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- 03/12/2023 00:00
A nivel de la universidad, “honrar, honra”
Asistí al homenaje que el Consejo Académico de la Universidad Nacional de Panamá, le ofreció a la profesora Hildaura Patiño, farmacóloga e investigadora panameña, el cual consistió en otorgarle el “Premio Universidad 2023”, honor que fue entregado por el rector, doctor Eduardo Flores Castro.
El acto fue solemne e impecable, se aprovechó el momento para explicar el origen del premio, la forma como es escogida la persona que le tocará recibirlo, así como los créditos que hicieron a la profesora Patiño, merecer el premio de este año, 2023.
El único momento en que hubo un brevísimo manto de tristeza, fue cuando se comunicó que, dentro de la metodología utilizada por la Universidad, solo se puede reconocer a un único profesional de la comunidad de maestros que laboran en ese centro universitario. Para el número de profesores, que abarcan todo el espectro del conocimiento humano, un premio a un solo pedagogo, en un solo campo del conocimiento humano, me hace pensar en la gota de agua que cae en un desierto árido.
La universidad tiene la obligación de ser el centro de investigación en todos los campos del conocimiento humano es una actividad onerosa, que bien llevada, orientada y administrada llega a ser rentable en lo económico y en lo social, llega a “facturar” para la institución donde se realiza la actividad. Las investigaciones deben estar orientadas a lograr solucionar problemas, ser fuentes de ingresos económicos, disminuir gastos, facilitar y hacer más amena la vida, aumentar el prestigio de la universidad donde se realizan; esta actividad debe ser realizada “bien para hacer el bien”, y la misma produce importantes compensaciones sociales y económicas.
El objetivo de la investigación no es acumular publicaciones en el “curriculum vitae” del investigador y si el dejar un aporte para la sociedad, el cual se puede percibir de manera clara y precisa.
Soy egresado de una universidad del sur de Brasil, de mi grupo, de más de un centenar de graduados hace más de cincuenta años, muchos han sido homenajeados, en vida, por diversas razones, ya sea por investigaciones científicas, aportes a la comunidad, o a la literatura, u otros; como grupo no sufrimos de ausencia de homenajeados.
Nuestra sociedad panameña sufre de forma crónica y generalizada de una baja autoestima y generalmente los reconocimientos son “post mortem”.
Le debemos mucho a quienes ya estuvieron con nosotros, inclusive el mencionarlos; hoy contamos con una masa crítica de talento que, de continuar con nuestra metodología, jamás, “in vitam” serán reconocidos, ni mencionados.
Al año se otorgan seis premios Nobel, que reconocen diferentes contribuciones a distintos individuos u organizaciones relacionadas con diversos ámbitos del saber y la actividad humana. Bien podrían las universidades del país, reconocer a un número plural de sus respectivos profesores que cada año se destacan en su vida profesional, docente, científica y humanística. Un reconocimiento por campo de actividad universitaria y así hacer real el concepto de “Honrar, honra”.