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- 01/11/2023 14:43
Palestina, tierra gobernada por el fundamentalismo islámico y la corrupción
A inicios del siglo XX surgieron dos nuevos nacionalismos, el judío y el árabe, reclamando la Tierra Santa como propia cada uno amparado en sus derechos inobjetables que convergen en una tierra mezclando sentimientos nacionalistas y religiosos.
Tras cuatro siglos de dominio Otomano, la Tierra Santa pasó a manos británicas tras el colapso turco en 1918. Al cabo de tres décadas de enfrentamiento entre árabes y judíos en donde incluso la autoridad británica vetó el ingreso a judíos que huían del Holocausto, el Reino Unido, incapaz de imponer un cese al fuego, remitió el caso a las Naciones Unidas cuya Asamblea General aprobó el 29 noviembre de 1947 la Resolución 181 que estableció la partición en dos Estados: uno árabe y otro judío con Jerusalén como ciudad internacional, solución acepta por los judíos más no así por los árabes que de inmediato anunciaron una guerra para echar a los judíos al mar.
Azam Pashá, Secretario General de la Liga Árabe, dijo entonces: "será una guerra de exterminio, una matanza extraordinaria, de la que se hablará como se habla de las matanzas de los mongoles y los cruzados". Seis ejércitos árabes atacaron al Estado Judío una vez proclamado por tercera vez en su tierra histórica el 14 de mayo de 1948, recordando que la primera vez fue con el Rey Saúl y la segunda con los Macabeos. Ningún otro pueblo ha sido independiente en esa tierra a lo largo de la historia. Empujados por su determinación, los israelíes vencieron a los invasores. Gaza y Cisjordania quedaron bajo ocupación egipcia y jordana respectivamente, países que, en desacato a las Naciones Unidas, se negaron a crear el Estado árabe en Palestina.
En 1967 el presidente egipcio Nasser formó una alianza militar con Siria, Jordania e Iraq acorralando a Israel quien, ante la inminente amenaza emprendió la ofensiva derrotando en 6 días a los ejércitos árabes y ampliando su territorio a expensas de Egipto, Jordania y Siria. Sin embargo, Israel de inmediato ofreció a sus vecinos la paz a cambio de territorios. La respuesta de los derrotados fue lapidaria: No al reconocimiento a Israel, no a negociaciones con Israel, no a la paz con Israel.
En 1979, Egipto firmó la paz y recibió la totalidad del Sinaí. Más adelante, tras décadas de sangrientos ataques terroristas de árabes palestinos en contra de civiles israelíes, Yasser Arafat e Isaac Rabin firmaron en 1993 los Acuerdos de Oslo con el objetivo que sus pueblos viviesen uno al lado del otro, no uno en lugar del otro. En 1994 se firmó la paz entre Israel y Jordania para en 2020 suscribirse los Acuerdos de Abraham firmados entre Israel, Bahréin y los Emiratos Árabes Unidos, incorporándose luego Marruecos y Sudán.
Con el tiempo, los Acuerdos de Oslo fracasaron. Yasser Arafat hablaba de paz en inglés frente al mundo, pero en árabe seguía incitando al odio y a asesinar israelíes. Hamás, grupo terrorista palestino de inspiración fundamentalista musulmana financiado por Irán, tomó nota del mensaje y dio inicio a su ofensiva asesinando a más de 1000 ciudadanos israelíes, en su gran mayoría, civiles.
A pesar de ello y en una nueva apuesta por la paz, en 2005 Israel se retiró unilateralmente de toda la Franja de Gaza sin pedir nada a cambio. Dejó tras de sí una valiosa infraestructura para que los palestinos logren autogobernarse, sin embargo, la destruyeron en su totalidad. Sin Israel en la escena, Hamás tomó el control de la franja en 2007 asesinando a más de 200 funcionarios de la Autoridad Palestina, tras lo cual Egipto e Israel impusieron un bloqueo a la franja. En 2009, 2012, 2014 y 2021 Hamás lanzó misiles y utilizó túneles ofensivos que se adentraban en territorio israelí, país que procedió a defender su soberanía con las armas.
Ante la inminente ampliación de los Acuerdos de Abraham entre Israel y Arabia Saudita, vió Hamás que el problema palestino ya no era prioritario en la agenda árabe y mundial, perpetrando con la asesoría de Irán la matanza del 7 de octubre pasado en la cual 1400 habitantes de Israel fueron asesinados, incluyendo a 260 jóvenes que asistían a un festival musical. Familias quemadas vivas. Mujeres violadas. Cuarenta bebés degollados. Personas rendidas fueron salvajemente torturadas y luego ejecutadas. Se dieron casos vistos solo en el medioevo, como el de una mujer embarazada a quien se le abrió el vientre para luego proceder a acuchillar al feto que había dentro de ella.
A estas páginas de horror profetizadas por Azam Pashá y ejecutadas por los terroristas de Hamás, debemos agregar las heridas causadas a más de 5000 personas, así como el secuestro de, hasta la fecha, 230 personas, entre ellos niños y ancianos, situación que enardeció al público israelí que salió a exigir a sus gobernantes y fuerzas de defensa que terminen con la amenaza de Hamás, grupo equivalente a ISIS que busca la creación de un estado islámico asesinando a judíos, cristianos y a todo musulmán que acepte convivir con las demás religiones del planeta.
¿Qué país acepta una invasión y asesinato de su población? ¿Israel debe quedarse de brazos cruzados? Rotundamente la respuesta es no.
