Pemex, otra argucia de Trump

Actualizado
  • 03/03/2025 00:00
Creado
  • 02/03/2025 13:51
El jefe de Estado norteamericano intenta presionar a México suspendiendo las importaciones de petróleo alegando problemas técnicos. Sin embargo, esta estrategia busca frenar el avance energético de México y sus refinerías de bajo costo.

Las refinerías de crudo de Estados Unidos en las orillas del golfo de México dejarán de procesar el hidrocarburo de Petróleos Mexicanos (Pemex) bajo el pretexto de que su calidad ha mermado debido a un exceso de agua y salinidad del producto, aun cuando es un fenómeno que ocurre con cierta temporalidad en la mayoría de los yacimientos en todas partes del mundo, incluidos los estadounidenses.

Las nuevas tecnologías de refinación están en condiciones de superar esos temas de calidad del crudo en muy poco tiempo, lo mismo que los productores hacen en sus campos para rebajar los niveles de salinidad y mantenerse en un rango porcentual mínimo establecido por la industria. Así ha ocurrido siempre con el petróleo mexicano que se procesa en el país vecino y, que se sepa, nunca hubo reclamos por ser un tema circunstancial y soluble de forma inmediata.

En consecuencia, es difícil no creer que se trata de otra argucia del presidente Donald Trump contra la primera mujer presidenta de México, o sea, una medida de presión ante la firmeza de la mandataria Claudia Sheinbaum de enfrentar a pie firme las amenazas de su molesto vecino.

Estas son muchas, y van desde el asunto migratorio hasta la de desbaratar el tratado de libre comercio o T-MEC, desencadenar una crisis laboral y financiera mediante una potencial paralización de la cooperación en la industria del automóvil, atizar una guerra arancelaria y militarizar la frontera con la justificación de detener el tráfico de drogas, para lo cual ya categorizó a las bandas de narcotraficantes como terroristas bajo el supuesto de que ello le permitirá a sus soldados actuar en territorio mexicano con consentimiento de ese gobierno.

Este del petróleo es un esquema muy viejo, no hay creatividad, y fue estrenado por Estados Unidos hace más de 60 años contra Cuba cuando Washington le quitó la cuota azucarera y la repartió entre algunos socios latinoamericanos. Ahora amenaza con reemplazar el crudo mexicano con el de Colombia y Canadá que, además de tener bajos niveles de producción y sus exportaciones son limitadas en comparación con las necesidades reales de la industria estadounidense, políticamente no están interesados en obstaculizar las exportaciones mexicanas.

Pero, a la postre, de darse la suspensión de importación, el perjudicado no será México, porque el mercado mundial tiene gran capacidad de recepción y la demanda es alta, sino el propio Estados Unidos, que se daría un tiro a sí mismo en el pie si se paraliza el suministro de Pemex, el más barato que llega a sus refinerías y de mejor gradación, incluyendo el petróleo nacional muy caro porque es en su mayor cuantía esquisto y hay que extraerlo por la fatídica vía del fracking.

Si bien el asunto técnico del agua le ha servido de argumento a sus “Goebbels” para montar una nueva farsa contra México, el tema pone al desnudo la mentira del presidente Trump, cuando proclamó a toda garganta en su discurso de toma de posesión el 20 de enero: “ Vamos a perforar, baby, a perforar...” pues “...tenemos algo que ninguna otra nación manufacturera tendrá jamás: la mayor cantidad de petróleo y gas de cualquier país de la Tierra, y vamos a utilizarlo”.

Es una infeliz falsedad, pues Estados Unidos está muy lejos de ser el de más reservas del hidrocarburo, incluido el petróleo de esquisto que sí lo mayorea. Estas cayeron al piso desde el último cuarto del siglo pasado por el exceso de explotación y desde entonces la extracción de crudo convencional bajó al llegar a su cenit en la década de los 70. ¡El mundo se le caía en pedazos al imperio!

Esa disminución en el bombeo y la fiebre de perforar nuevos pozos o reactivar los viejos sin resultado alguno, acrecentó el miedo de quedarse sin petróleo e intensificó el robo del ajeno con guerras en la zona hidrocarburífera del golfo arábigo-persa, presiones a Arabia Saudita para que mantuviera un alto rango de extracción, y ataques a Libia y a otros productores, además de un gran despliegue diplomático y mediático para desarticular a la OPEP.

La gran contradicción es que, mientras sus reservas disminuían a pesar de los descubrimientos de más bitumen, aumentaba su producción, la cual siguió liderando a nivel mundial gracias al peligrosísimo fracking que pone en grave riesgo los acuíferos subterráneos con los productos químicos nocivos al ser humano y otros materiales que se requieren para fracturar las rocas y liberar bitumen. Demuelen literalmente el subsuelo al aumentar las presiones por el agua y provocan movimientos telúricos hasta ahora, por suerte, con magnitud máxima de 4,1 grados.

