en Asia con su epicentro en una República Popular China y una Corea del Norte más agresivas, una gran perturbación en el África con golpes de Estado militares y desencuentros de algunos países del Sahel con Francia, amenazados por el activismo de bandas yihadistas musulmanas. Continente del África negra penetrado cada vez más por una nueva presencia imperialista y depredadora de sus recursos naturales por parte de Rusia que se añade a una influencia creciente, política y económica, en verdad global, de la República Popular China. Debemos reconocer la realidad del Magreb, fortalecer nuestro vínculo con Marruecos, Estado en plena modernización al contrario de Argelia, país sin democracia real y fuente de desestabilización regional al apoyar la fantasmagórica República Saharaui.

Se ha afianzado el carácter multipolar de la geopolítica mundial con la emergencia del grupo de los llamados BRICS (Brasil, Rusia, India y China), que se inició en 2006 como BRIC, que se transformó en 2010 en BRICS, al añadirse Sudáfrica. Estados que en conjunto representan, hoy, más de 42% de la población mundial, 25% del PIB, mueven 18% del comercio total que se intercambia en el mundo y ocupan 22% de la superficie continental.

Desde el 1 de enero de 2024 se añadirán Argentina (cuyo presidente Milei anunció que no lo hará), Arabia Saudita, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Etiopia, Estados muy disímiles y hasta hostiles con conflictos importantes (como, por ejemplo, China e India). El grupo ampliado desde enero de 2024 representará 46,5% de la población y 30,8% del PIB mundial.

Los países del grupo quieren superar los principales indicadores socioeconómicos de los Estados del Grupo de los 7 (G7), que agrupa a los países más industrializados del mundo (Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia, Italia y Canadá), democracias liberales prósperas y avanzadas que representan hoy 10% de la población de la Tierra y 43,4% de su enorme PIB.

A pesar de la fragilidad de los BRICS ampliados, a causa de las enormes diferencias culturales de sus poblaciones, la diversidad de sus regímenes políticos y los fuertes conflictos entre algunos miembros, además de la evolución dispar de la política interna de otros, Panamá (que quisiera ser observador en el nuevo grupo) debe considerar esta novedad para reevaluar su capacidad de acción geopolítica en un mundo tan dinámico, complejo, y posicionarse de acuerdo con su real peso en el concierto de las naciones.

Panamá deberá replantearse su relación con las grandes potencias amigas, Estados Unidos, China y la Unión Europea y con sus vecinos inmediatos, con Colombia y los países de Centroamérica primero, comprometerlos más en los esfuerzos para manejar mejor la enorme migración irregular hacia Estados Unidos que pasa por nuestro istmo. Debemos salir rápidamente de la trampa política del envilecido y costoso Parlacen y crear, al fin, las vías necesarias para el transporte terrestre y las infraestructuras más apropiadas para la integración de los sistemas eléctricos con Sudamérica a través de Colombia. Reforzar nuestra relación con el resto de Latinoamérica verdaderamente democrática debe ser prioridad.

Tenemos que, además, mirar con mayor atención a la India (ahora también con su antiquísimo nombre Bharat), potencia ascendente, aún democracia liberal, la más poblada ya del planeta con más de 1.400 millones de habitantes, con una pujanza económica, política y multicultural considerable, con un mercado colosal alimentado por una clase media creciente, uno de los polos mundiales de tecnología e innovación y gran productor, entre otros, de medicamentos menos costosos y de calidad, con presencia en nuestro país mediante una notable comunidad humana que añade, desde hace más de siglo y medio, el valioso aporte cultural de una de las más antiguas y extraordinarias civilizaciones a la diversidad y riqueza de la sociedad panameña.

Tiene nuestro país que reinventarse un nuevo objetivo nacional a la altura de las necesidades y realizar una reingeniería de su institucionalidad, para fortalecerla con urgencia alejándose de la corrupción y el clientelismo, y estar así mejor preparado para enfrentar el mundo exterior del que dependemos plenamente para nuestra seguridad y prosperidad. Para lograrlo hay que mejorar nuestra imagen de país con real seguridad jurídica, salir de todas las listas oscuras y brindar el mejor servicio posible al tránsito interoceánico en el canal ampliado. Será una forma mucho más eficaz de situarse con un liderazgo nuevo en la geopolítica del continente americano.

Deberá realizarlo el gobierno que surja de las urnas en mayo de 2024, porque no creo que el actual y su Cancillería puedan hacerlo puesto que su capacidad de acción ha disminuido por, entre otras cosas, el inexplicable cambio ministerial, la mayor debilidad institucional de Panamá con la administración Cortizo y la sumisión afirmada a la superpotencia americana.

El autor es doctor en Geografía, historiador y diplomático

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