• 30/12/2022 00:00

Que la Nochebuena pase pronto

Dicen que soy una perrita en celo. Unas gotitas rojas hacen caminos en el suelo. Los adultos limpian y limpian y nunca terminan. Detesto el pamper y también el panty negro nuevo.

Dicen que soy una perrita en celo. Unas gotitas rojas hacen caminos en el suelo. Los adultos limpian y limpian y nunca terminan. Detesto el pamper y también el panty negro nuevo. Ya deberían saberlo, ¿no crees? Solo dura cinco minutos en mi cuerpo. — ¿Acaso no es suficiente con la cuerda violeta que cuelga en mi cuello?, esa que determina cuándo debo girar o retroceder?—

Bueno, al menos ahora disfruto mis paseos, porque en las noches cruzamos frente a la casa de un labrador negro. Desde hace poco nos hemos hecho amigos. Vive en una casa grande, bueno, en realidad allí viven sus dueños. Está siempre afuera, a oscuras, no sé si por ausencia de gente o por ahorro energético. Tal vez sea eso último, ¿sabes?, porque dicen los adultos que la vida está cara, carísima, por eso me cambiaron mis pepitas, me las como casi a la fuerza, de hecho, ya he perdido un par de libras. ¡Allí está! Este amigo mío, me espera siempre a orillas de esa jaula de seguridad que tiene su casa.

Al llegar el momento no puedo ocultar la emoción al verlo, mi cola me delata, pero luego me controlo y miro de reojo, mostrando algo de indiferencia. Ya sabes, dignidad, ante todo. Luego, orino en el césped, justo en frente de su verja y acto seguido, doy un paso largo, pero entonces sus chillidos me detienen y me acerco a aquel preso, acerco mi hocico por un segundo al suyo y al ver su cara de felicidad me marcho rápido, porque ya es como demasiado. Antes de que me aleje, él ya ha fumigado todos los barrotes de su encierro. Amo cuando hace eso, pero nunca dejo que lo note.

Hoy es Nochebuena para los humanos. Huele delicioso en la cocina, no puedo esperar a la cena. Generalmente, cuando hay celebraciones en casa, ellos me ponen unos trozos de lo que preparan y lo combinan con mis pepitas secas. Adoro esos días, pero hay algo que ahora me incomoda, mi paseo ha sido demasiado corto. Tan corto que no pasamos por la casa de mi amigo, eso me pareció muy raro.

Ahora tengo mucho miedo. No veo que a los humanos les afecte, pero a mí sí. Hay unos silbidos en el aire. —¡No, otra vez!— Unas bombas explotan afuera. Trato de ladrar, de defenderlos, pero no puedo, mi corazón se acelera demasiado y no lo puedo controlar. Si al menos supiera quiénes nos atacan, quizás dejaría de temblar.

Odio no haberme despedido al menos. En el techo escucho a los gatos correr despavoridos, supongo que allá afuera será peor. Espero que mi amigo sea más valiente que nosotros y que haya un humano bueno en la casa grande, que le permita entrar esta vez, solo esta vez, lo abracen fuerte como a mí y que la noche buena de los humanos pase pronto, muy pronto.

Periodista
Lo Nuevo
Suscribirte a las notificaciones