• 04/08/2024 23:00

Otra vez: el espacio compartido de los chats

De los chats existen grupos de la generación de graduandos, colegas de una empresa, amigas del club equis, la iglesia o incluso los de la familia. Todos, sin excepción, tienen una razón común por la cual se formaron

Hay varios temas de alta importancia a mi parecer, si queremos opinar al respecto debemos prestarles atención. Dos de los temas son de alguna manera críticos para la dinámica política de la región: las elecciones en Venezuela y las futuras elecciones en los Estados Unidos. El tercer tema son las olimpiadas Francia, 2024, un evento que permite relajarnos en medio de los otros dos.

Hace unos años hice estas reflexiones. Con los cambios que la tecnología ha provocado socialmente, a mi parecer, los grupos de “chats” y las redes sociales son espacios comunes en donde convergen muchas personas de diferentes visiones sobre la vida y, desafortunadamente, de alguna manera reafirma la opinión que hiciera hace unos años el autor de El nombre de la Rosa, el filósofo y escritor italiano Humberto Eco, sobre el internet: permite que la opinión de cualquiera “tenga el mismo valor de un premio Nobel”.

De los chats existen grupos de la generación de graduandos, colegas de una empresa, amigas del club equis, la iglesia o incluso los de la familia. Todos, sin excepción, tienen una razón común por la cual se formaron. Por ejemplo, el del colegio: excompañeros de muchos años que vivieron experiencias de una época en particular; que, permitido por la tecnología moderna, se han vuelto a encontrar entusiasmados por la camaradería de aquellos tiempos compartidos.

Ese espacio común que han decidido volver a compartir, ya más maduros. Quién sabe bajo qué circunstancias o con qué dificultades o retos (que muchos del grupo ignoran totalmente y que no perciben fácilmente). Lo único que los une es eso: aquellos años del pasado; a lo sumo doce años en el mismo colegio y el emotivo entusiasmo por volver a recobrar algo de ese tiempo.

Durante el vacío de la separación, cada una de esas personas cimentaron su ideología, sus ideas y creencias sobre casi todo: el deporte, el matrimonio, la sexualidad, la religión, la política, el cielo, la Tierra, el universo, etc. Esa es la razón de ser y, a falta de la pregunta cajonera de: ¿qué opinas de tal o cual cosa?, la razón del grupo – en ese espacio común – es lo que debe prevalecer, ni más, ni menos.

Después de haber disfrutado las casi seis horas de la inauguración de los Juegos Olímpicos, comenzaron los envíos sobre la supuesta burla a “La última Cena”, asunto que, con una breve investigación de no más de 15 minutos, se hubiera entendido lo presentado. No les llamó la atención otras presentaciones de la inauguración. Nada de la ingeniosidad artística de Thomas Jolly, director artístico del evento de inauguración, a pesar de la lluvia que no creo que se contempló como parte del espectáculo. Nada vieron, de la maravillosa entrega de Celine Dion. Nada de la universalidad y lustre de la cultura francesa. Quedaron atrapados en las limitaciones sectarias del imaginario en que viven.

Romper o invadir ese privilegio de pertenecer a algo tan especial (los varios grupos de chats, como ya mencioné), con nuestras opiniones e ideas inconsultas so pretexto de “mi derecho a opinar o el derecho a la libre expresión”, es ser no tener consideración con los demás.

Hace muchos lustros cuando viajaba hacia la universidad en los “buses de salsa”, (Diablos rojos), siempre me pareció una invasión a mi espacio compartido cuando los religiosos subían al bus y le pedían al chofer que quitara la música para llevarme desde Río Abajo hasta el cruce de La Lechería hablándome de la Biblia sin mi consentimiento. Para mí la religión es algo personal; y ese era un espacio común, el de muchos viajeros, en donde estos predicadores se sentían con el derecho a invadirlo sin contemplaciones.

Después de los violentos sucesos en el Congreso de los Estados Unidos, el pasado 6 de enero, la red social Twitter (hoy X), eliminó 70 mil cuentas según el portal SocialMediaToday. También bloqueó en el año 2016, por ejemplo, 360 mil cuentas. Facebook, en el 2019, eliminó 2.19 mil millones de cuentas utilizadas para diseminar información falsa o cuestionable, que algunos dirían que es “libre expresión”. No: no tienen el derecho a decir o publicar lo que les venga en gana: hay reglas de uso.

Al final, la consideración tiene que ver con darles espacio a los miembros del grupo para su propio análisis, manejo y evaluación de las informaciones al respecto.

Celular en mano, es tan fácil validar o revocar una información por falsa, “fake news”, antes de enviarla a otros o validar su contenido. Es un ejercicio que promete algo de ganancia educativa continua y disminución de la ignorancia. Ese ejercicio aumentaría considerablemente el valor de sus aportes en los chats.

El autor es comunicador social
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