El Servicio Geológico del Departamento del Interior de Estados Unidos, en su sitio https://www.usgs.gov/faqs/does-fracking-cause-earthquakes#:~ explica que “...los pozos de eliminación de aguas residuales suelen funcionar durante períodos más prolongados e inyectan mucho más fluido que el que se inyecta durante el proceso de fracturación hidráulica, lo que aumenta la probabilidad de que provoquen terremotos. En Oklahoma, que tiene la mayor cantidad de terremotos inducidos en Estados Unidos, el 2 % de los terremotos se pueden vincular a operaciones de fracturación hidráulica. Dada la alta tasa de sismicidad en Oklahoma, esto significa que todavía hay muchos terremotos inducidos por fracturación hidráulica. Los terremotos restantes son inducidos por la eliminación de aguas residuales”.

Pero el fracking, si bien le hace un daño perdurable al planeta, le sirvió en cambio al Gobierno de Estados Unidos para estabilizar su producción y refinación y no perder su primer lugar mundial en ese rubro. Sin embargo, ese exceso de extracción lo fue alejando de los líderes en reservas confirmadas al ocupar en estos momentos el 11 lugar, y seguirá bajando en la misma medida que el bitumen se vaya agotando también si no se moderan los ritmos de producción.

El asunto es que todos los especialistas coinciden en que la intensificación del fracking que pide Trump no hará subir los inventarios porque los yacimientos de bitumen disminuirán a pesar del descubrimiento de grandes extensiones de rocas bituminosas y potencialidad como en Midland de la provincia de la Cuenca Pérmica de Texas, nombrado esquisto Wolfcamp, calculada en 20 mil millones de barriles, más el gas acompañante y en estado líquido.

Pero según la Administración de Información Energética de Estados Unidos (AIE), el esquisto proporcionará menos de la mitad de la producción total de petróleo después de 2030, y la de 2040 estará muy por debajo de su nivel actual, lo cual está en dependencia de los porcentajes de recuperación del aceite una vez quebradas las piedras.

Por su parte, El Journal of Petroleum Technology, la revista insignia de la Society of Petroleum Engineers, ofreció un dato preocupante para los magnates del petróleo: más de dos tercios de la producción de crudo de yacimientos de esquisto procedieron de pozos perforados en los últimos dos años y no de los anteriores, lo que refleja un ritmo acelerado de envejecimiento de la vida de los pozos horizontales, y eso explica por qué los activos más antiguos no están contribuyendo como se esperaba originalmente, al incremento de los inventarios.

Con su vecino fronterizo del sur, México, Trump tiene una gran preocupación porque desde la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia y su relevo, Claudia Sheinbaum, el dominio que ejercían sobre Pemex y su petróleo se le ha ido de la mano a la Casa Blanca.

AMLO cambió de forma radical la estrategia energética al decidir salirse del mercado de los crudos para refinar en el país todo el petróleo extraído en su territorio, incluido el destinado a su vecino. Por ello adquirió el 50 % de las acciones de la Deer Park en Houston, Texas, que poseía la Shell y hace ya dos años refina ciento por ciento para México. Sheinbaum mantiene esa estrategia.

La construcción de la Olmeca, de Dos Bocas, la más grande y moderna refinería del mundo, es parte de esa estrategia que incluye limitar la extracción para que a México no le suceda lo mismo que a Estados Unidos, en particular realizarla en tierra y aguas someras a fin de mantener costos muy bajos en todo el proceso. Ello hace que, mientras el costo total del barril de petróleo de la mezcla mexicana esté entre los más bajos del mundo, de 10 a 15 dólares ya refinado y almacenado, el de Estados Unidos este en más del triple, según datos de la propia Bloomberg.

A Trump no le preocupa tanto haber perdido el control del petróleo de Pemex como el efecto positivo que tendrá la nueva política petrolera, pues un desarrollo acelerado de la petroquímica y los derivados de la refinación, aumentarán la independencia y soberanía económica de México y convertirán en el país del continente más competitivo frente a Estados Unidos. Y esa imagen la proyecta con fuerza una mujer, algo intolerable para el magnate presidente.

¿Cómo van a reaccionar los productores de esquisto quienes aportan casi 70 % de la producción nacional ante la exigencia de aumentar el bombeo? En 2022, en un llamado parecido a este de Trump hecho por Joe Biden después de la COVID, fue rechazado por los productores y se negaron a secundarlo para evitar que los precios internacionales cayeran y el fracking se convirtiera en una empresa no rentable.

¿Los dueños de las compañías en los más de 200 mil pozos de esquisto que ya deben estar horadando la tierra en los 48 estados le harán a Trump lo mismo que a Biden para impedir que una sobreoferta acorrale la demanda y bajen los precios de su barril a causa del llamado a perforar más y más? Hay que esperar y, sobre todo, tener muy en cuenta el movimiento en el mercado mundial y bursátil.

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