• 31/03/2019 01:00

La mujer

El que hayamos recordado el viernes 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer

El que hayamos recordado el viernes 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer (decretado así por la ONU, hace apenas 44), indica que la historia no ha sido justa, equilibrada ni objetiva en el reconocimiento del aporte que ha hecho la mujer a lo largo y ancho de la historia del hombre, porque 100 años antes (1875) ya se había dado la famosa marcha femenina neoyorquina de ‘Pan y Rosas', y 36 años después (1911) ocurrió la desgracia fatal en una fábrica de textiles en New York, todo lo cual fue material suficiente para que, mucho antes de 1975, adquiriera talla mundial la lucha por los derechos de las mujeres.

Para una correcta narración sobre la contribución femenina, faltarían tijeras para cortar tanta tela suelta en el tiempo.

Pero el contenido histórico podría sintetizarse diciendo, en primer lugar, que en ella han sobreabundado las proclamas perfumadas de deseos y ramos de flores de corta vida, como al mismo tiempo ha sido escandalosa la escasez de hechos y realidades visibles y contables tendentes a mejorar la situación de la mujer.

Lo dicho hace posible, en cuentas resumidas, que ese día no se presta para celebraciones ni fiestas, sea que continuemos con el tradicional 8/3 u otra fecha que mejor se lo merezca.

Podríamos, como es lo usual, subrayar la inequidad con cifras y estadísticas, siempre útiles, pero sin que estás logren superar su nivel de aproximación sin que lleguen a ser más real que la propia realidad que aquellas pretenden capsulizar.

Números menos o más, es innegable que a ojos y complacencia de todos persisten los desajustes en perjuicio de las mujeres en el campo social, económico, laboral, en oportunidades de todo tipo y especie, en lo educativo y así cuán larga sería la lista.

Pero es en el terreno político donde mejor se refleja y se nota el maltrato hacia la mujer, con vista a la actualidad alucinante del momento.

No se trata de garantizarles una cuota partidaria prefijada solo por ser mujer.

Poco importan los pactos o acuerdos para allanarles el camino hacia el poder que, luego, todos ignoran o violan en menos tiempo del que se tomaron para firmarlos.

Lo trascendental no es por los cargos que se le asignen, si estos no van acompañados de auténtica autonomía para hacer cambios.

La mujer, más que el hombre, tiene que asumir su visión y misión sin regalía alguna.

Tienen que empezar a sonar los ‘niki kroto' con que los Ngäbe Buglé llaman a la presión, a la lucha y a la concentración.

Tienen que darle valor al hecho de que el 5 de mayo de cada dos votos uno es (o debería ser) depositado por mujer.

Y que de las 1722 personas que deben ser escogidas para llenar todos los cargos sujetos a votación, ellas deben y tienen que sobrepasar, en calidad de electas, el 15 % que totalizan las mujeres-candidatas en todo el país.

Pero si ahora y una vez más no se logra el objetivo estratégico, queda intacto el recurso histórico del Renacimiento galileano de gritar, aunque no se sepa cuántos escuchen: ‘eppur si mouve'.

Visto que toda la oferta política-electoral, sin distingo, desdice en hechos las promesas anticipadamente incumplidas a las mujeres, no botaré el voto eligiendo a los mismos, porque eso sería darles licencia para que sigan haciendo lo mismo.

Mi voto es para Ana Matilde Gómez, una mujer con coraje, la cual rompe paradigmas.

ABOGADO Y ESCRITOR.

Lo Nuevo
Suscribirte a las notificaciones