• 26/06/2020 00:00

'Nueva normalidad'

Con la llegada del Internet apareció la sombra del temido Anticristo, sí, para bien o mal, todo lo que pasa en el mundo es al instante conocido

Con la llegada del Internet apareció la sombra del temido Anticristo, sí, para bien o mal, todo lo que pasa en el mundo es al instante conocido, sea de un modo veraz o inventado y junto con ello, las novedades sobre este moquillo deletéreo que nos hace sentir perplejos, si los que saben o calculan sobre este virus coronado, lo comparten de una forma lexicográfica, de acuerdo con la rama de la virología que es ininteligible para nosotros los legos, sin que con ello profanemos el peregrinaje viacrúsico, para apechar a los que miden y anuncian para que insistan en un buen comportamiento para alcanzar la meseta, un estado en el que la pandemia deja de crecer exponencialmente y decrece en epidemia para desgranarse en una infección trasmisible, sin menoscabo del rebrote. Lo cierto es que la maldición avanza con sonora mortandad en abuelos (as). Creo que alguien vaticinó que la epidemia en un circuito será de 80 %, es decir, esta vaina viene porque viene, pero esa esperada nueva normalidad se logrará con la salvadora vacuna.

Neófito en estos menesteres endémicos, pondero las variables, sean las letales cuarentenas que parecen haber servido únicamente para atajar por ratitos esa avalancha mortífera del COVID-19, para que alcancen camas y respiradores que usan los que agonizan; para los retenidos en esa inmovilidad, sean los sanos o enfermos en la casa, vueltos una mazamorra sin queso y nance; la inútil división por géneros; las salidas por infames tres horas que son unos retenes menores que nos rejuntan cual nudo gordiano que infectan entre los enmarañados pasadizos; los separados en hoteles y encerrados en casas junto con el resto de la familia; esa nefasta prueba rápida del palillo perforador nasal, con dos síntomas, más los asintomáticos, para buscar del nido de la musaraña y horadar la colonia para recoger la muestra; los cercos epidemiológicos que son cuarentenas portátiles; la inútil lucha contra el hacinamiento en y entre casas apiñadas; la separación de dos metros, otro disimulo, porque son ocho metros, dos por cada costado, que en un bus es cautivo con un solo pasajero entre hileras salteada de dos metros entre cada fila, sin restar al conductor. Todas estas pautas mencionadas en este aparte ayudan para alcanzar la trazabilidad del intruso infecto. Solo queda la máscara bien puesta, los anteojos con laterales, manos bien lavadas, ese gel alcoholado y el SILENCIO, pues al NO hablar, menos infectan con las minigotículas que es saliva que no vuelan, pero saltan y brincan.

Este cuentacuentos avanza con la importancia para verificar el porcentaje de pruebas bien tomadas, que en el desespero las han doblado, pero con anterior tendencia de menos de 25 %, pero ahora ya rebasamos el 26 %. Esto sí preocupa, porque llegará el momento en que los médicos no puedan atender a los enfermos terminales para tratar de salvar al resto, lo mismo que la sonajeta de ese 80 % de enfermos son benignos, pero si estos son los que trasmiten la infección con su esencia física, si los que se van a morir ni salen tumbados u hospitalizados.

Tenemos un equipo heroico compuesto por médicos y un personal alterno que están cansados y asustados por la inevitable contaminación en esta lucha frente a frente, sin los insumos de protección apropiados. Lo otro es a los precarios que detienen acusados de salir a la calle por necesidad vital. Es importante la educación y persuasión, en vez de las multas y cárcel por faltas administrativas y ahora con los 10 o 15 años penales. Esta gente debe quedar empadronada para recibir el apoyo que los hace salir a buscar. Esta sanción debe ser educativa para que reconozcan la importancia de estar aislados y evitar el contagio. Otro asunto es cambiar el formato para que sea entendible por el ignorante.

Sin entrar en esos laberintos homofóbicos, repruebo tanto el llamado orgullo gay como el matrimonio que cercena la reproducción humana, con el parecido a esta mortaja que envuelve a viejos y enfermos que ya no engendran, pero que se llevan de cuajo la jubilación que aliviaría los presupuestos estatales y oprime a los familiares. Ahora el Ministerio de Salud se debate entre atajar la incredulidad por los brotes de corrupción y el correteo de sabandijas, cuando la línea a seguir es la de convencer para vencer, apoyar a los que tienen hambre, llamar a la conciencia nacional. Estamos en el centro del huracán epidémico-panameño, desprotegidos con la nueva anormalidad. Gracias.

Abogado
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