La Ciudad de Saber conmemoró su vigésimo quinto aniversario de fundación con una siembra de banderas en el área de Clayton.
- 30/10/2024 00:00
Nuestro tiempo
Actuamos como si el mañana fuese algo que podemos comprar, algo que tenemos asegurado. En esta era de la despreocupación, desde el más pequeño hasta el mayor de los miembros de la sociedad se comporta de manera similar. Imitamos lo que vemos y exigimos aquello que las redes sociales nos muestran como una película en la que se romantiza al delincuente, y este, a pesar de obrar mal, sale bien librado, sea la medida para nuestras acciones. Queremos actuar mal y ser los héroes, porque eso vemos. Y el grado de ignorancia colectiva es tal, que somos incapaces de ver la imposibilidad real de esa paradoja.
Lo bueno es bueno, aunque lo hagan unos pocos. Lo malo es malo, aunque lo haga la mayoría. El asunto acá es que entre la mayoría, con demasiada frecuencia, actúan mal aquellos llamados a administrar a los que se les ha entregado una cuota de poder para velar por aquello que, supuestamente, es de todos y, lejos de valorar la confianza que se ha depositado en ellos, traicionan a la patria y a cada uno de los ciudadanos. Traidores.
Mientras la sociedad enaltece la falta de valores y los ciudadanos sueñan con riquezas mal habidas, la administración pretende liberar a criminales comunes. Pocos jóvenes ven en la actualidad la educación como una manera de salir adelante en la vida, y ven en las pandillas, el narcotráfico y una variada paleta de opciones delincuenciales el boleto a la “dolce vita”.
Tengo que decir que el pensamiento de esa juventud, si bien es erróneo, no es infundado. Somos testigos de cómo en nuestro país el crimen sí paga. Por una iguana te mandan nadando a una isla penal. Por un billón de dólares te dan país por cárcel o te permiten escapar a otras latitudes para gozar de lo hurtado, mientras te victimizas y consigues un séquito de aduladores y defensores.
Seguimos creyendo que es nuestro tiempo. Seguimos creyendo que la plata compra todo. No hay arrepentimiento ni culpa en el mal actuar, pues terminas viviendo como un reyezuelo, y encima con poder político.
Nadie tiene comprado el mañana. Por más que hagas planes sobre en qué lujoso restaurante vas a comer tu próxima cena, y que luego la publicarás en las redes para que todos vean lo bien que te va, la realidad es que no sabes si llegarás a la cena. Ninguno de nosotros lo sabe.
Para los que como yo creemos en la existencia de un Ser Supremo, entendemos que no hay que esperar al más allá para pagar lo que hagamos mal acá. Eso tampoco es un bozal o un collar estrangulador con el que baso mi actuar. Yo decido actuar bien porque eso me pide mi fe. No actúo bien para ganar el paraíso. Eso no se gana. No funciona así. O lo mereces o no, y tampoco es nuestra decisión. Trato de ser la mejor versión posible de mí mismo por algo más egoísta: lo hago por mí. Lo hago por mi paz mental.
Y respeto a todo aquel que piense diferente. Eso sí, no soy un santo ni pretendo serlo. Si me faltas al respeto te voy a dar una lección gratuita de Cívica y Urbanidad 101.
No existe nuestro tiempo. Existen nuestros actos y nuestras decisiones en el tiempo en que nos toca vivir. En unos años, ninguno de nosotros estará aquí, pero lo bueno o lo malo que hayamos hecho en nuestro paso temporal por este plano terreno sí tendrá una permanencia, para bien o para mal.
Me gusta pensar que alguna administración futura retomará la edición de los libros de Estudios Sociales e Historia, y hagan acopio de cada una de las administraciones que hubo en nuestro país. Lo menciono porque, si bien hace rato que pasé por la escuela, creo que la educación es un proceso que jamás termina, y nos vendría bien a todos poder leer cronológicamente a quiénes debemos el país que tenemos, o que tendrán en el futuro gente que ni siquiera nos conocerá.
¿Cuánto pelele autodenominado estadista conocerán? ¿Cuánto delincuente común, autodenominado héroe será descubierto? ¿A cuántos asesinos exaltaron nuestros padres y abuelos?
Es muy fácil decir. Es muy difícil actuar, por eso pocos lo hacen. Por eso las redes sociales tienen tanto éxito. En las redes sociales, y ahora ayudados por la IA (te hemos fallado John Connor) no es necesario que alguien haga nada realmente: todo se puede fingir. Nuestra sociedad vive de apariencias y finge ser algo que no es.
Por pequeños que seamos en la sociedad, pensemos que para algunas personas somos lo más importante. Aparte de ser un pensamiento halagador, también eso debe motivarnos a actuar de la mejor manera. Imagine, amigo lector, que en el futuro sus nietos se enteren de que usted no era el héroe que pensaron, sino que en realidad fue un mentiroso, o peor aún, un ladrón o un cobarde. ¿No le parece que es el momento de actuar, pues las oportunidades se pueden acabar en un santiamén?
Mejoremos hoy, y demostremos con hechos esa intención.
Dios nos guíe.