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- 01/07/2021 00:00
El Pacto del Bicentenario será prueba de nuestra madurez nacional
El Pacto del Bicentenario surgió originalmente como una iniciativa del presidente Laurentino Cortizo, para lograr acuerdos nacionales necesarios e impostergables en materia de salud, seguridad social, educación, economía, seguridad y servicios básicos. Todo esto busca sentar las bases de un mejor Panamá, y, por ello, se pidió la participación de la ciudadanía para que levantara sus inquietudes y propuestas a través de la plataforma Ágora. Sin embargo, el Pacto rebasó las expectativas del Gobierno. El Pacto ya la pertenece al país: la ciudadanía presentó poco menos de 200 mil propuestas, que fueron trasladadas íntegramente a las etapas subsiguientes, con un informe técnico suscrito por la Comisión Científica que revisó el contexto de cada una de las áreas. En efecto, estas propuestas ahora son base para discusión en más de cuarenta comisiones regionales, donde panameños y panameñas hoy deliberan y construyen consensos antes de pasar a la Comisión Nacional para la redacción de un documento final.
Hay mucho trabajo por hacer para lograr estos consensos. Por ahora, la tarea más importante es romper con el cinismo de quienes desean desvirtuar el proceso. Ya lo dijo el escritor Claudio Magris, cuando sentenció que la tarea más importante de este milenio será “combatir el nihilismo o llevarlo hasta sus últimas consecuencias”. Quienes participamos en este Pacto, no queremos ser parte de ese nihilismo. Nosotros no queremos adoptar gestos heroicos que demuestren una virtud cómoda en redes sociales. Queremos trabajar a dos manos por el país y romper la indignación que nos carcome a través de la práctica de una máxima sencilla: Que la verdadera política no es un ejercicio electoral ni tampoco una profesión. La política bien entendida es la tarea cotidiana de una ciudadanía comprometida que trabaja y entiende el ejercicio deliberativo como un equilibrio, difícil de lograr sin duda, entre los ciudadanos, los expertos técnicos, los grupos sociales, la sociedad civil y los partidos políticos.
Sin duda, existen desafíos, existen decepciones cotidianas y la frustración de la ciudadanía aumenta. Esto es comprensible, sin duda. No obstante, la frustración es mala consejera para la acción. Bien decía el politólogo británico Bernard Crick que “la política debe ser protegida tanto de quienes la quieren pervertir como frente a quienes tienen expectativas desmesuradas hacia ella”. Debemos cuidar esta iniciativa como un esfuerzo paralelo y concertado para romper esas dualidades entre el asecho populista y el estancamiento elitista. Ese espacio binario no admite la política bien entendida ni la diferencia ni el disenso. Siempre existirán las diferencias, pero la labor de un acuerdo nacional es canalizar esas diferencias en propuestas constructivas, que hoy se empiezan a acumular en el trabajo de la ciudadanía en las comisiones. Este trabajo busca invertir la tosca máxima que “la historia la escriben los vencedores”. No, la historia de la democracia es la historia de sus crisis y de cómo hemos superado estos desafíos con provecho y optimismo.
El Pacto del Bicentenario, dos siglos después de alcanzar nuestra independencia de España, es una prueba de nuestra madurez democrática. Como dice Daniel Innerarity, “los pactos y las alianzas ponen de manifiesto que necesitamos de otros, que el poder es siempre una realidad compartida”. El ejercicio ciudadano de la democracia, ya sea en persona, por videollamada o mediante la plataforma Ágora, es un medio para conseguir objetivos en el marco de circunstancias reales, dentro de una lógica institucional que debe ser pluralista en sus medios. Es más, debe hasta recoger las opiniones de sus adversarios. Esa es la definición de madurez, de sobreponerse al narcisismo de las pequeñas diferencias y cambiar el país, un acuerdo a la vez.