A la fecha, la dirigencia palestina no ha perdido oportunidades para desperdiciar oportunidades de alcanzar la paz. Manipula y miente. Sus diplomáticos y agentes acusan a Israel de practicar un "genocidio". ¿Cómo es que, el pueblo víctima de un presunto "genocidio", vio septuplicar su número de integrantes al cabo de tres generaciones, de 700,000 personas en 1948 a 5 millones en la actualidad? Caso contrario al del millón de judíos que vivían en el mundo árabe en 1948, de los cuales hoy sobreviven menos de 4,500, principalmente en Marruecos y Túnez.
Entre 1948 a 1962, Israel recibió a los judíos expulsados del mundo musulmán y les dio ciudadanía, derechos ciudadanos e igualdad ante la ley. Ese es el motivo por el cual hoy no hay refugiados judíos del Medio Oriente. En cambio, los palestinos instigados a salir por los dirigentes árabes cuyos descendientes viven hoy en los estados de la región no pueden obtener la ciudadanía del país donde habitan. Viven hacinados en precarias condiciones. No pueden optar al ejercicio libre de ciertas profesiones. ¿No es acaso eso un flagrante caso de apartheid?
Señalan a Israel de practicar el apartheid a pesar de tener diputados, alcaldes, ministros, jueces de la Corte Suprema de Justicia árabes. Salim Joubran y George Karra son jueces árabes de la Corte Suprema de Justicia de Israel. Reda Mansour, exembajador de Israel y el coronel Ghassan Alian, excomandante de la Brigada Golani de las Fuerzas de Defensa de Israel, son drusos. Y así podemos seguir citando a prominentes ciudadanos israelíes, no judíos, parte de la vida del estado.
Acusan a Israel de realizar "limpieza étnica" contra sus ciudadanos árabes. Entre 1948 a la fecha la población árabe de Israel ha pasado de 150,000 a 1,300,000 personas. Gozan de plena ciudadanía y derechos como todos los israelíes. Todo ello sin olvidar que Israel es el único país del Medio Oriente en donde el número de cristianos se ha incrementado mientras en otros países de la región son asesinados junto a otras minorías.
Israel es occidente. Hamás es el medioevo.
Israel, única democracia del Medio Oriente, lucha por su vida en contra de un enemigo despiadado como lo es Hamás. Como todo país, Israel tiene derecho a defenderse de sus enemigos que en vez de invertir en educación, salud e infraestructura gastan recursos en promover el odio en sus escuelas, se equipa con misiles y construye túneles ofensivos.
Hamás usa a los civiles palestinos como escudos humanos mientras que sus líderes se esconden en refugios subterráneos ubicados en hospitales, escuelas y mezquitas. El 7 de octubre Hamás causó un terrible daño a la idea del "estado palestino" tras haber quedado demostrada la incapacidad e inmadurez del liderazgo de este pueblo para afrontar con valentía, pragmatismo y determinación su destino. En este tiempo han alimentado la hoguera del fanatismo fundamentalista islámico postrando a su pueblo al sufrimiento mientras que ellos incluso se refugian en hoteles de 5 estrellas en Doha, Qatar, país que da apoyo diplomático y comunicacional a los asesinos.
Los líderes fundamentalistas que han robado para sus bolsillos decenas de miles de millones de dólares son los grandes responsables de esta catástrofe. Carecen de valores occidentales, desprecian la vida humana y ven en la muerte de sus civiles un valor supremo para entrar al paraíso de la inmortalidad. La determinación de Israel es total para no volver a vivir la situación previa al 7 de octubre. Gaza debe ser liberada de la presencia de Hamás, la Yihad Islámica, de Irán y de Qatar.
Los palestinos merecen otro destino. Deben ganarse de nuevo la confianza no solo de Israel, sino también la de Egipto, los países sunitas del golfo pérsico y de occidente que temblaron al ver las imágenes del 7 de octubre conscientes que Hamás y sus acólitos que gritan YIHAD en las calles de Europa les puede hacer a ellos lo que sufrió Israel, país que permitió la entrada de miles de trabajadores palestinos mientras que ofrecía servicios médicos gratuitos, sin olvidar la electricidad y el agua suministrada a Gaza nunca remunerada. Esa bondad le costó muy cara a Israel. Sus ciudadanos fueron asesinados, violados, torturados, degollados, secuestrados. Los países árabes junto a occidente tomaron nota y no se quieren ver en ese espejo.
También los mencionados deberán replantear su relación con Irán, teocracia chiita que viola sistemáticamente no solo los derechos humanos del pueblo iraní sino que también los de otras poblaciones en el mundo. Irán ha creado una red terrorista internacional y es el principal patrocinante de Hamás y Hezbollah, grupo fundamentalista que está arrastrando de forma irresponsable al Líbano a una confrontación con Israel disparando por orden de sus amos decenas de misiles a Israel. Y si ya de Irán hablamos, es menester recordar su apoyo total a los hutíes en Yemen, en lo que es una amenaza directa a la monarquía saudita, fuente de hidrocarburos para la economía occidental, sin dejar de mencionar la alianza iraní con Venezuela, Nicaragua y demás regímenes que han facilitado la penetración de este enemigo de la civilización occidental a nuestras latitudes.
Esto no es una guerra entre Israel y Palestina. Es la de una democracia como lo es Israel y la barbarie representada por Irán, Hamás, Hezbollah, ISIS y todo aquel que ha salido a apoyarlos incluso con carteles que dicen "Palestina será libre desde el río hasta el mar". Eso es un llamado al genocidio que no sucederá. No estamos en 1943 cuando el pueblo judío fue masacrado por los nazis y sus colaboradores, entre ellos, Haj Amin El Husseini, uno de los padres del fundamentalismo islámico y aliado de Adolfo Hitler. Estamos en 2023 y hoy el pueblo judío se puede defender de los nazis llamados Hamás y sus colaboradores.